ABC Biosca, con 'B' de Bitcoin: una macroestafa en moneda digital
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Biosca, con 'B' de Bitcoin: una macroestafa en moneda digital

Dos querellas en nombre de ya más de trescientos afectados en la Audiencia Nacional piden cuentas a un bróker, detenido la semana pasada, por las cuantías que le confiaron para invertir y de las que nunca más supieron

Isabel Vega

Nadie da duros a pesetas hasta que el reloj nuevo de tu mejor amigo te dice lo contrario. Y preguntas. Y te cuenta que hay un tío listísimo en Toledo, un 'crack' que planta tu dinero en Internet, lo cuida, lo riega y le salen flores. Más un 20 por ciento de interés. ¿En qué? En el futuro, la moneda digital , esa medida de cambio que por días cotiza tan alto como el petróleo y que, se supone, acabaremos usando todos en lugar del metal que se pierde en los bolsillos. ¿Quién es? Apunta su número. Se llama Javier Biosca.

Esto es, en síntesis, lo que cuenta David, que como tantas otras víctimas de lo que acabó reuniendo todos los visos de una estafa, habla con ABC a condición de que ni su foto ni su nombre real aparezcan publicados. Miedo y vergüenza pesan a partes iguales en esta historia. Esos datos sí se los ha dado a la Audiencia Nacional, donde ha acudido con procurador, abogado y la fuerza de varios centenares de afectados que reclaman, como él, que Biosca les devuelva el dinero invertido, la dignidad y, de paso, las riendas de sus vidas.

Es 2019 y ni la devastación de la pandemia, ni la sospecha de una estafa –como tampoco la leyenda negra que crecería en torno a Biosca y que explica, en parte, el temor de los denunciantes a exponerse– se intuyen aún. Lo que se veía era un hombre con buena pinta, casado con una rubia encantadora y con un hijo espabilado, que se había hecho a sí mismo jugando a ser primero SEO –el mago que consigue que miles vean un mismo contenido en internet– y luego 'hacker' –el que se sabe todos los trucos de la red–.

Hizo dinero y lo evidenciaba. Empezó a contar a su alrededor cómo lo conseguía y así llegaron los primeros inversores. Más dinero. Se definía como bróker y explicaba que había adquirido un sistema que le permitía, sin estar siquiera frente al ordenador, invertir y desinvertir en moneda digital, como el bitcoin, calculando las oscilaciones del mercado, de manera que se anticipaba y obtenía rentabilidades por encima del 30 por ciento. Con el tiempo, añadiría un supuesto equipo de informáticos muy buenos cuya existencia aún está por demostrar. Una de las dos querellas presentadas contra él en la Audiencia Nacional incide en que siempre careció de infraestructura.

Mansión alquilada por Biosca en una urbanización de Marbella con campo de golfABC

Un whatsapp, una opción

Quien le confiaba su dinero recibía a cambio una rentabilidad semanal que se acabaría fijando en un 5 por ciento, siendo el resto para él. No tenía ni página web ni, por tanto, publicidad engañosa que ahora se le reproche y, hasta la recta final del negocio, tampoco una empresa detrás, ni así a los reguladores encima. La fundaría en septiembre de 2020, casi dos años después de empezar, y en el Reino Unido: Algorithms Group LTD. Para entonces ya manejaba cantidades que se estiman millonarias de gente repartida por todo el país –se calcula que hay unos 600 afectados– y su negocio se precipitaba hacia el vacío tras crecer exponencialmente solo por el boca a oreja. ¿Y cómo te has comprado ese reloj?

El contrato, unos folios de redacción rudimentaria –como dicen ahora quienes los firmaron–, suscritos en su propio nombre y con una tranquilidad: se garantizaba la inversión inicial en todo caso. Semanalmente, enviaba un whatsapp a todos y cada uno de sus clientes con el balance de los últimos días. «Sus 10.000 euros son ahora 12.000 euros. ¿Qué desea hacer?». Las alternativas: retirarlo todo, retirar una parte, reinvertir. «Hay gente que ha ganado en muy poco tiempo muchísimo dinero y a otros les picaba el gusanillo y reinvertían», cuenta uno de los afectados, que incide en que al inicio Biosca cumplía. Lo sabe bien porque él, que había puesto dinero, se acabó convirtiendo en captador de nueva clientela. En colaboración con un colega, le llevaron a Biosca cerca de un millón de euros traducidos en muchos pequeños ahorradores a cambio de un fijo que nunca llegaron a cobrar. «En el banco tienes que pagar por guardar tu dinero, y aquí te daban rentabilidad. No son grandes inversores, sino familias, gente normal». Gente que había embarcado a otra gente, como una autónoma que aún se fustiga por haber invitado a su padre, pensionista, a meter los 3.000 euros que tenía. No los ha vuelto a ver.

También hay a quien se le fue de las manos el tema. «Yo no lo necesitaba en ese momento para comer, por así decirlo, y por eso, bueno, me arriesgué. Pero hay gente que hipotecó su casa para meter ese dinero en el negocio de Biosca y ahora el banco les está reclamando», añade otra perjudicada. Una de las querellas menciona intentos de suicidio y mucha, mucha familia rota.

De vuelta a 2019. Biosca ha hecho dinero. Contacta con alguien que conoce Marbella y le pide un favor: una buena inmobiliaria. También necesitaba, así, de repente, personal de seguridad. Alquiló una mansión en un campo de golf, se construyó una habitación del pánico, contrató personal de servicio y ‘dos armarios empotrados’ que le daban sombra en Puerto Banús, pese a las cristaleras de la marisquería a pie de mar donde, con cita, recibía a los inversores. Los confiados abrían la boca ante la brillantez de la que hacía alarde frente a aquel mantel de hilo, copa tras copa, destripando los secretos de la minería en Internet, los intereses geopolíticos de China o los acuerdos que, decía, fraguaba en Estados Unidos.

Fiesta de cumpleaños de Javier Biosca, vestido de negro y con sombrero

La pandemia le vino bien, cuentan. En la primera parte de 2020, mientras los españoles contenían el aliento, él jugaba ya con el dinero de quien, con el parón, no tenía otro ingreso. Llegó a celebrar lo que bautizó como «la fiesta del bitcoin» en pleno confinamiento. Otra vía de captación. Un invitado habla de gogós por todas partes y gente vestida de blanco. Una copa de Moët al entrar. Una foto con Javier y Paloma. Sonrían. Disfruten. Miren qué cochazos tengo en el garaje. Todo alquilado, por cierto. Nada que ahora un juez pueda ejecutar.

A la vuelta del verano, cuentan, empezaron los primeros problemas. Biosca, como su señora y su hijo, tiraban de buenas maneras para pedir paciencia. Estamos reestructurando, la pandemia y tal. Hubo quien se desesperó y se plantó en Marbella para volver de manos vacías. También quien le ofreció ayuda para organizar el sistema. «Si me va bien a mí, nos va bien a todos», solía decir. Hubo quien en aquellas fechas, sí pudo retirar parte de la inversión, como hubo quien se quedó tranquilo cuando los whatsapp semanales en octubre volvieron a llegar.

El descalabro final

Para Navidad, explican un par de afectados, ya no se atendía a los nuevos inversores que, de oídas, querían entrar. La querella destripa que en aquella época alquiló un jet privado y con una camarilla se fue a Guinea-Bisáu algún tiempo –hotel de cinco estrellas, seguridad militar, pagos por adelantado– para comprar un banco. La leyenda negra dice que tiró de contactos para conseguir un pasaporte diplomático, porque a Biosca hay quien le presume amigos al más alto nivel. También enemigos de los que uno no querría tener, sobre todo si llegaron a la reunión de Puerto Banús con escolta privada, un intérprete y maletines llenos de dinero en efectivo. Esta es la razón, dicen quienes manejan esta tesis, de que se esfumase primero y luego se dejase detener: «Tiene más miedo de esos que de la justicia».

El epílogo de la historia aún está por escribir. Cuando los españoles entraban en 2021, su mujer, su hijo, su madre y un sobrino con discapacidad que también presentaba a sus clientes –«una familia de diez», se decía– habían cambiado la mansión por pisos de barriada. Llegaron las denuncias, una orden internacional de búsqueda y su detención a principios de la semana pasada. Seguía en Málaga. Según una de las querellas, las mujeres de su vida alegan que las dejó tiradas. Lo cierto es que la reclamación se dirige también contra la esposa y el hijo: delito continuado de estafa, blanqueo y organización criminal. A ver qué pasa.

Su entrada en prisión provisional, por orden del juez Santiago Pedraz, es para algunos ya una victoria. Quizá no intuyen que en la Audiencia Nacional las batallas siempre son largas. En unos días será llamado a declarar. Mientras, la Policía Judicial trabaja. En la querella impulsada por la letrada Emilia Zaballos se cuentan en 300 los afectados –y subiendo–. La otra es de Juan Carlos Gómez León, Gran Vía Advocats. Lleva ya a una veintena. Entre ellos, hay quien estaría dispuesto a derrotar a cambio aunque sea del invertido inicial. Otros quieren el monto final más intereses. Confían en que, si la leyenda es cierta, la gente con dinero oscuro no vaya a reclamar y así lo amasado por Biosca sea suficiente para devolver lo que le confiaron los más pequeños. El miedo, que todo es digital y viaja deprisa. El amigo del reloj aún lo tiene en la muñeca. Su dinero, a saber dónde está.

Una montaña rusa de la inversión

Daniel Caballero

Quien compró un bitcoin a menos de 1.000 euros a principios de 2017 podría haberlo vendido a más de 55.000 en abril de 2021. Multiplicar por más de 50 la inversión en cuestión de algo más de cuatro años. Sin embargo, quien compró hace dos meses vería menguada su apuesta casi un 40% en caso de desprenderse ahora de ella. Esta es la montaña rusa no solo del bitcoin sino del conjunto de las criptomonedas en general. Un día estás arriba y al siguiente abajo. Sin regulación y sin protección.

«Los criptoactivos requieren de una diligencia superior –hoy por hoy– a la de otros valores tradicionales». Así se pronuncia José María Viñals Camallonga, profesor del programa especializado en ‘blockchain’ e innovación digital del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) y socio de Squire Patton Bogs. Pero ni siquiera conocer a fondo su funcionamiento protege al inversor; su volatilidad hace que sea un mercado extremadamente variable.

La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Banco de España emitieron un comunicado conjunto para advertir de lo que son las criptomonedas. Ni son un método de pago, ni están respaldadas por ningún supervisor ni autoridad pública, ni están cubiertas por sistemas como el Fondo de Garantía de Depósitos. A ello se une que su precio se forma bajo fórmulas que no están exentas de manipulación, como advierten ambas instituciones, y que son una inversión que a menudo puede quedarse sin liquidez. En suma, activos sin seguridad.

La CNMV y el Banco de España recuerdan que «no existe todavía en la Unión Europea un marco que regule los criptoactivos como el bitcoin, y que proporcione garantías y protección similares a las aplicables a los productos financieros». Lo único que hay en marcha, como asegura Viñals, es un reglamento europeo –conocido como Mica– para fijar un marco normativo para la emisión de criptoactivos y los proveedores de servicios sobre estos; también señala que las normas sobre blanqueo de capitales se han ido adaptando a estos productos, dado que estos últimos años han servido particularmente al blanqueo y financiación del terrorismo.

Francisco Isidro, profesor de Economía y Finanzas de ESIC, defiende que, por el momento, las criptomonedas funcionan en «modo irracional». Es decir, que nadie es capaz de prever su comportamiento, en parte porque no hay «un negocio subyacente real». La especulación es el día a día en este campo, lo que provoca multitud de altibajos en su cotización. «Este mercado es como mínimo 10-15 veces más volátil que el de las divisas. Eso lo hace muy peligroso para el inversor», asegura.

Así las cosas, este último experto sostiene que la CNMV lo único que puede hacer es entrar en fase de prevención, de alerta. Advertir a los inversores –institucionales y minoristas– de que para apostar por el bitcoin es necesario tener claro que el riesgo es de los más elevados que se puede asumir. De hecho, el Comité de Basilea, el organismo encargado a nivel internacional de la regulación prudencial de los bancos, ha planteado hace escasos días penalizar a las entidades financieras con exposición a las criptomonedas, vía mayores requisitos de capital.

El debate de una posible regulación solo se plantea de soslayo a nivel nacional, y se encuentra algo más avanzado en el ámbito europeo. Pero todavía sin concretar. La expansión de las criptomonedas continúa creciendo sin una normativa que le ponga coto, dejando el campo libre a que proliferen los fraudes y las estafas. «Se escucha que con 5.000 euros se ha ganado 3.000 en solo unos días. Esto genera el caldo de cultivo perfecto para las estafas, promesas de rentabilidad aparentemente fáciles que en realidad nunca llegan», asegura Isidro.

Aun así, no hace falta verse inmerso en un fraude para sufrir con este tipo de activos. Simplemente las restricciones de las plataformas de inversión provocan que las criptomonedas se vean restringidas en su operativa. Por ejemplo, si un determinado producto sufre una gran bajada o subida; las plataformas o bien se van a ver colapsadas por las órdenes de los usuarios o bien limitarán la posibilidad de comprar y vender. Esta montaña rusa, en ocasiones, por tanto, no queda más remedio que sufrirla.