La crisis que fulminaba a los líderes políticos

Casi todos los gobiernos europeos en el poder desde que comenzó la recesión han caído

La crisis que fulminaba a los líderes políticos efe

luis p. arechederra

Nueva York se convirtió, en el verano de 1932, en una ciudad fantasma, plagada de locales polvorientos, vacíos, en venta. Hombres robustos hacían cola en puestos públicos para recibir panecillos. Así lo recogen, al menos, los recuerdos del dramaturgo Arthur Miller en su obra «Vueltas ... al tiempo». Era el momento más dramático de la Gran Depresión que hundió al país en 1928 . El demócrata Franklin D. Roosevelt venció al que era presidente, el republicano Herbert Hoover, en las elecciones presidenciales de aquel otoño. Los votantes de EE.UU. deseaban un cambio de rumbo en la economía. Y votaron en consecuencia.

Desde que comenzó la crisis mundial de 2008, este fenómeno se ha repetido por toda Europa. Los gobiernos en el poder han caído fulminados por el rayo de la economía. Es lo que se conoce, en ciencia política, como la teoría del voto económico: los electores premian o castigan según la coyuntura económica. Un fenómeno habitual en EE.UU. y menos frecuente en Europa, según nos cuenta Ignacio Molina, investigador principal del Instituto Elcano y doctor en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Madrid. Dos razones explican, según Molina, esta tendencia en Europa: «Un voto más volátil» por la desafección de las clases sociales y la profundidad de la crisis económica. «No se sabe ya si es estructura o coyuntura», puntualiza. «La economía lo determina todo», coincide Antonio Remiro Brotóns, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad Autónoma de Madrid. Los únicos gobiernos de la Unión Europea que han renovado su poder han sido los de los países donde la crisis no ha golpeado tanto: Suecia, Polonia, Estonia y Luxemburgo.

El último en ser derrotado ha sido Nicolas Sarkozy, uno de los presidentes más breves de la V República Francesa. François Hollande, el candidato socialista, quien exigió mirar más allá de la austeridad, es el nuevo presidente. La crisis económica le empujó hacia el Elíseo. La economía francesa se estancó en el primer trimestre de 2012, después de una mínima progresión del PIB, del 0,1%, en los últimos tres meses del año pasado. El paro afectaba ya a tres millones de personas, mientras su deuda alcanzaba los 1,7 billones de euros y perdía la protección de la «triple A». Condiciones negativas que acabaron con Sarkozy.

Las primeras fichas empezaron a caer, sin embargo, tres años antes. En abril de 2009, el líder checo Mirek Topolanek renunció tras no superar una moción de censura. Y la tragedia griega abrió su telón en octubre del mismo año. El presidente griego, Kostas Karamanlis, dimitió tras perder las elecciones ante el partido socialista del Pasok. Yorgos Papandreu ascendió a la Presidencia y, dos meses después, reconoció el desastre: el déficit público del país era cuatro veces mayor que la cifra oficial. No era del 3,7% sino del 12,5%. Grecia había falseado los datos macroeconómicos y necesitaba la ayuda de la UE. Se aprobó un plan de rescate en mayo de 2010. De 110.000 millones de euros. Y luego otro. De 130.000 millones. A cambio de hacer ajustes. Ante el esfuerzo que conllevaba el segundo paquete, el 31 de octubre de 2011, Papandreu anunció que consultaría al pueblo griego en un referéndum. No dio tiempo. La UE bloqueó el siguiente tramo de rescate. Ante la incertidumbre que podía generar la consulta, el parlamento griego le forzó a dimitir. No hubo referéndum. Un tecnócrata respaldado desde Europa, Lucas Papademos, se puso al frente de un gobierno de coalición nacional al ganar las elecciones. La crisis económica puso a Papandreu; la crisis económica se lo llevó.

La oleada política de la recesión también llegó a las costas británicas. El partido laborista británico, encabezado por Gordon Brown, perdió las elecciones generales de Reino Unido en mayo de 2010, en la mayor derrota de su historia. El partido conservador de David Cameron formó coalición con los liberales. Ahora, la popularidad de Cameron, incapaz de dar la vuelta a la situación económica, está cuestionada. Los votantes belgas y holandeses también rechazaron, en junio de 2010, a los partidos en el poder.

El segundo rescate europeo tampoco tardó en llegar. Irlanda fue el primer país de la zona euro en entrar en recesión en septiembre de 2008. A finales de año, el gobierno comenzó a inyectar dinero público en los bancos. En diciembre de 2010, se aprobó el plan de rescate de la UE y el FMI para sanear una banca insostenible. El sistema financiero irlandés se derrumbó y arrastró al partido liberal, el Fianna Fail, que llevaba en el gobierno desde 1997. Hasta que llegó la recesión. En las elecciones, obtuvo un 15,1% de los votos, quedó relegada a la tercera fuerza política del país y se consoló con poco más de veinte escaños. La intervención de Europa supuso la dimisión del presidente Brian Cowen. El Fine Gael, el partido conservador, ganó las elecciones. Obtuvo su mejor resultado desde 1982. Enda Kenny se convirtió en el primer ministro de Irlanda. Este viernes, 31 de mayo, la población ratificó su compromiso con el Tratado de Estabilidad Presupuestaria aprobado en Europa. El pacto fiscal es condición necesaria para recibir las ayudas que envía Bruselas.

Fragmentación del voto

El baile de sillas también alcanzó a la Península Ibérica. El desenlace se precipitó en marzo de 2011. El parlamento de Portugal rechazó el cuarto plan de ajuste del gobierno socialista y provocó la dimisión del presidente, José Sócrates. En abril, solicitó la activación del rescate europeo, un plan de ayuda financiera que ascendió a 78.000 millones. Las elecciones se adelantaron a junio. El partido conservador obtuvo una holgada mayoría y su líder, Pedro Passos, fue elegido presidente.

El mismo giro conservador se vivió en España. Las elecciones municipales y autonómicas celebradas en mayo de 2011 tiñeron el mapa de azul y castigaron al partido del presidente Rodríguez Zapatero. El Partido Popular obtuvo un porcentaje de más del 37% de los sufragios totales y venció en históricos feudos socialistas, como Castilla-La Mancha y Extremadura. Aquellas elecciones fueron el anticipo del batacazo de los socialistas en las elecciones generales anticipadas de noviembre. El Partido Popular consiguió la mayoría absoluta y Mariano Rajoy se convirtió en presidente.

En noviembre de 2011 Silvio Berlusconi dejó el trono de Italia. Lo que no consiguieron los procesos judiciales ni los partidos de la oposición lo consiguió la crisis. La insostenible situación económica del país y la presión de Europa forzaron su dimisión. El líder italiano llevaba 17 años en los círculos del poder político. Una salida histórica cuya importancia quedó desdibujada por la vorágine del día a día de la crisis. «Pero el parlamento y la opinión pública respaldaron el cambio», afirma Molina. Berlusconi presentó su dimisión después de aprobar los presupuestos de 2012, que incluían los ajustes exigidos desde la UE. El consenso del parlamento italiano eligió a Mario Monti, un tecnócrata de presitigo.

Los cambios siguieron viajando por Europa: en Dinamarca y Eslovenia, en 2011, y en Eslovaquia y Rumanía, en 2012. En Grecia, las nuevas elecciones de mayo han dejado varias conclusiones y ningún gobierno. La fragmentación del electorado lo ha impedido: ningún partido ha obtenido más del 20%. Los partidos tradicionales lograron un 18,9% y un 13,2%, respectivamente. Hasta 2009, acumulaban el 80% de los votos . Una sorpresa fue el ascenso del grupo de extrema derecha Amanecer Dorado. Su entrada en el Parlamento, con un 7%, confirma la radicalización del voto de los electores. Un efecto que también se ha producido en Suecia, Austria, Holanda y Finlandia. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen fue, en primera vuelta, la tercera fuerza política con un 18%. «Está surgiendo una nueva fractura: entre europeístas y los que tienen miedo a la globalización», explica Molina. «Hay un descreímiento» hacia la clase política, opina Remiro, quien critica que los gobiernos «no piensen en los ciudadanos». La foto de los primeros ministros que acudían al Consejo Europeo en el arranque de la crisis ha cambiado por completo en tres años. La duda está en si, dentro de poco, volverá a ser diferente.

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