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El abrupto viaje de la economía española sin la gasolina del BCE

El encarecimiento de la financiación complicará las cuentas públicas y lastrará el consumo privado

Daniel Caballero

Mario Draghi cayó como un bálsamo en el Banco Central Europeo (BCE) en lo peor de la crisis financiera; un surtidor de esperanza para las economías de la Eurozona que pedían ser salvadas ante la falta de estímulos externos. Con niveles de deuda galopantes, ... déficits que apretaban el cuello de los gobernantes, el consumo bajo mínimos y sin liquidez en el mercado, los países del euro agonizaban al unísono en busca de alguien que se arriesgara a repostar en marcha el depósito de nuestra moneda. Entonces, llegó él para pronunciar en 2012 una frase que quedará para los anales de la Historia: « El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro . Y, créanme, eso será suficiente». Dicho y hecho. La política monetaria pasó de la normalidad a la excepcionalidad hasta alcanzar su culmen en 2015 con la Quantitative Easing (QE), un programa consistente en la compra masiva de deuda pública de los países de la Eurozona. En definitiva, un estímulo artificial con el que inyectar dinero al sistema, rebajar los costes de financiación, bajar los déficits, ayudar al crecimiento y salvar el euro como proclamó Draghi. Ahora, más de tres años después, el presidente del BCE ha anunciado el fin de lo que fue la llave maestra de la economía española , pero no de forma abrupta sino gradual: desde septiembre reducirá sus compras de 30.000 a 15.000 millones, para darlo por finalizado en diciembre. Entonces solo quedarán en vigor las reinversiones de vencimientos de deuda hasta mediados de año (casi 150.000 millones), cuando los tipos de interés, anclados en mínimos, empezarán a subir.

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