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Bernard Madoff, el alumno aventajado de la hija menor de Mariano José de Larra

Bernard Madoff, considerado durante años un gurú de Wall Street, un mago de las finanzas, ha resultado ser, presuntamente, un simple estafador. Su potente negocio de asesoramiento de inversiones y gestión de carteras ha resultado ser un «chiringuito» chapucero que ha estafado unos 50.000 millones por el antiquísimo método de una «pirámide de Ponzi».

Sin embargo, Madoff podrá llevar la cabeza alta y asegurar que ha realizado una gran contribución a la ciencia económica. Hasta ahora, todos las explicaciones acerca de las estafas piramidales partían de la base de la «escasa cultura financiera de los afectados», que se habrían dejado embaucar. Desde ahora, nadie podrá razonar de la misma forma. Madoff ha atrapado a los más poderosos inversores del mundo, a los grandes tiburones y a los fondos más sofisticados.

«Los inversores ya no reclaman confianza, reclaman el dinero», señalaba el jueves Miguel Angel Nieto, analista de IG Markets, para explicar el «efecto Madoff» sobre los mercados. Otro efecto es la petición de aumentar el control sobre las actividades de gestión de carteras, más restricciones a la actividad de los «hedge funds», pero suena un poco a más de lo mismo.

Cuando estallaron los escándalos de Enron y WorldCom y se llevaron por delante los ahorros de cientos de miles de accionistas de ambas empresas a base de «contabilidad creativa» se puso en la picota a los auditores y se dictaron leyes. El auditor de Madoff era una empresa con tres personas en nómina, una de ellas un jubilado de 78 años. Y cuando estalló la burbuja «subprime», las agencias de «rating» fueron el centro de la diana, pero a día de hoy siguen estableciendo los baremos por los que se guía el escasísimo mercado crediticio que aún queda en pie.

Poco cabe esperar de las supuestas nuevas regulaciones. De hecho, en la mayor parte de los países desarrollados los negocios estructurados a través de «esquemas de Ponzi» son ilegales y aún así, de cuando en cuando, surgen casos a cual más pintoresco o preocupante.

D oña Baldomera Larra

Atribuyen los tratados económicos-siempre sesgados hacia el mundo anglosajón- la primera estafa piramidal a un tal William Miller, en el año 1899, pero lo cierto es que ya en España se había producido una estafa de este tipo con anterioridad, cuya protagonista había sido Doña Baldomera, curiosamente hija menor del insigne Mariano José de Larra.

Corría el año 1876 cuando Baldomera Larra Wetoret, abandonada por su marido, ideó una forma de salir a flote. Con los últimos restos de su patrimonio consiguió fama de «milagrosa» con el dinero a base de acudir a una prestamista y solicitar una onza de oro bajo promesa de devolver dos en una semana.

Durante varias semanas cumplió el trato y rápidamente se corrió la voz de la «multiplicación de las onzas de oro», con lo que mucha gente comenzó a acudir a Doña Baldomera en busca de las rentabilidades que ella conseguía.

Ese fue el origen de la Caja de Imposiciones, establecimiento que funcionó a plena luz del día y que recaudó hasta 22 millones de reales. El mecanismo de pagos era simple: pagaba un 30% mensual a los clientes con el dinero que ingresaba de los nuevos que captaba. El negocio fue viento en popa hasta elmes de diciembre de 1876, momento en el que Doña Baldomera -también conocida como «La Patillas» por unos curiosos tirabuzones que lucía en su peinado- desapareció con todo el dinero que en ese momento tenía almacenado.

Condena conjunta

Dos años después se presentó ante el juez, presa de remordimiento, y fue condenada junto a sus principales colaboradores a prisión. Uno de sus colaboradores recurrió la sentencia y finalmente fue declarada inocente. Cuentan las crónicas que Doña Baldomera solía decir que «mi método es secreto, pero el día que se conozca todos verán que es tan sencillo como el Huevo de Colón».

El dudoso honor de Carlo Ponzi

Efectivamente, era muy sencillo y de ello dio prueba Carlo Ponzi, un famoso delincuente italiano nacido en Parma y emigrado a Estados Unidos en 1903, que tiene el dudoso honor de que su apellido sirva para denominar genéricamente a estas estafas.

Entre 1919 y 1920, Ponzi captó en Boston y sus alrededores nada menos que nueve millones de dólares de la época y llegó a ofrecer intereses trimestrales del 100% durante algunas fases del «negocio». Su excusa fue la inversión en sellos, pero nunca compró uno. Cabe decir que utilizó el dinero para comprar un banco, el Hanover Trust of Boston, y que devolvió el dinero a algunos clientes, lo que le creó una aureola de héroe popular.

«A banqueira do povo»

También fue una heroína popular Maria Branca dos Santos, quien puso en jaque al sistema financiero portugués, que asistía atónito al espectáculo de miles de clientes retirando su dinero de los bancos para entregarlo a «a banqueira do povo».

Las actividades de Doña Branca se cortaron de raíz en 1984 tras la intervención televisiva del ministro de Economía portugués de la época sugiriendo que se trataba de una estafa y recomendando a la gente recuperar su dinero, si ello era posible. Tanta fue su popularidad que se hizo un serial sobre su vida que fue un gran éxito en la televisión portuguesa.

Gescartera, Fórum, Afinsa...

Y qué decir de Fórum Filatélico y Afinsa. Ambos comparten la inversión en sellos, pero a diferencia de Carlo Ponzi, estas dos empresas sí invirtieron en estampillas de correos. El problema fue que, según los peritos judiciales, los sellos no respaldaban ni de lejos las cantidades depositadas por los clientes.

Otro ejemplo claro fue la Gescartera de Antonio Camacho. Captaba dinero para invertir y tapaba las pérdidas pagando a los antiguos clientes con lo que ingresaba de los nuevos. La gran novedad de Gescartera fue incluir en la «nómina de afectados» a dos sectores tradicionalmente a salvo de este tipo de asuntos: militares y religiosos, colectivos entre los que Camacho gozó de prestigio.

Pero no acaba aquí la lista y ni siquiera son los españoles los casos más graves. En Albania tres cuartas partes de la población estuvieron inmersas en pirámides que llegaron a representar más de la mitad del PIB. El estallido de las pirámides llevó a una anarquía que causó 2.000 muertos.

Y aún están por comprobarse las consecuencias del derrumbe de la pirámide DMG en Colombia. Su creador, David Murcia Guzmán, ya está en la cárcel, pero se ignora el alcance real del agujero.

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