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Bruselas veta la fusión de Siemens y Alstom pese a la presión de Alemania y Francia

La Comisión Europea alega que la operación dañaría la competencia en el mercado ferroviario

Tren aleman fabricado por Siemens saliendo del Eurotúnel AFP
Rosalía Sánchez

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El proyecto francoalemán de crear un gigante ferroviario a partir de la fusión de Alstom y Siemens ha descarrilado. La Comisión Europea ha vetado la adquisición del fabricante galo Alstom por parte del alemán Siemens al considerar que la operación dañaría la competencia en los mercados de trenes de alta velocidad y sistemas de señalización. El Ejecutivo comuntario frena así en seco el megaproyecto empresarial a pesar de la presión ejercida en las últimas semanas por Alemania y Francia, que exigían que se le diese el visto bueno para poder crear un conglomerado capaz de competir con la china CRRC (China Railway Rolling Stock Corporation) .

Alstom y Siemens anunciaron en septiembre de 2017 su fusión para crear el número dos mundial del sector ferroviario y alcanzar una dimensión suficiente para competir a nivel global, especialmente con el gigante chino CRRC. El grupo resultante, que habría estado controlado por Siemens, hubiese contado con una plantilla conjunta de 62.300 empleados, una facturación anual de 15.300 millones de euros, una cartera de pedidos de 61.200 millones y unas sinergias esperadas de 470 millones.

La evaluación hecha por la Comisión Europea, que debía autorizar la transacción llega a la conclusión de que la fusión de Siemens y Alstom se habría convertido en líder en el mercado de sistemas de señalización para varias grandes líneas de tren así como de metro. Además, el informe del Ejecutivo comunitario señala que habría adquirido una posición dominante en el mercado de materiales rodados para trenes de alta velocidad, copando una gran parte del mercado tanto en Europa como en el resto del mundo a excepción de Corea del Sur, Japón y China, que no están abiertos a la competencia.

Así las cosas, Bruselas concluye que la operación «habría perjudicado la competencia en los mercados de sistemas de señalización de ferrocarriles y trenes de muy alta velocidad» , según ha explicado este miércoles la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, que ha rechazado además los argumentos de Berlín y París de que vetar la operación supone impedir crear un competidor frente al chino CRRC. La investigación comunitaria tuvo en cuenta la competencia en el mercado global y especialmente por parte de proveedores chinos, y Competencia esgrime que «es muy improbable» que esas compañías entren en el mercado europeo de los trenes de alta velocidad ni en el de señalización, y que por tanto es mejor tener dos competidores europeos, aunque más pequeños, de escala globlal.

A la vista del posible veto de Bruselas, en las últimas semanas ambas compañías había ofrecido algunas soluciones, en el argot de Competencia llamados remedios y que suelen consistir en la transferencia o cesión de algunos activos en las áreas de negocio que suscitan dudas, que sin embargo la Comisión Europea ha considerado insuficientes. «Sin compromisos suficientes, esta fusión habría resultado en precios más altos para los sistemas de señalización que mantienen seguros a los pasajeros y para las siguientes generaciones de trenes de alta velocidad. La Comisión ha prohibido la fusión porque las compañías no deseaban abordar nuestras serias preocupaciones», ha dicho Vestager.

Alemania trata de levantar barreras contra China

El gobierno e Berlín ha recibido como un duro golpe la decisión de Bruselas de impedir la fusión entre Siemens y Alstom, una operación pensada para crear un gigante europeo que pueda hacer frente al embate chino. El gobierno de Merkel, de hecho, no piensa quedarse de brazos cruzados ante ese revés. «Estamos convencidos de que tenemos que repensar y modificar las reglas europeas de la competencia», dijo el ministro alemán de Economía, Peter Altmaier (CDU), anunciando «la preparación de una iniciativa germano-francesa» en esta materia. Solo unas horas antes, en la cancillería de Berlín, había tenido lugar un consejo de ministros extraordinario con un solo punto en el orden del día: poner coto a la presencia de la china Huawei en el desarrollo de la red 5G en Alemania. La propia canciller Merkel declaraba el pasado lunes, durante una visita oficial a Japón, que «hay un gran debate en Alemania sobre la conveniencia de usar teléfonos de Huawei», en una inaudita referencia negativa por parte del gobierno alemán a una marca. Merkel sostiene que es necesario entablar conversaciones con Pekín para «asegurarse de que la empresa no entrega todos los datos de uso al Estado chino, sino que hay salvaguardias suficientes», de manera que, «cuando trabajas en Alemania, el Estado chino no pueda acceder a los datos de todos los productos». Sus ministros trabajan en un catálogo de medidas que será hecho público la próxima semana y en el que se está debatiendo incluso la exclusión de Huawei como proveedor de componentes para el 5G. El presidente de los servicios alemanes de inteligencia, Dieter Kempf, reconoce la amenaza, pero desaconseja medidas extremas como la exclusión «porque eso tendría graves consecuencias y China podría como respuesta tomar medidas contra empresas alemanas que afectarían a los precios».

El caso es que Alemania es consciente de que debe protegerse de la estrategia tecnológica e industrial de China pero no acierta a decidir de qué manera. El ministro Altmeier ha sugerido incluso que el Estado alemán podría comprar participaciones de empresas del país para evitar que entidades extranjeras tomen el control de firmas que pertenezcan a sectores tecnológicos clave. Se refería a empresas con contratos de desarrollo de red o con patentes que podrían quedar en manos de empresas Chinas a raíz de la agresiva política de compras que llevan a cabo en la red de pymes alemanas. En la presentación de la nueva estrategia industrial de Alemania, 'Estrategia de la Industria Nacional 2030', Altmeier ha asegurado que medidas de este tipo son en su opinión necesarias para mantener la cohesión del país.

«La supervivencia de compañías como Thyssenkrupp, Siemens, Deutsche Bank y los fabricantes de automóviles de Alemania es de interés nacional», según Altmaier, que sugirió la creación de un fondo de inversión para apoyar a las industrias clave ante la desigualdad de reglas a nivel mundial. «Puede darse hasta el caso de que el Estado tome participaciones temporales en compañías, no para nacionalizarlas y gestionarlas a largo plazo, sino para evitar que las tecnologías clave se vendan y se vayan del país», ha explicado el ministro.

Alemania ya ha comenzado a tomar medidas legislativas. Un proyecto de ley aprobado el pasado mes de diciembre otorga al gobierno alemán el derecho a estudiar en profundidad y potencialmente bloquear todas las inversiones extranjeras en sectores sensibles en los que una compañía no europea adquiera más del 10% de una empresa alemana. El anterior umbral era del 25% . La ley se aplicará a empresas de seguridad y defensa, además de todas aquellas que operen infraestructuras esenciales como las de energía, electricidad, telecomunicaciones y medios de comunicación. «Se trata de un paso extremadamente importante para proteger nuestra seguridad nacional», ha justificado el ministro Altmeier. «Es el resultado de haber repensado en profundidad toda nuestra relación económica con China», admite el director del Instituto Global de Políticas Públicas de Berlín, Thorsten Benner.

Entre las más preocupantes, está la compra por 4,5 millones de euros de Kuka, un fabricante alemán de robots industriales, por parte de la china Midea, que tuvo lugar en 2016. A precio de coste y aprovechando una situación delicada en la alemana, la china se hizo con patentes punteras en el sector de la robótica que había costado mucho tiempo y muchos millones de euros desarrollar. La oferta presentada por Fujian para adquirir Aixtron, un productor alemán de microprocesadores, fue evitada a tiempo, al igual que la oferta por el 20% del operador de electricidad de alto voltaje 50Hertz.

La consultora Ernst & Young calcula que 58 empresas alemanas pasaron entre enero y octubre del pasado año a manos de inversores de China y de Hong Kong, diecinueve más que hace tres años. La suma de esas adquisiciones alcanzó los 11.600 millones de euros, una cantidad veinte veces superior a la del año anterior. La compra de empresas alemanas por inversores chinos se ha disparado, pero en China hay muy pocas adquisiciones alemanas. La situación es asimétrica y tras los altos precios que pagan las empresas chinas se esconde a menudo el interés estratégico del Estado. «Este es un tema fundamental para la política alemana, y no es solo un problema económico, sino que es una pregunta que tiene gran importancia para la cohesión del país y la legitimidad del sistema democrático», insiste el ministro Altmeier.

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