España no da con la tecla de los programadores
Las empresas se rifan el escaso talento experto en una disciplina clave en el actual mercado laboral y que aún pasa de puntillas por el sistema educativo
Más allá de la formación reglada, existen alternativas para prepararse en programación, como los ‘bootcamps’ o campus 42, introducido en España por la Fundación Telefónica
Las empresas se los rifan porque son un talento tan necesario como escaso. Los programadores se han convertido en una figura clave del actual mercado laboral y los expertos prevén que continúen como uno de los perfiles más solicitados en los próximos años ... dado que la economía gira, cada vez más, en torno a la tecnología. En este contexto, se hace imperativo alinear la formación con el empleo . Esa es la convicción que mueve a Code.org , una organización sin ánimo de lucro fundada en 2013 por Ali y Hadi Partovi, dos hermanos gemelos de origen iraní que, tras una larga singladura en el mundo ‘tech’, decidieron aprovechar sus contactos en Silicon Valley para democratizar el lenguaje de la programación y conseguir que esta se incorpore al currículo de las etapas de educación obligatoria.
En Estados Unidos, cuatro de cada diez estudiantes tienen cuenta en la plataforma. A nivel global, son 60 millones, además de dos millones de profesores . En España la ONG aún no es tan conocida, pero aterriza con un claro objetivo: que en cinco años la programación sea una asignatura escolar . «Queremos replicar el modelo de éxito americano, basado en la unión de fuerzas del sector público y privado», asegura Fran García del Pozo , director de Code.org para Europa, África y Oriente Medio.
A nivel nacional, dice, cada comunidad autónoma avanza a distinta velocidad, con Madrid, Navarra y Cataluña a la cabeza . Lo que sí se repite a lo largo y ancho del territorio es que «el sistema está produciendo unos perfiles que el mercado no demanda y, paradójicamente, hay cientos de miles de puestos de trabajo que se quedan sin cubrir ». García del Pozo advierte de que «en España llegamos tarde con el inglés y no puede pasar igual con la programación».
Enfatiza que no se trata de que todos seamos programadores, sino de que entendamos la programación para que « las máquinas hagan por nosotros lo que queremos y no al revés ». Además, recuerda que al programar se desarrolla el pensamiento computacional, que fomenta la lógica, la resolución de problemas o la creatividad, «que es lo que demandará el mercado laboral».
Ocaso de la titulitis
Para tratar de responder a esta realidad hace falta mayor agilidad. «El sistema educativo español es muy bueno, pero necesitamos que nuestras universidades tengan procedimientos internos más ágiles para poder ofrecer nuevos contenidos o carreras que están demandando las empresas», asegura Luis Miguel Olivas , director de Empleabilidad e Innovación Educativa de la Fundación Telefónica. La buena noticia, bajo su punto de vista, es que el país camina en la dirección correcta . «Por parte del Gobierno y las instituciones públicas hay planes para ello. Me gustaría poner en valor el esfuerzo que se está haciendo en el entorno de la FP, clave para el futuro productivo de nuestro país», indica.
Más allá de la formación reglada, existen alternativas para prepararse en programación. «Antes, cuando las empresas contrataban a alguien buscaban una titulación. Ahora, en cambio, la demanda es tan alta que quieren gente que sepa programar y que tenga también competencias transversales como la capacidad de trabajar en equipo, de innovar, de tolerar la frustración…», explica Olivas. En este campo destacan iniciativas como los ‘bootcamps’ , cursos intensivos y altamente especializados, o la escuela de programación 42, que llegó a España en septiembre de 2019 de la mano de Fundación Telefónica . Gratuita, presencial y sin profesores, abre 24 horas los siete días de la semana y no tiene límite de edad ni precisa formación previa. El proceso de aprendizaje suele durar tres años de media, aunque el ritmo lo marca cada alumno. «Las empresas vienen a por ellos antes de que acaben», comenta Olivas. La guerra por el talento está servida.