La «operación Bankia» hace extraños compañeros de cama... por un rato
La salida a bolsa de la gran fusión promovida por Caja Madrid y Bancaja es clave para dar credibilidad a la reforma financiera y sitúa al gobierno de Zapatero en manos del antiguo vicepresidente económico de aznar
El 3 de julio es la fecha mágica que ha marcado Rodrigo Rato en su libreta verde como límite para la fijación del precio correspondiente a la oferta pública de venta de Bankia, probablemente la más importante salida a Bolsa de los últimos años y ... sin duda ninguna la gran prueba de resistencia a la que todavía debe enfrentarse el sistema financiero español. La credibilidad de todo el proceso de reconversión, ajuste y saneamiento bancario depende de una operación que exige cuidados intensivos y en la que el Gobierno de Zapatero no tiene más remedio que ponerse en manos del antiguo vicepresidente de Aznar.
Elena Salgado, matrona de la política económica española, puede estar tranquila porque el doctor es toda una eminencia en la materia como se deduce de su dilatada hoja de servicios. El problema es el paciente, que ha llegado a la sala de quirófanos con un cuadro clínico realmente lamentable. No en vano, la fusión promovida por Caja Madrid y Bancaja es una de las más atacadas por el virus del ladrillo, el mismo que se ha llevado por delante casi cinco puntos del PIB en los últimos tres años y que está a punto de traducir sus efectos demoledores con un récord histórico de paro superior al 21% en la próxima Encuesta de Población Activa (EPA).
Bankia requiere una dosis muy fuerte de calmantes que mitigue el dolor de una reparación en la que se van a emplear multimillonarias dotaciones de recursos públicos. Para ello el cirujano ha pedido a los anestesistas del Banco de España una especial generosidad a la hora de suministrar los 4.465 millones de euros comprometidos por el FROB. El equipo médico dirigido por Rato necesita que Miguel Ángel Fernández Ordóñez le ayude a extirpar la zona dañada pero también que le permita limpiar de toda impureza la parte sana como única forma de garantizar la plena recuperación del enfermo.
La clave de la intervención estatal en la gran fusión de cajas consiste precisamente en la separación de negocios y actividades en dos marcas claramente diferenciadas. De un lado el Banco Financiero y de Ahorros (BFA), denominación social del proyecto utilizado originalmente como Sistema Institucional de Protección (SIP) y que está condenado a servir de banco malo depositario de todos los activos tóxicos inmobiliarios. La contrapartida en el balance de esta entidad serán las posiciones industriales estratégicas, cuyos dividendos se dedicarán a la cobertura sistemática de provisiones durante los próximos ejercicios.
Todas las acciones que Bankia posee en Mapfre, Banco de Valencia, Iberdrola e Indra serán transferidas al BFA, que se convertirá así en una especie de sociedad de cartera del grupo fusionado bajo el mando director del actual presidente de Bancaja, José Luis Olivas. Al menos ese es el pacto inicial suscrito con Rodrigo Rato aunque lo más importante para los promotores del acuerdo es negociar antes que nada un compromiso de garantía con el FROB, de manera que los créditos preferentes sean destinados en su totalidad al banco malo.
La transfusión del Estado al sufrido BFA facilitará la puesta de largo de Bankia y su presentación en Bolsa más guapo que un San Luis. El objetivo es delimitar el perímetro de un banco tan rico y tan bueno que pueda ofrecer un interesante descuento en el precio de colocación con el fin de garantizar el recorrido de la acción y otorgar un seguro de rentabilidad a todos los inversores.
La CNMV no quiere asumir ningún riesgo y ha exigido que la OPV de Bankia busque de entrada un mínimo de 40 grandes inversores capaces de absorber el 20% de la oferta. El supervisor trata de sacudirse la responsabilidad con la fijación de un precio justo en el segmento institucional que sirva de salvoconducto en el tramo minorista. Julio Segura no tiene nada que temer porque Rato, de casta le viene al galgo, aspira a mayor gloria y pretende salir por la puerta del Príncipe con una intervención que marque época y renueve el viejo espíritu del capitalismo popular ensalzado durante la célebre etapa de las privatizaciones.
La desamortización de las cajas, como en su día la venta de las joyas de la corona en poder del antiguo INI, es la prueba de fuego de un cambio económico que no ha hecho más que empezar en España. La llamada «operación Bankia» representa casi una cuestión de Estado ahora que vuelve a repuntar la prima de riesgo de la deuda pública. El Gobierno socialista puede anotarse un éxito sin precedentes que le ayudará a convalidar la reforma financiera exigida por Ángela Merkel y la Unión Europea. Para el Partido Popular supone si cabe un triunfo más sonado y trascendente porque vendrá a demostrar que la gestión de la crisis debe ser encargada a gentes que sepan lo que se traen entre manos. Es la eterna paradoja de la política, que siempre termina por hacer extraños compañeros de cama. Aunque esta vez solo sea por un rato.
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