Cataluña, desenchufada de las energías renovables

Las imágenes de decenas de molinos en mares bálticos no sorprenden, pero pocos se imaginan un parque eólico frente a Doñana, el Cabo de Gata o la Costa da Morte. Ahora, una iniciativa con 35 aerogeneradores frente a las idílicas calas de la Costa Brava puede convertirse en el primer macroproyecto de estas características en el mar español. El gigantesco plan, bautizado como Parc Tramuntana, sería rompedor por la tecnología flotante -existen tres proyectos similares, y ninguno en España-, por su tamaño -este se convertiría en el mayor del mundo- y por su impacto visual. Las máquinas producirían 500 megavatios, o lo que es lo mismo, el 45% de la demanda actual de energía de Gerona. Sería, sin duda, una importante inyección de electricidad para un territorio, el catalán, descuidado claramente de sus necesidades energéticas.Cataluña, de hecho la provincia de Tarragona, tiene dos de las cinco centrales nucleares españolas activas (Vandellós y Ascó), con tres de los siete reactores nacionales. Su producción supone el 54,9% de la energía generada en Cataluña -cuando en todo el Estado esta cifra es solo del 22,2%- pero estas instalaciones prevén cerrar oficialmente entre 2029 y 2034. Aún con ese escenario, y en un momento en que España ha cogido carrerilla para subsistir con energía más verde, la Generalitat sigue sin tener un plan claro que resuelva su dependencia energética y que evite que la comunidad, líder en su consumo, sea deficitaria eléctricamente en unos años.Con la emergencia climática, la alternativa energética es, además, una obligación, porque Europa fija que en 2030 el 50% de la energía consumida por un territorio tiene que ser renovable y que en 2050 debe serlo toda. A pesar de que la comunidad fue puntera e instaló el primer molino de viento de España -en Vilopriu, Gerona, en 1984-, a día de hoy, las renovables solo suponen el 19,8% de la energía producida en Cataluña. En toda España esta cifra es del 44%. La implantación de nuevos proyectos depende en gran parte de la Generalitat, que es la encargada de avalar todo plan de menos de 50 megavatios, que son los más comunes en Cataluña por la complejidad de su territorio, denso y plagado de zonas protegidas. Sin embargo, para cumplir con los objetivos europeos, cada año debería ponerse en servicio en territorio catalán unos 600 megavatios de fotovoltaica y otros 400 de eólica, estiman a ABC expertos del sector.Normativa estricta«Aquí tenemos viento y sol pero no desarrollamos proyectos, a diferencia de lo que ocurre en el resto de España», lamenta Jaume Morrón, gerente de la asociación EolicCat, que agrupa a las empresas del sector. El motivo, recuerda la entidad, son las trabas puestas por la Generalitat. Hasta hace poco el territorio catalán contaba con una de las leyes más estrictas del Estado, en vigor desde 2009 y que, a modo de ejemplo, no permitía la promoción libre de proyectos de más de diez megavatios. Además, a diferencia de otras autonomías, Cataluña cuenta con la Ponencia de Energías Renovables, un órgano que avala anteproyectos y los filtra teniendo en cuenta su impacto ambiental o agrícola, entre otros aspectos.Mientras los proyectos tratan de avanzar lentamente, los vecinos se organizan para tratar de pararlosTras años sin avance, el Govern acabó derogando la compleja ley a finales de 2019. En esos diez años no se impulsó ni un solo parque eólico nuevo en Cataluña, mientras que en otras zonas proliferaban con facilidad. A día de hoy, la parálisis sigue siendo más que evidente. Según datos del Instituto catalán de la Energía (ICAEN) consultados por este periódico, en la región hay más molinos en proyección, 878, que en marcha, 811. Más cifras. Desde finales de 2019, la Ponencia ha recibido 379 proyectos fotovoltaicos y 142 eólicos, de los que han sido considerados viables 179 y 70, respectivamente. Muchos de estos, con todo, requieren correcciones técnicas si quieren prosperar. Y de estos solo cuatro, solares y que suman apenas 29 megavatios, han conseguido la autorización administrativa y han pasado a información pública. A estos deberían sumarse seis proyectos en tramitación y otros tres en exposición por la vía estatal.También es cierto, para entender los números, que la normativa catalana permite presentar varios proyectos para un mismo emplazamiento. Otros gobiernos regionales, por el contrario, someten a información pública los proyectos cuando existe una competencia y deciden antes de empezar a tramitar el proyecto, lo que agiliza y simplifica procesos. El valle tarraconense del Ebro tiene el viento óptimo para proyectos eólicos, y buena parte de sus vecinos temen por la cantidad de empresas que quieren llenar sus montañas de molinos: la Ponencia tiene solo para el municipio de Tivissa, por ejemplo, 15 parques eólicos con 132 aerogeneradores, que a la práctica no cabrían porque se solapan entre ellos. «Lento y tarde»«Tampoco estamos en contra de una legislación tan estricta pero en diez años se han puesto demasiados palos a las ruedas y ahora nos tocará correr. Vamos lentos y tarde», remarca el portavoz del sector. El Covid y el desgobierno en Cataluña agudizaron el año pasado las complicaciones para la reactivación de las renovables. «Antes, muchos promotores abandonaban y por el momento no es que lo tengan mucho más fácil», detalla Morrón.El sector teme que la política haga encallar, una vez más, los futuros proyectos. El preacuerdo electoral entre ERC y la CUP incluía una nueva moratoria en el sector, que no se sabe cómo se plasmará. La consejería de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, en manos de ERC, tiene que desglosar sus ejes de la actuación energética esta semana, explican desde el departamento a ABC. En el sector se confía en que, de una vez por todas, llegue una apuesta valiente, aunque se teme que la falta de consenso político y el creciente número de plataformas locales contrarias a los parques eólicos, se conviertan en nuevos obstáculos para las renovables. «Gobierne quien gobierne se tiene que cumplir con estos objetivos y tener, de una vez por todas, una visión que sea del siglo XXI», avisa Morrón.Mientras los proyectos intentan avanzar a velocidad de tortuga, las plataformas ciudadanas se organizan a todo gas para intentar paralizarlos a toda costa. Es lo que ocurre en el Ampurdán. Allí Parc Tramuntana, de las empresas BlueFloat Energy y Sener, ha generado una fuerte oposición en el territorio, y aquí su construcción compete al Ejecutivo central por su elevada potencia. El documento inicial del proyecto ha sido presentado al Ministerio de la Transición Ecológica y sus promotores confían en que la tramitación pueda arrancar en breve. Así la planta empezaría a funcionar en 2026.Para apaciguar las críticas, ellos mismos se están reuniendo con agentes del territorio, como los propios parques naturales, sectores turísticos o pescadores. «Son molinos grandes pero a distancia se verían muy pequeños, como si fueran de unos siete milímetros», remarca a ABC Raquel Juan, miembro del equipo técnico, que confirma que ahora se están practicando avistamientos de aves y cetáceos para acabar de analizar su impacto ambiental.Parque eólico de Les colladetes - Joan RevillasPese a sus explicaciones muchos ponen el grito en el cielo. La plataforma Stop Macro Parc Eòlic Marí considera el plan una «agresión sin precedentes y de consecuencias irreversibles». «No es un proyecto cualquiera, es gigantesco y con el agravio de que está a unos diez kilómetros de la costa», recrimina su portavoz, Jordi Ponjoan. Ellos denuncian que los aerogeneradores serán tan altos como la montaña del Montgrí, la más icónica de la zona, y que además del daño en el mar el proyecto requerirá de una subestación eléctrica que «triturará el Ampurdán». «Estamos a favor de las renovables pero creemos que hay mucho campo por recorrer antes que el macroparque», sentencia Ponjoan.El impacto visual es el argumento más repetido en el Ampurdán, pero también en el sur de Cataluña, que, a diferencia de Gerona -que no tiene ni un solo molino en funcionamiento-. acumula la mayor cantidad de parques existentes. En el valle del Ebro decenas de microproyectos planean sobre las comarcas de la Terra Alta o el Bajo Ebro, las dos que tienen más molinos de Cataluña (un tercio del total). La zona, que ya acoge a los tres reactores nucleares en activo y que, pese a ello, tiene en el turismo de proximidad y el mundo vinícola parte de su potencial económico, teme que un desembarco de aerogeneradores dañe de gravedad la economía del territorio. De aquí a que decenas de plataformas locales se estén alzando para exigir la protección de sus paisajes y un mayor reparto territorial. Sobre el desequilibrio, los expertos creen que no se puede hacer mucho, dado que «el sol está donde está y el viento está donde está».Competencia en AragónLas dificultades existentes han hecho que muchas empresas, incluso las autóctonas, apuesten por desarrollar energía fuera, pero cerca de Cataluña. «Hay grupos inversores que directamente van a los sitios en los que les es más fácil operar», incide Joan Ramon Morante, director del Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC por sus siglas en catalán), que pone énfasis en la importancia de la energía de proximidad. «Las renovables son más eficientes cuando son de kilómetro cero porque requieren menos infraestructuras. Que la energía sea cara puede restar competitividad a un territorio y no ser independientes energéticamente puede perjudicar», resume Morante. «No queremos ni nucleares ni térmicas ni renovables cerca de nuestras casas pero, al final, somos ’energívoros’ y las necesitamos»En la vecina Aragón, por ejemplo, las renovables ya suponen en torno al 68% de la producción de energía. Allí, las facilidades son máximas, con la excepción de algunas zonas reacias a estos proyectos, como el Maestrazgo, muy arraigada al turismo. En este sentido, el proyecto recién presentado Sputnik, de la empresa Forestalia, quiere aprovecharse de la falta de renovables en Cataluña y contempla un centenar de parques eólicos y fotovoltaicos con la mirada puesta en Cataluña, hacia donde irían tres corredores de alta tensión.«Hay que hacer un ejercicio de responsabilidad, teniendo en cuenta el equilibrio territorial pero también la conciencia de que cada 20 o 30 años doblamos la demanda energética», expone a ABC Álvaro Luna, profesor del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que incide en que el autoconsumo puede resolver parte de la electrodependencia pero que hace falta más implicación empresarial y social. «No queremos ni nucleares ni térmicas ni renovables cerca de nuestras casas pero, al final, somos ’energívoros’ y las necesitamos. Hay que meterse eso en la cabeza y conseguir un gran consenso social y económico para impulsarlas», sentencia.

Cataluña, desenchufada de las energías renovables

La compleja legislación autonómica y las trabas políticas dificultan el impulso de parques eólicos y fotovoltaicos en una comunidad que cubre la mitad de su demanda eléctrica con la producción de tres reactores nucleares que deberán cerrar en los próximos años

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