Estambul moderniza su esqueleto
La ciudad invierte más de 40.000 millones de euros en infraestructuras para sostener su desarrollo urbano
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Estambul es un puente. Un puente entre Europa y Asia. Un puente entre religiones que conviven. Un puente que fue la capital de un imperio y que hoy sostiene una ciudad de más de 14 millones de personas. Es el corazón de Turquía y no deja de crecer: en actividad económica y en población. Y ahora, para acoger ese desarrollo en el futuro cercano, la ciudad necesita más puentes, y trenes y metros, y fuentes de energía, y túneles y aeropuertos.
Todo ello supone una fuerte inversión en infraestructuras. Estambul concentra los desafíos urbanos de la gran ciudad moderna (superpoblación, una creciente demanda de energía, unas vías de transporte saturadas) y el gobierno de la ciudad -del mismo color político que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan- está impulsando una gran renovación. El horizonte fijado es el año 2023, fecha en la que se celebra el centenario del nacimiento de la República de Turquía.
La inversión total de todos los proyectos en marcha supera los 40.000 millones de euros, según los datos aportados a ABC Empresa por la Agencia de Turquía de Promoción y Apoyo a la Inversión, dependiente del primer ministro (ISPAT, por sus siglas en inglés). Se trata, en cualquier caso, de estimaciones: siempre pueden aumentar por imprevistos de última hora.
Una de las obras emblemáticas es el «proyecto Marmaray» , un túnel ferroviario submarino que cruza el Estrecho del Bósforo y conecta la parte asiática de la ciudad con la europea. Una obra que culmina un viejo sueño: el Sultán Abdülmecid propuso el plan en 1860; y Abdülhmanit II resucitó la aspiración en 1902. Ambos fueron recordados por Erdogan en un discurso grandilocuente en la inauguración, el 29 de octubre de 2013. Obras civiles, palabras majestuosas.
Esta nueva infraestructura unirá las ciudades de Halkali (lado europeo) con Gebze (lado asiático) a lo largo de 76,3 kilómetros. En total serán 5 estaciones de metro. Por ahora, sólo se ha inaugurado una línea de 13,6 kilómetros entre dos estaciones, bajo la ciudad de Estambul, incluyendo el trayecto de 1,3 kilómestros que surca por debajo del Bósforo. Desde el estreno de esta parte, el trayecto ya lo han realizado más de 24,5 millones de pasajeros. A partir del año que viene, además, la vía se abrirá también a trenes de alta velocidad y de mercancías. El coste total del proyecto, obra de un consorcio empresarial turco-japonés, se estima en 3.300 millones de euros.
En la obra también ha participado el consorcio español OHL-Dimetronic (esta última ya pertenece a Siemens), encargado de suministrar la energía, señalización y las comunicaciones de una sección de un túnel. Igual que empresas de otros países, que han puesto su lupa en una ciudad cuya economía vibra. Como Siemens , el gigante industrial alemán, que tuvo unas ventas en toda Turquía de unos 920 millones de euros en el año fiscal 2013. En el «proyecto Marmaray», la empresa alemana ha sido responsable del sistema de seguridad y señalización.
Para acompañar este desarrollo, Estambul quiere ser un «hub» financiero mundial. Como expresó a un grupo de periodistas internacionales Muzaffer Hacımustafaoglu, miembro del poder municipal, Estambul «quiere atraer al mundo» y que «las grandes empresas establezcan aquí su base para Europa y Oriente Medio».
Otras proyectos en marcha son el tercer aeropuerto de la ciudad, que empezará a ser construido en junio con un coste estimado de 34.000 millones de euros; o un nuevo puente que cruzará el Bósforo, con una inversión de unos 4.500 millones de euros.
Protestas callejeras
Tiempo revuelto. Las protestas que se produjeron hace un año en la plaza Taksim han cambiado el clima político del país. Aunque Erdogan ha revalidado su poder en las elecciones locales , la tranquilidad pende de un hilo, como si cualquier evento pudiera prender la llama de la indignación. Si uno pasea por las calles de Estambul, observa pancartas que protestan por la muerte de los 301 trabajadores en la mina de Soma, al este del país.
Esta sensación tiene su eco en el mundo de los negocios. Turquía es un destino muy atractivo para inversores, pero éstos huyen de los lugares con gran inestabilidad. Arda Ermut, subdirector de ISPAT, niega que la incertidumbre esté frenando la inyección de dinero en el país. «Los inversores piensan a largo plazo y no están preocupados», explicó. Según sus cálculos, la inversión extranjera en la ciudad aumentó un 50% en el primer trimestre del año 2014.
Estambul crece, construye, atrae.
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