España, una economía con futuro
La crisis de deuda ha instalado la desconfianza y el pesimismo en el ánimo de inversores y ciudadanos. Pero hay otra España. Nuestro país lidera rankings de producción mundial y nuestras empresas están a la cabeza de sectores como textil, turismo o energía
YOLANDA GÓMEZ
Nunca como en los últimos meses, y especialmente en las últimas semanas, España ha ocupado tantas portadas en los medios de comunicación de todo el mundo. Todos hablan de los puntos débiles de nuestra economía, que los tenemos: de la elevada prima de riesgo, del ... déficit, del paro, de un Estado autonómico que no entienden y de la posibilidad de que el país no pueda pagar sus deudas y Europa tenga que acudir en su auxilio. Páginas y páginas, minutos y minutos de televisión y radio que no han hecho sino engordar una desconfianza que día tras día ha ido calando en el ánimo de los inversores, pero también de los empresarios y de los ciudadanos, que han condicionado sus decisiones de consumo e inversión a este desánimo generalizado.
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Pero existe otra España de la que los medios apenas nos hacemos eco. Nuestro país encabeza y sobresale en muchos rankings mundiales. ¿Sabían que España tiene uno de los ratios de kilómetros de autovía por habitante más altos del mundo? ¿Y que nuestro país es, después de China, el que más kilómetros de alta velocidad tiene del mundo? ¿Sabían que somos el segundo productor de automóviles, de energía eólica y fotovoltaica de Europa? (ver gráfico adjunto). Y nuestras empresas no tienen mucho que envidiar a sus vecinas europeas: son líderes en sectores tan diversos como la alta velocidad, las energías renovables, las telecomunicaciones, el turismo, la banca o la automoción.
Expansión internacional
Hace una década a nadie se le hubiera ocurrido pensar que una compañía española se haría con la mayor empresa de telefonía móvil del Reino Unido (Telefónica compró O2 en 2005) y se convertiría en líder mundial y referente europeo en cobertura de telefonía; que otra, Ferrovial, gestionaría tres líneas del metro de Londres y algunos de los aeropuertos británicos más grandes (Heathrow); que nuestras empresas serían líderes en energías renovables en Estados Unidos, Reino Unido y Europa del Este (Iberdrola) con importantes adquisiciones en estos territorios; que la primera cadena vacacional del mundo fuera de nacionalidad española (Sol Meliá); que sus dos mayores bancos (Santander y BBVA) dominaran el sistema bancario iberoamericano, y uno de ellos, el Santander, se fuera a convertir en el mayor banco de la zona euro; o que una empresa gallega, Inditex, fuera a ocupar la posición de liderazgo en moda textil que ahora tiene. Nuestras grandes empresas han salido al exterior y han triunfado. Y es esa internacionalización la que ahora les permite afrontar con más músculo la crisis.
Pero la internacionalización empresarial no se limita a las grandes multinacionales. También hay casos de éxito en empresas medianas y pequeñas que han logrado ser líderes mundiales en sectores específicos con un claro potencial de crecimiento y valor añadido como la biotecnología, consultoría e internet, moda y restauración o el tratamiento de recursos naturales.
Riesgo disparado
Y son estas fortalezas las que llenan de contenido las palabras que por fin respaldaron los responsables de Finanzas de Alemania y Francia esta semana. «El nivel actual de los tipos de interés que prevalecen en los mercados de deuda soberana no refleja los fundamentales de la economía española, su potencial de crecimiento y la sostenibilidad de su deuda pública», rezaban de manera idéntica los comunicados que hicieron públicos tras reunirse con el ministro de Economía español, Luis de Guindos.
No son palabras huecas. España tiene fortalezas y una de las principales es su sector exterior. La crisis, que tantos desequilibrios ha agudizado, ha conseguido, sin embargo, eliminar uno de los principales quebraderos de cabeza que han soportado todos los gobiernos de la democracia: el déficit de la balanza por cuenta corriente. Por primera vez en décadas este año habrá casi equilibrio en el intercambio de bienes, servicios y rentas con el exterior.
Es cierto que parte de la corrección se debe a que la recesión ha desplomado las importaciones españolas. Pero también es una realidad que la cuota mundial de las exportaciones españolas ha resistido bien el proceso de la globalización, el empuje de los países emergentes y el impacto de la crisis en el comercio mundial. De hecho, los dos únicos grandes países de Europa que no han perdido peso en el comercio mundial en esta última década han sido Alemania y España; mientras Francia, Italia e incluso Estados Unidos pierden posiciones. Y si hablamos de exportaciones solo de servicios, España mejora su cuota de mercado más que Alemania, lo que da prueba de que nuestras empresas son competitivas.
Más competitividad
La crisis también está permitiendo superar otro de los graves problemas de nuestra economía, la falta de competitividad. Tras una década de estancamiento en los indicadores de competitividad, desde el estallido de la crisis, España ha mostrado una recuperación sin precedentes en este ámbito, muy superior a la del resto de países europeos. Según refleja el reciente informe elaborado por el Consejo Empresarial para la Competitividad, los costes laborales unitarios han caído un 4,3% desde principios de 2008 y casi un 6% desde el máximo alcanzado en 2009. Una cifra que contrasta con el aumento del 6,5% en el conjunto de la zona euro o el 9% en Alemania. Y la productividad, medida en PIB por hora trabajada, ha aumentado un 8% desde 2008, cifra solo superada por Irlanda dentro de los países del euro. Y la reforma laboral aumenta la flexibilidad para que los trabajadores puedan adaptarse a las necesidades de la producción.
Todas estos datos son motivos para la esperanza. España está en una situación crítica, pero tiene el músculo suficiente para salir adelante. El respaldo del BCE y de los socios europeos puede ser la oportunidad que necesitamos. Ahora queda aprovecharla.
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