empresas de servicios compartidos
Travis Kalanick, fundador de Uber, la pesadilla de los taxistas
En el verano de 2009, tras una temporada viajando por España, Kalanick y un amigo suyo lanzaron la aplicación para compartir coche en San Francisco
Ixone Díaz Landaluce
Llueve a cántaros en Nueva York. Con la mano alzada, turistas y ejecutivos luchan, a menudo con malas artes, para conseguir que un taxista se pare y los salve del chaparrón . Esta estampa tan típicamente neoyorquina podría tener los días contados. Y Uber, la ... polémica aplicación que conecta a conductores particulares y pasajeros, convertida en el medio de transporte de moda entre los urbanitas, es la responsable. Hasta tal punto que el gremio del taxi, apoyado por las autoridades locales, se ha alzado en pie de guerra por ciudades de todo el mundo.
Sin embargo, de momento los taxistas parecen llevar las de perder, ya que los usuarios aseguran que los coches son mejores, más limpios y, sobre todo, que el servicio es más barato y rápido que el de los taxis convencionales. Es tal su éxito que en los Estados Unidos, Uber ya se ha convertido en un verbo (como ocurre con Google o Twitter). Un triunfo que hay que adjudicar a un carismático ingeniero informático de 37 años llamado Travis Kalanick, cofundador y consejero delegado de la compañía.
De pequeño, Kalanick quería ser espía. En el instituto ya era el chico de las grandes ideas, con un don innato para la persuasión y una confianza arrolladora en sí mismo. De su madre, directora de publicidad del periódico «LA Daily News», heredó el instinto comercial; de su padre, un ingeniero, una cabeza privilegiada para las matemáticas. Con 18 años puso en marcha su primer negocio: un servicio para preparar el SAT, equivalente estadounidense a la selectividad. Con sus notas podría haber escogido cualquier universidad, pero se enroló en el campus de Los Ángeles de la Universidad de California para quedarse cerca de casa. El resto es la típica historia del genio precoz que, tras matricularse en Ingeniería Informática, abandona la carrera antes de licenciarse. Tenía mejores cosas que hacer.
Así las cosas, en el verano de 2009, tras una temporada viajando por España, Francia, Grecia, Islandia, Groenlandia, Japón o Senegal, Kalanick y Garrett Camp, un amigo suyo, lanzaron Uber en San Francisco. Kalanick siempre ha reconocido que la idea fue de Camp después de que, una Nochevieja, él y unos amigos se gastaran 800 dólares en un coche con chófer. Solo cuatro años después, y gracias a inversores como Goldman Sachs, Google o el dueño de Amazon, Jeff Bezos, el servicio está presente en 131 ciudades de 38 países y el valor de la compañía alcanza los 18.000 millones de dólares. Uber factura 20 millones por semana, tiene 1.000 empleados en nómina y, según el propio Kalanick, su volumen de negocio se duplica cada seis meses.
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