Urgoiti: «No se puede dirigir una empresa como Pescanova sin manejar todos los hilos»

Los estatutos de la empresa limitan al máximo las decisiones que un consejo con solo tres miembros -los que quedarían con una salida precipitada de Urgoiti- puede tomar. Eso le impediría aprobar el convenio de acreedores y otras decisiones clave para la operativa del grupo. De ahí el retraso de tres días en su dimisión formal.

«La compañía está salvada, que es lo importante», asegura Urgoiti. «Junto con los trabajadores de la empresa he ayudado a mantenerla viva, y no me voy resentido», dice. «Pero se hace muy difícil presidir una compañía en la que no tienes todos los hilos en la mano y en la que hay una indefinición del modelo a futuro», apunta en referencia al plan de viabilidad de los bancos acreedores, el finalmente aceptado. De hecho, en su gestión para sacar a la pesquera del concurso, ha mantenido un duro enfrentamiento con las entidades financieras .

Tras asumir el cargo de presidente, urgió a todas las partes a aprobar un convenio que evitase la liquidación judicial del grupo. Un consorcio formado por Damm, Luxempart y el fondo KKR , y apoyado por dos grandes fortunas extranjeras, plantearon un plan financiero e industrial que, a cambio de inyectar 250 millones en la compañía, exigía una quita a la deuda.

La banca, reacia a condonar la cantidad de deuda que contemplaba ese plan , lo rechazó, acusando al consorcio y a Urgoiti de engañarles presentando al juez un convenio distinto del que habían acordado. «Nunca se plasmó nada por escrito, la banca siempre se negó a firmar cualquier papel», se queja el empresario, quien matiza que entre las entidades había diferencias de criterio, pero finalmente se unieron en una suerte de «pacto de sangre».

A su salida, Urgoiti, además de agradecer el apoyo y trabajo de la plantilla, insistirá hoy en la oportunidad perdida al no conciliar todos esos intereses y desechar el plan de Damm. « Era un consorcio convencido y capaz de crear una nueva Pescanova con los medios humanos y técnicos existentes pero insuflándole nuevas fuerzas», dice, y asegura que grandes fortunas españolas ya se habían comprometido a invertir en el proyecto una vez se aprobase.

«Hemos pasado de un proyecto brillante a otro en el que la única cabeza visible es un consorcio de siete bancos con grandes conocimientos financieros pero poca experiencia en el manejo industrial de grandes empresas como Pescanova», lamenta, y critica las incertidumbres que genera el plan de la banca, adviertiendo de que la venta de determinados activos o el abandono de algunos proyectos industriales pueden hacer que Pescanova, pese a salir adelante, acabe muy mermada.