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La apuesta por el hidrógeno verde pierde color en Portugal

La viabilidad del megaproyecto H2Sines, que preveía una inversión inicial de 1.500 millones, está en duda y EDP medita abandonar el barco

La planta, que iba a estar alimentada por energía solar, preveía la creación de mil puestos de trabajo
Francisco Chacón

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Un verdadero ‘terremoto’ sacude el segmento de la energía verde en Portugal, justo cuando el país vecino presumía de haberse situado a la cabeza de los recursos sostenibles. Y es que el megaproyecto H2Sines, el más ambicioso de los últimos años en el país vecino, está al borde del naufragio. Focalizado en la producción de hidrógeno verde a gran escala, el específico plan iba a responder a una inversión inicial de 1.500 millones de euros, aportados por un consorcio de empresas lusas comandado por EDP y secundado por Galp, Martifer y REN, más la danesa Vestas.

Las perspectivas, por tanto, apuntaban a un éxito espectacular… y ahora la iniciativa hace aguas porque el socio principal anuncia que puede abandonar el barco, lo cual hace temblar a los demás. Demasiado costoso para un contexto tan incierto como el actual e incluso se alzan las voces que clarifican que el presupuesto del conglomerado está «al borde de la ruina» y que hay «serias dudas sobre la viabilidad económica», tal cual asegura el prestigioso diario digital especializado ‘Dinheiro Vivo’, socio del periódico ‘Diário de Notícias’ y de la emisora de radio TSF.

Ese rincón del Alentejo llamado Sines, 16 kilómetros al sur de Lisboa, pierde así una oportunidad de oro para generar un total de 1.000 empleos, entre directos e indirectos, de acuerdo con las previsiones que ahora terminarán en el baúl de los recuerdos.

En consecuencia, los cimientos de la energía sostenible pueden tambalearse en Portugal y quién sabe lo que pasará con sus reiteradas apuestas y su idea de terminar la producción de carbón de aquí a 2025.

Pero ahora sale a la luz la otra cara del emergente sector, que parece ciertamente imparable pero que también comienza a experimentar los frenazos en toda regla (como en cualquier otro ámbito) por aquello de ‘no es oro todo lo que reluce’.

Además, los megaproyectos pueden caerse por su propio peso, como ha sucedido en esta oportunidad. En la práctica, cada compañía prefiere avanzar por su cuenta y no estar sujeta a unas directrices quizás algo megalómanas.

Lo que ha ocurrido es que era muy importante contar con un determinado respaldo del Gobierno socialista de Antonio Costa, sin el cual el consorcio no podría continuar adelante. Pero no han visto realmente la implicación satisfactoria (más allá de lo testimonial) que les habría gustado, probablemente porque el contexto se antoja difícil con TAP y Novo Banco reclamando contribuciones de millones de euros de dinero público, de modo que el Ejecutivo está atascado con estos asuntos que afectan a dos firmas emblemáticas del ‘made in Portugal’.

Apuesta española

Un informe oficial con visos de premonitorio dictamina que el hidrógeno verde va a explotar en la segunda parte de la década actual, lo cual augura un estallido económico del que EDP se puede aprovechar. Sin embargo, el gabinete de Costa se inclinaba por destinar mayoritariamente la energía producida a la exportación y EDP ha considerado que ya tenía sus propios planes y que no era el momento de involucrarse siguiendo las directrices institucionales. Este desacuerdo se ha unido a las dificultades económicas actuales para desembocar en una suerte de ‘fracaso’ financiero del que tal vez Portugal pueda terminar arrepintiéndose.

En cualquier caso, España puede quizá verse beneficiada por semejante cancelación porque los proyectos para hidrógeno verde están llamados a ir a más. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acaba de señalar en este sentido que pretende «situar España a la cabeza de la Unión Europea como país productor de energía con el hidrógeno verde como materia prima, abogando por aprovechar el marco regulatorio que ya se está gestando a nivel europeo».

En su habitual tono algo visionario, Sánchez pronunció estas palabras en Toledo, durante la presentación de unos planes conjuntos de Iberdrola y Cummins. En ese foro desveló que, para 2030, España debería ser capaz de utilizar hidrógeno renovable en tal cantidad que significara el 25% de la producción energética.

Eso sí, se requerirá una inversión gigantesca de 8.900 millones de euros con el fin de sustentar económicamente esta iniciativa, que de cara a 2050 desembocaría en la mitad de la energía verde.

Un futuro a distintas velocidades

EDP puede contraatacar en el mercado al alza del hidrógeno verde, según vaticina más de un experto portugués en Oporto y en Lisboa. Pero no será fácil que se recupere del golpe recibido ya que España parece caminar con paso firme a este respecto, al menos desde hace unos cuantos meses.

La potencia instalada en suelo español tal vez llegue a los 600 megavatios al año de aquí a 2025, al menos de acuerdo con esos informes de previsión tan triunfalistas que tanto parecen gustarle a Pedro Sánchez.

La energía del transporte terrestre puede concentrar una eclosión en este sentido, con especial atención al traslado de mercancías: el hidrógeno verde puede representar en 2050 un tercio del combustible utilizado.

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