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Deustche Bank se queda sin hoja de ruta para escapar de su laberinto

La gestión de la fusión con Commerzbank pone contra las cuerdas a su presidente y revela la falta de estrategias para sellar su crisis

Las sedes de Deutsche Bank (izq.) y Commerzbank en Frankfurt EFE
Rosalía Sánchez

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Tras dar por finalizadas las negociaciones de fusión con Commerzbank sin esgrimir más razones que las que aparecían a primera vista desde el principio, Deutsche Bank ha dejado a sus accionistas huérfanos de estrategia. El jefe del banco alemán, Christian Sewing, trató de lanzar un mensaje de «business as usual» que, después de la gran expectación generada por la operación, deja las expectativas y previsiones suspendidas en una especie de gravedad cero. La pérdida de credibilidad toca incluso al presidente del Consejo de Supervisión de la entidad, Paul Achleitner, que en una entrevista apresuradamente concedida a Financial Times ha defendido los esfuerzos de la división de inversiones, que lleva dos trimestres arrojando pérdidas. Para la reunión de accionistas fijada el próximo 23 de mayo, la previsión es de tormenta.

Achleitner ha aprobado durante su mandato tres ampliaciones de capital en 2013, 2014 y 2017 por un valor conjunto de 19.500 millones y que apenas han servido para apuntalar el derrumbe. Las acciones de Deutsche Bank han caído un 66% durante su presidencia, incluyendo los dividendos reinvertidos , en un contexto en el que las acciones de bancos europeos han producido aproximadamente ese mismo rendimiento pero de signo positivo. Achleitner fue partidario de la fusión con Commerzbank a pesar de las muchas críticas internas y creando expectativas, para después abortar en el último periodo de gestación y aferrarse, a continuación, a una estrategia que parece quemada. Su banca de inversión consume 228.000 millones en activos ponderados por riesgo, dos tercios del total, al tiempo que obtiene una irrisoria rentabilidad por fondos propios.

No parece haber, además, un acuerdo de criterio con el director ejecutivo de Deutsche Bank, Christian Sewing , que sí ha lanzado un mensaje de presión a los banqueros de inversión de la casa. «En el negocio del mercado de capitales estamos ganando poco -ha reconocido en una contraentrevista al Frankfurter Allgemeine-. Si eso no mejora de manera sostenible, entonces seré consecuente y diré que tenemos que pensar en otra cosa». En medio del desconcierto, Sewing intentaba transmitir tranquilidad recordando que «hemos reducido los costes, confío en que tarde o temprano esto se reflejará en el precio de nuestras acciones».

Y a todo esto hay que sumar el caos comunicativo que parece haberse hecho con la dirección del banco. El anuncio de la ruptura con Commerzbank fue publicado antes por medios de comunicación que por el propio Deutsche Bank, y el jefe del departamento de prensa enviaba el mensaje, junto a los resultados trimestrales ese mismo día, en un correo electrónico en el que escribía: «En caso de que no os hayáis enterado ya por otras vías…».

El caos comunicativo y el divorcio entre el presidente y el director ejecutivo agravan la situación

Una de las filtraciones dirigidas a tranquilizar es la de la fusión de las gestoras de Deutsche Bank y UBS , conversaciones que habrían comenzado hace un par de meses y que supondrían la escisión del negocio de gestión de activos de UBS para incorporarlo a DWS, la gestora de Deutsche Bank, a cambio de una participación. La nueva gestora superaría a la francesa Axa y a la británica Legal & General y se convertiría en un rival para la gala Amundi, la mayor gestora europea con 1,4 billones de activos gestionados. Asimismo, la fusión de Deutsche Bank y UBS permitiría a DWS competir con BlackRock y Vanguard , gigantes de la inversión en EE.UU.

Pero ni siquiera con eso sería suficiente. Deutsche Bank necesita deshacerse de activos improductivos y sanear sus cuentas, agobiado por el drenaje persistente de recursos necesario para hacer frente a una cartera de créditos en la que se oculta un volumen considerable de operaciones incobrables, además de pérdidas no atribuidas, por ejemplo las correspondientes a operaciones de alto riesgo como los bonos municipales estadounidenses de 2007.

Además, están los daños colaterales causados al gobierno alemán, al que Deutsche Bank ha dejado plantado tras permitir que el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, apoyase públicamente la operación con Commerzbank . El clima en el distrito gubernamental de Berlín no será después de eso precisamente favorable a sostener el saneamiento de Deutsche Bank. Los funcionarios del Bundesbank habían informado a los técnicos de Merkel, previamente al estudio de la fusión con Commerzbank, sobre una necesidad de ayuda para la recapitalización no inferior a los 10.000 millones , ayuda que en ningún caso será ya negociada ya con la actual directiva del todavía primer banco de Alemania.

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