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Las dos caras de una economía en la que los robots toman el mando

La automatización creará 58 millones de empleos netos hasta 2022, aumentará la productividad y rebajará los precios; sin embargo, podría ahondar la bajada de salarios y agudizar la desigualdad en plena decadencia de la clase media

Daniel Caballero

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«Dale a tu cuerpo alegría Macarena». Así empezaba la mítica canción de Los del Río que con los años ha mutado en himno universal. En cada fiesta hay quien rompe la hegemonía de los Daddy Yankee y Maluma con esta charanga de los años 90. Su baile hipnotiza a cualquiera y su música invita a querer más. Hombres, mujeres, senior, millennial, baby-boomers... todos sienten la llamada de una canción que embriaga más que la bebida que lo acompaña. Incluso, a los robots. Ocurrió en la Global Robot Expo 2019 cuando un visitante extranjero pidió a un autómata -PiRobot- que cantara y bailara «La Macarena». Ni corto ni perezoso, así lo hizo, y el humano se marchó ufano sabiendo que obedeció su orden y lo que puede llegar a hacer un robot. Desde lo más absurdo hasta pensar artificialmente.

«La automatización es una oportunidad enorme para tener herramientas que nos permitan transformar los procesos ineficientes y hacer cosas que ni nos imaginamos. Tenemos la posibilidad de aumentar las capacidades y el reto está en descubrir cómo aprovecharlo», dice Luis González Gugel, socio responsable de Robotics de Deloitte. Habla de que los límites de la robótica son difusos. Hace dos décadas el sector de la automoción arrancó desde parado al incluir la automatización en la industria y hoy los avances han evolucionado hasta el punto de que una máquina enfarda cajas, transporta palés, vuela o interactúa. De hecho, la empresa Rebiotex cuenta con exoesqueletos biónicos que ayudan a la rehabilitación de personas con problemas neurológicos. Hasta ahí llega la robótica .

Su mayor ventaja está en cómo puede cambiar los modelos productivos y el empleo. «Hacen los trabajos más duros y así los humanos pueden utilizar sus mentes para ser más creativos», defiende Michael Bo Larsen, business manager de Odense Robotics. Con duro se refiere tanto a nivel físico como mental. Lo que busca la robótica es desplazar ciertas tareas ineficientes hacia la tecnología. «Lo que hace es terminar con ciertas tareas. Liberas capacidad para dedicarla a otros asuntos, ya que habrá tareas que para entonces no tendrán ningún valor», explica González Gugel.

Prueba de cómo la automatización gana adeptos entre las empresas es la manera en que se ha incrementado la demanda de robots . Según la Federación Internacional de Robótica , en 2001 se vendieron 78.055 unidades; en 2009 cayó su éxito hasta las 60.018 y, desde entonces, la estadística camina de récord en récord. En 2017, último ejercicio con datos, se colocaron en el mercado empresarial 381.335 robots y la proyección es alcanzar los 630.000 en 2021. Pascual Restrepo, profesor de Economía de la Universidad de Boston, calcula que cada máquina puede sustituir a entre uno y dos empleados, con la virtud de poder trabajar las 24 horas. Realizando el cálculo, en 2017 la robótica habría ocupado hasta 762.670 puestos de trabajo y alcanzaría hasta los 1.260.000 dentro de dos años.

No son cifras descabelladas al compararlas con la estimación del World Economic Forum : en su último informe del ramo vaticinaban que, hasta 2022, la automatización desplazaría a 75 millones de personas, aunque acto seguido continuaba con que 133 millones de empleos nacerían con ella. Una creación neta de 58 millones de puestos de trabajo, hasta el año 2020. Además, un informe de 2018 de PwC auguraba que aportará a la economía mundial 15,7 billones de dólares para 2030, de los cuales un 42% corresponden a alzas de productividad y el porcentaje restante a efectos secundarios del consumo. Esto a futuro, pero su efecto se ha dejado sentir ya durante veinte años: el Center for Economics and Business Research , en Reino Unido, defiende que la robótica ha tenido un impacto del 3,4% en el PIB desde 1993 hasta 2015.

Costes laborales

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) , con datos de Boston Consulting Group, señaló en un reciente estudio que, a consecuencia de reemplazar humanos por máquinas , los costes laborales se verán también minorados sustancialmente en unos países y moderadamente en otros. Corea del Sur, con un 33% de reducción de gasto en empleados en 2025, es el territorio que más rédito puede sacar de los robots, seguido de Japón (25%), Canadá (24%) y Estados Unidos (22%). La cifra en España desciende hasta el 6%, debido a que hoy día son las regiones más industrializadas las que tienen más posibilidades de beneficiarse. «El peso de la automatización en un país industrial será mayor, aunque también hay una fuerte tendencia a implementar estas tecnologías en el sector servicios», comenta el experto de Deloitte.

Hay quien dice que sería un «win-win» para sociedad y empresarios. La cadena funciona para intentar que nadie salga del eje del Estado del Bienestar y sea expulsado de la vida laboral. «Si la automatización reduce los costes laborales en un 33% (Corea del Sur), los precios bajarán en una cuantía similar. Los empresarios logran retener una parte de las ganancias, los dueños del capital capturan otra parte en aumentos de rentabilidad y los consumidores se benefician de la reducción en precios », sostiene Restrepo. Aun así, es consciente de que habrá segmentos de población que asumirán un coste al no poder reciclarse en lo laboral.

Esa falta de cualificación se antoja como un reto para compañías y gobiernos. Los expertos alertan de que, sin formación, el camino será largo y tortuoso. «La Comisión Europea anunció hace tiempo que, para el 2020, 500.000 empleos se iban a quedar sin cubrir por no tener personas suficientes con conocimientos en competencias digitales. Las tendencias demográficas indican que, en los próximos 25 años, el mayor problema puede no ser la falta de trabajo, sino la falta de trabajadores cualificados», sostienen en Google.

La falta de cualificación será un quebradero de cabeza acuciante a futuro y eso queda patente en el tipo de puestos y los tramos de edad en los que tendrá mayor incidencia la automatización . Los informes del World Economic Forum y de consultoras como PwC dividen la automatización en tres fases: una primera hasta principios de los años 20 (algorítmica), una segunda a finales de la misma década (de desarrollo, ya con interacción) y una tercera a mediados de los años 30 (autonomía). Así, el análisis por rango ocupacional muestra que serán los operadores de máquinas y ensambladores los que más sufrirán la automatización, con más de un 60% de los empleos en manos de los robots a partir de 2035, según el estudio de PwC. Les siguen los trabajadores de oficina y los artesanos, siendo estos primeros los que más rápido verán evolucionar la automatización en su rama.

Por edades y sexo, el panorama parece pintar peor para hombres que para mujeres. Los hombres jóvenes, con cerca del 48% de empleos automatizados en 2037, son el colectivo donde tendrá mayor impacto, seguido de los hombres jóvenes en torno al 36-37%. Por contra, aquellos con mayor cualificación no superarán el 10% de automatización en sus labores. Todo ello debido a que estos se desempeñan en tareas creativas, intelectuales , y no físicas como en el caso contrario.

El problema de cualificación es un asunto del que ya han tomado nota los gobiernos pero también las instituciones globales. Es el caso de la OCDE. «Según nuestros datos, casi uno de cada cuatro adultos carece incluso de habilidades básicas de procesamiento de información ( habilidades digitales ) y solo puede realizar tareas sencillas con los ordenadores, lo que les impide acceder a los buenos trabajos que se crean y en los que el sueldo está aumentando», sostiene Andrea Bassanini, economista principal en la División de Empleo e Ingresos de la Dirección de Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales de la OCDE.

Sin embargo, los robots no son la panacea; la Global Robot Expo trata de democratizar el impulso de la automatizació n , pero los expertos de todo el mundo son conscientes de que apostar por ella entraña riesgos que, a menudo, no son desdeñables. Tal es así que la OCDE advierte de que un 14% de los empleos están en riesgo de automatización y otro 31,6% en riesgo de cambio significativo -en España un 21,7% y un 30,2% respectivamente-. Para ellos, esto no es tanto una oportunidad sino una amenaza.

Exceso de automatización

Asimismo, la productividad es un valor seguro a la hora de vender sus bondades, aunque no todas las tareas son susceptibles de ser asumidas por las máquinas. No, al menos, en estos tiempos. «Aunque la automatización es importante, un énfasis sobredimensionado en ella puede ser contraproducente. Si apostamos por ella como el único motor de crecimiento, pronto nos encontraremos automatizando aplicaciones más y más marginales en las que las nuevas tecnologías aún no son muy productivas. Pecar de exceso puede resultar altamente disruptivo para los trabajadores y no traer grandes beneficios en términos de productividad», asegura Restrepo. El último informe de Deloitte al respecto señala que la principal motivación de las empresas para incluir los robots en sus procesos es el alza de productividad . Un 38% lo sitúa en primer lugar, seguido del 18% del objetivo de mejorar la experiencia del cliente y del 16% de la ampliación de la escala de la automatización.

Hay expertos que van más allá respecto a los perjuicios que pueden causar los robots. Carl Benedikt Frey, codirector del programa de Tecnología y Empleo de la Oxford Martin School de la Universidad de Oxford, ahonda en la idea de que «son necesarios en las empresas si quieren mantener la competitividad. Es importante recordar que, en los últimos dos siglos, los robots nos han permitido producir más con menos personas, lo que nos ha generado riqueza».

Más allá de ello, no duda al defender que la sociedad no tiene la necesidad de automatizarse; solo las compañías. De hecho, este académico -autor de la obra «The technology trap: capital, labor, and power in the age of automation», que se publica este junio- ha constatado que la era actual tiene similitudes con la Revolución Industrial . «Como está ocurriendo ahora, los empleos de ingresos medios desaparecieron cuando los artesanos fueron reemplazados por la expansión de la fábrica mecanizada. Como está ocurriendo ahora, la desigualdad se disparó a medida que desaparecían los empleos de ingresos medios, mientras las ganancias aumentaban. Como está ocurriendo ahora, el progreso tecnológico cambió todo el tejido social ya que las personas que trabajaban en sus hogares se agruparon en ciudades industriales, donde se formó lo que Karl Marx llamaría clase trabajadora», destaca Frey. Según datos de la OCDE, la clase media cada vez es más estrecha en buena parte del globo. Como ejemplo, que en EE.UU. se redujo un 4,3% desde mediados de los 80 hasta 2015; un 5% en Alemania; y un 3,7% en España.

Otro de los problemas de la automatización está en los salarios. «Los robots han contribuido a aumentar la desigualdad salarial desde la década de 1990. En particular, ha reducido los salarios de los trabajadores de ingresos medios que anteriormente trabajaban en las líneas de montaje de las fábricas», destaca Frey, de la Universidad de Oxford. Concretamente, las estadísticas que manejan los especialistas Pascual Restrepo y Daron Acemoglu muestran que un robot por cada 1.000 trabajadores humanos reduce los salarios en un 1,6% . Aun así, debe imperar la cordura, dicen. «La tecnología y las personas van a un ritmo distinto», dice González Gugel, de Deloitte.

El profesor Frey en su nuevo manuscrito dice lo siguiente: «Si hubiera un Premio Nobel por predecir el futuro del trabajo, debería haber ido a Herbert Simon (...). Básicamente predijo el vaciamiento de los empleos de la clase media antes de que sucediera». Hoy, ya hay muchos que auguran una situación similar en la que denominan Cuarta Revolución Industrial.

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