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Empresas a la fuga

La caída del consumo y la desconfianza han frenado la inversión extranjera en España. Las alarmas atruenan por las firmas que se van y las soluciones no son fáciles, pero existen

Empresas a la fuga

FERNANDO PÉREZ

Algunos se van y nadie parece querer venir. Cada cierto tiempo se apropian de los titulares noticias de empresas foráneas de distribución o producción que arrojan la toalla y deciden dar cerrojazo a sus negocios en España para buscar mercados menos abonados por las dudas. La última alarma saltó hace un par de semanas, cuando se confirmó el desenlace del largo adiós de PC City. El cierre de las 34 tiendas que la cadena británica tenía en nuestro país deja en el alero a 1.224 trabajadores.

Los últimos datos oficiales de Industria aseguran que la inversión extranjera en nuestro país alcanzó en 2010 un volumen de 23.415 millones de euros, un 41,5% más que en el ejercicio precedente. Sin embargo, más de la mitad de ese importe, 11.778 millones, corresponde a las denominadas ETVE (Entidades de tenencia de valores en el extranjero), es decir, son fruto de operaciones financieras que sólo buscan rebajar la factura fiscal aprovechando el régimen ventajoso que este tipo de sociedades instrumentales disfrutan en España. La realidad es que la inversión productiva, la que genera empleo, cayó un 1,4% el año pasado. En 2009, ya había sufrido un desfondamiento del 60%. ¿Se puede frenar la sangría? Los expertos creen que sí, pero también coinciden en que hay que cambiar mentalidades y rutinas productivas para sortear la ruina. Y en ningún caso será un proceso sencillo ni inmediato.

Mano de obra cara

«Tenemos que ser conscientes de que España ya no es un lugar barato para producir como en los años 60 o 70. Nuestra posición ahora no debe ser competir en base a costes de mano de obra. Ese ya no es nuestro negocio como país, pero hay ciertas producciones que se pueden mantener porque en ellas son importantes otros parámetros, como la productividad, la flexibilidad o la integración en una cadena logística. Ese valor añadido es el que tenemos que potenciar», explica el profesor Juan Carlos Martínez Lázaro, director general de Desarrollo Corporativo del Instituto de Empresa.

«Nuestra legislación y costes laborales hacen que producir aquí no sea rentable en comparación con otros países. Además, el consumo español está bajando, con lo cual muchas veces no compensa o no se justifica el establecimiento de redes comerciales», coincide José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE.

«España ha sido una puerta a Europa, pero esa puerta venía abierta por nuestro recorrido en competitividad, que ya se ha agotado. Ahora hay otros países, sobre todo los del Este, que tienen mucha más capacidad para venderse en ese aspecto. España debe aprovechar su posición estratégica y conservar su capacidad de interlocución en Latinoamérica. Pero también debería hacer un esfuerzo en África, una baza que todavía no hemos sabido jugar», asegura Jaime Mallet, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España.

José Luis Martínez, analista de Citi, considera que las deslocalizaciones «son un fenómeno que se está produciendo a nivel internacional, no sólo aquí, aunque la producción industrial en España está muy sesgada hacia sectores muy maduros. Tenemos que ser capaces de generar expectativas para que vuelva la inversión, pero una inversión de mayor valor añadido».

Vicios y virtudes

Para revertir la tendencia, nuestra economía debe saber aprovechar sus puntos fuertes, que los tiene, y pulir sus manifiestos defectos. El último barómetro que Esade elabora para la Cámara de Comercio de Estados Unidos sirve de mirada limpia, sin contaminación política ni partidaria, sobre nuestros vicios y virtudes.

Los inversores estadounidenses encuestados valoran la capacidad del trabajador español para relacionarse con los clientes, su atención a la calidad, el compromiso con la propia organización y la capacidad de trabajo en equipo, pero reprochan la escasa aceptación de la flexilibilidad y movilidad laboral.

Sobre el entorno económico, aprecian el grado de cumplimiento de los contratos y acuerdos entre empresas, así como la calidad de vida que nuestro país ofrece al personal extranjero, pero suspenden sin paliativos las leyes laborales y las relaciones sindicales. Con todo, el parámetro peor considerado es el grado de burocratización de las administraciones públicas.

Perdidos en las ventanillas

«Todos los índices que miden la competitividad o la facilidad para montar una empresa no nos sitúan en los primeros sitios. Llevamos oyendo no sé cuantos años que tenemos que crear una ventanilla única, simplificar trámites, pero hemos avanzado muy poco. Tenemos una sobrecarga regulatoria heredada de la superposición de administraciones locales, autonómicas y centrales», reconoce Martínez Lázaro.

«La burocracia en España tiene un peso excesivo. Es poco ágil, hay poco apoyo telemático, hay ventanillas por todas partes, todo está regulado... hay que hacer que las cosas sean más sencillas y más simples para la actividad empresarial. Así no se puede funcionar», coincide Mallet. «En el tema de distribución, por ejemplo, la rigidez de los horarios comerciales es una de las razones por las cuales no es que se vayan, pero no vienen», añade José Ramón Pin. Y eso es lo que parece estar ocurriendo: las constituciones de nuevas empresas representaron únicamente el 1,6% del total de la inversión productiva extranjera en 2010.

Superadas las trabas legales, llegan los tropezones laborales. «España es el país de las castas. Una parte de la población laboral está superprotegida y la otra está totalmente desprotegida, con contratos precarios o directamente sin trabajo. No tiene sentido. Pero por supuesto ese no es el único problema. También hay un problema enorme de movilidad, tanto funcional como geográfica. Hay muy poca cultura de la movilidad en España», asegura Mallet.

«La reforma laboral se está mostrando a todas luces insuficiente. Hay que profundizar en ella, desarrollarla. Y vamos a ver qué pasa con la reforma de la negociación colectiva. Las famosas cláusulas de descuelgue son un aspecto fundamental para mejorar la competitividad», asevera Martínez Lázaro.

La solución al jeroglífico laboral, según Pin Arboleda, es «establecer unos mecanismos de relaciones laborales que hagan que la productividad de los empleados sea muy alta». ¿Y como se atisba esa meta? «Hay que primar en los sueldos la competitividad, pero no entendida en términos macroeconómicos, eso es una falacia, sino individuales y de empresa. Es decir, debe haber una mayor parte de salario variable para primar a los buenos trabajadores y una descentralización de las relaciones laborales a nivel de empresa e incluso de centros productivos o departamentos dentro de cada empresa», explica el profesor del IESE.

Pero no es la única reforma pendiente que atenaza la recuperación de nuestra economía. «También es imprescindible la de las cajas de ahorros. Hasta que eso no se sanee y esté arreglado va a seguir habiendo una cierta desconfianza sobre el país», apunta el presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España.

«La reordenación en marcha va a provocar una contracción del crédito, un factor negativo para la competitividad, pero hay que hacerlo, bien y lo más rápido posible, y con los menores efectos colaterales, aunque sin duda los va a haber. El crédito es como la sangre en el cuerpo humano; sin sangre el cuerpo no funciona, sin el flujo adecuado de crédito una economía es imposible que avance», coincide Martínez Lázaro.

Saber venderse

En última instancia todos los síntomas confluyen en un mismo mal, la falta de credibilidad que España ofrece al empresario foráneo. «Hasta el momento ha habido un riesgo país grande, que de alguna forma ha parado la posibilidad de planes de expansión o de inversiones. Yo creo que ya no estamos allí, pero todavía va a pasar un tiempo hasta que la economía española ofrezca confianza para nuevas inversiones», reconoce Mallet.

Si se recupera el pulso, habrá que seguir insuflando energía al convaleciente. «Es clave mejorar nuestra capacidad para atraer inversiones. España tiene que ser capaz de venderse a sí misma. Aunque se ha avanzado mucho con agencias como «Invest in Spain», todavía hay mucho por hacer, sobre todo mejorar la coordinación entre las agencias de promoción y captación de inversiones autonómicas y la nacional», afirma Martínez Lázaro. Harán falta pequeños retoques y cirugías completas, pero que el mercado español vuelva a ser atractivo no es aún una misión imposible.

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