El arma económica de las sanciones
Sólo el triunfo de los principios del liberalismo y la globalización ha permitido que los castigos económicos contra los agresores se estén volviendo cada vez más eficaces
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Iniciar sesiónNo ha podido ser más oportuno el historiador británico Nicholas Mulder con el lanzamiento de su libro ‘The Economic Weapon’ (Yale University Press, 2022), una historia de las sanciones económicas y su transformación en una moderna arma de guerra a lo largo del ... siglo XX y XXI. El libro, disponible de momento solo en inglés, ha salido al mercado justo cuando arrecia el debate sobre la efectividad y el alcance de las sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania.
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La obra es una historia de los orígenes, en el periodo de entreguerras del siglo XX, de las sanciones internacionales como un elemento de coerción a distancia en tiempos de paz y cómo éstas cambiaron los asuntos internacionales. Mulder sostiene que estas medidas fueron una herramienta política potente, pero inestable e impredecible, cuya importancia para la crisis internacional de las décadas de 1930 y 1940 fue mucho mayor de lo que generalmente se supone.
La integración global de las cadenas de producción hace muy difícil que un país se convierta en una isla
Hay que entender, y esta es una de las grandes lecciones del libro, que la transformación de las represalias económicas en un arma sólo ha sido posible en un mundo donde los principios del liberalismo y la globalización se han impuesto, es decir donde está vigente el interés por mantener la libertad de comercio, la de movimiento de capitales, de personas y de conocimientos (información). De otro modo, en un modelo autárquico, su eficacia sería dudosa.
Las sanciones son herederas del bloqueo que fue el arma favorita de retorsión internacional del siglo XIX. Uno de los más famosos fue el de las costas venezolanas entre 1902 y 1903. Las marinas de guerra del Imperio Británico, el alemán y el Reino de Italia bloquearon los puertos del país exigiendo el pago inmediato de las deudas contraídas por el gobierno con las compañías de sus naciones. Puerto Cabello fue sometido a bombardeo en un ejemplo de la llamada ‘Diplomacia de las Cañoneras’.
La Liga o Sociedad de las Naciones, creada a partir de una idea del presidente norteamericano Woodrow Wilson tras el fin de la Primera Guerra Mundial, definió las sanciones económicas como su piedra angular. El artículo 16 del acuerdo que la establecía sostenía que cuando un miembro de la Liga incumplía sus obligaciones recurriendo a la guerra, los demás miembros «lo someterían inmediatamente a la ruptura de todas las relaciones comerciales o financieras».
Fue el historiador británico Edward H. Carr quien extendió la idea de que la Liga era un tigre sin dientes. Él creía que el idealismo y pacifismo que la había inspirado la convertía en un organismo inútil. Sin embargo, Mulder sostiene que la Liga no era nada ingenua a la hora de incorporar las sanciones económicas como el arma principal de su arsenal. Estaban muy lejos de ser un arma incruenta. Los bloqueos causaron la muerte de entre 300.000 y 400.000 personas en Europa Central por hambre y enfermedad. Se estima que en el Imperio Otomano fallecieron otro medio millón de personas por la misma razón. Pero como los bloqueos no jugaron un papel clave para debilitar a Alemania, muchos políticos de la época consideraron que eran inútiles.
En el periodo de entreguerras, el artículo 16 sirvió para disuadir a Yugoslavia de atacar a Albania y a Grecia de entrar en guerra con Bulgaria. Mulder sostiene que fue precisamente la falta de fe en este mecanismo, además del hecho notable de que EE.UU., preso de una ola de aislacionismo, no se integró en la Liga, lo que provocó que se extendiera la idea de que no funcionaban. Fueron empresas norteamericanas las que se negaron a embargar productos italianos cuando, en 1923, Italia bombardeó la isla griega de Corfú. Tampoco tuvieron utilidad cuando Mussolini decidió invadir Etiopía.
Los críticos de las sanciones aseguran que éstas sólo acicatearon el apetito de Hitler y Mussolini por anexionarse nuevos territorios en busca de los recursos que se les privaban. Esto es un indicio de que los países más agresivos de la época -Alemania, Italia y Japón- lejos de despreciar las sanciones, como aseguraba Carr, las temían. Mulder cuenta cómo se preocuparon por reducir su exposición a las mismas. Italia intentó hacerse autárquica, pero fracasó y se hizo dependiente de Alemania. Japón acabó en una «pervertida búsqueda de la autosuficiencia». Alemania terminaría produciendo sus teorías del ‘lebensraum’ (espacio vital) que ya se vislumbraban en los trabajos del estado mayor del general Ludendorff a finales de la Primera Guerra Mundial y que más tarde resucitarían los nazis para justificar su guerra contra la URSS.
No es fácil comparar la situación presente con el pasado reciente . La globalización económica ha alcanzado tal grado de sofisticación que las medidas de hoy no tienen parangón con las que se podían adoptar en los primeros 60 años del siglo XX. Hoy, el sistema financiero, como demuestra la decisión de excluir a algunos bancos rusos del sistema SWIFT, es clave. La integración global de las cadenas de producción hace muy difícil que un país se convierta en una isla. Los cuatro paquetes de sanciones aprobados por la UE contra Putin son cada vez más quirúrgicos, apuntando a bienes y personas concretas. El libro de Mulder es un relato notable de cómo el mundo ha intentado buscar medios incruentos de evitar la guerra y asegurar la paz.
Putin aseguró en una reunión con líderes de las regiones de Rusia que las sanciones están «creando nuevas oportunidades» para su economía. Rusia vive un periodo de autarquía, ya que ha prohibido las exportaciones de más de 200 productos que incluyen equipos médicos, de telecomunicaciones, de vehículos, agrícolas, eléctricos y madereros. Además, está bloqueando pagos de intereses a los inversores extranjeros y prohibiendo que las empresas rusas paguen a los accionistas extranjeros y ha impedido que los inversores internacionales que poseen miles de millones de dólares en títulos rusos los vendan.
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