«La avalancha de pisos turísticos ha aumentado la turismofobia»

—¿Cuál es el principal problema que afecta al sector turístico porque parece que todo sea positivo, con records consecutivos de visitantes año tras año?

— Son varios pero, por ejemplo, hemos detectado que más del 50% de la insatisfacción ciudadana que termina culminando en un rechazo al turismo en general procede de barrios turísticos arrasados en su personalidad, su fisonomía, en los precios del alquiler y un largo etcétera por parte de los usuarios de las viviendas turísticas. Sucede en muchos barrios, como el de Las Letras en Madrid o el de Gràcia en Barcelona, entre otros.

—¿En qué medida la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la UE que obliga a Uber a cumplir las mismas normas que los taxis puede ayudar a frenar las viviendas turísticas?

— El fallo es muy importante porque nos ayudará a frenar los pisos turísticos y, por ende, la turismofobia, que es la suma de la masificación de algunos destinos más la percepción negativa del turismo que tienen algunos ciudadanos que han visto cambiar sus barrios fruto de las viviendas turísticas.La única manera de controlar este fenómeno es la propia plataforma de alquiler, que no podrá poner en su web viviendas que no cumplan la normativa y, además, el Gobierno aprobó a finales de diciembre que el alquiler de cualquier vivienda tiene que declararse con el número de registro catastral del inmueble para que paguen impuestos. La cuestión ahora es que todas las Administraciones españolas tienen que crear un nuevo marco normativo homogéneo fiable que ponga orden en este desmadre, y exigirle a Airbnb que cumpla la ley.

—Y para la masificación, ¿qué soluciones barajan?

— La cuestión no es fácil de resolver porque, según datos de la OCDE, las clases medias de países como China e India amenazan con masificar aún más algunos destinos porque todo el mundo quiere ir a los mismos sitios. Hay que llegar a un consenso para poner límites de alguna manera, y ahí es donde empieza el problema porque se pueden subir precios, limitar el número de cruceristas en determinados momentos, reducir los slots de las aerolíneas de bajo coste, poner una docena de ecotasas diferentes, limitar el urbanismo para que no haya nuevas inversiones, ...y todo esto con los turistas llegando en masa cada año y al alza y queriendo ir a los mismos sitios. Venecia es un perfecto ejemplo de desertización creciente de la ciudad por parte de los residentes, es como un parque temático. Se masificarán Barcelona, Madrid, Málaga, Palma....es un problema de ciudades más que de zonas de vacaciones.

—¿ Y dónde está el límite?

— Lo primero que hay que hacer es reelaborar las métricas, los indicadores, para que se tenga en cuenta el valor percibido, el efecto redistributivo a nivel local, la mejora de creación de empleo,etc....en definitiva indicadores que conecten mucho más con la sensibilidad de la población civil donde se desarrolla el turismo, de tal modo que si tenemos en cuenta este razonamiento el límite estará en el nivel en el que la sociedad civil considere que el turismo no está mejorando su calidad de vida.

—¿Y qué se puede hacer desde la gobernanza?

— La gestión pública por sí sola ya no es suficiente desde hace tiempo, y la gestión público privada tampoco ya que ahora hay que integrar a los ciudadanos y a los diferentes colectivos. No hay que ningunear los primeros atisbos de una contestación social al turismo y busquemos soluciones. En cuanto a las ciudades, tiene que haber modelos de gestión que determinen el proyecto de ciudad a nivel turístico que se quiere diseñar y orientar las políticas en ese sentido, como el sistema de reserva previo para visitar los principales monumentos, como pasa en la Torre Eiffel.