China lanza su tercera revolución capitalista

El gigante asiático afronta un momento trascendental en la apertura liberalizadora que emprendió hace ya más de tres décadas

China lanza su tercera revolución capitalista Pablo M. díez

pablo m. díez

En 1978, China empezó a abrirse al mundo y, en 1993, liquidó buena parte de sus empresas estatales para abrazar el libre mercado y vivir el mayor desarrollo económico de su historia. Ahora lanza otra revolución similar para seguir creciendo. Con su economía ralentizada a su ritmo más lento desde 1999 ... y un nuevo equipo de gobierno en el poder desde marzo, China afronta un momento trascendental en la apertura al capitalismo que emprendió hace ya más de tres décadas. Un capitalismo de Estado, o socialismo con características chinas, que ha provocado la mayor transformación del país y lo ha convertido en la segunda potencia global , pero que empieza a mostrar signos de agotamiento.

En su Tercer Pleno desde su renovación el año pasado, los 205 miembros del Comité Central del Partido Comunista aprobaron a mediados de noviembre un programa de 60 puntos con reformas sociales y económicas, no políticas. En el plano económico, el objetivo consiste en darle más peso a las empresas privadas para liberalizar sectores controlados por los monopolios estatales, como la energía, las finanzas, las telecomunicaciones o las infraestructuras. Tras el estallido de la crisis en 2008, que redujo sus exportaciones por la caída del consumo en Occidente, los jerarcas chinos se dieron cuenta de que debían cambiar su modelo de crecimiento, basado en las ventas al extranjero de la «fábrica global» y la fuerte inversión pública, que ha endeudado a los gobiernos locales.

Liderada por el presidente Xi Jinping , el ala reformista del régimen se ha propuesto fomentar el consumo y la iniciativa privada. Pero antes debe vencer las reticencias de la «vieja guardia» del Partido, que teme perder sus privilegios con la liberalización de sus poderosos monopolios estatales.

Para darle al mercado un «papel decisivo en la economía», el régimen establecerá un grupo de alto nivel que consensuará las reformas. Entre las más inminentes destacan la apertura del sector financiero a «inversores privados cualificados» de mediano y pequeño tamaño que competirán con los bancos estatales en una progresiva liberalización de los tipos de interés, sujetos ahora a límites legales. La reforma fiscal avanzará con rapidez para reducir el endeudamiento de los gobiernos locales, pero los cambios serán lentos en los monopolios estatale s y en la plena convertibilidad del yuan.

Por miedo a una emigración masiva a las ciudades , también llevarán bastante tiempo la reforma de la tierra para que los campesinos puedan venderla y la eliminación del «hukou», que restringe los exiguos servicios sociales de los chinos a su lugar de nacimiento. Antes de acabar con este sistema, que data de 1958, Pekín debe extender a toda la población la seguridad social gratuita y la educación.

«Estas reformas beneficiarán al sector privado, pero esperamos muchos retos para las compañías estatales que posiblemente lleven a una ralentización del crecimiento», advierte Robin Parbrook, analista de la consultora Schroders. A su juicio, «las reformas solo se llevarán a cabo si el crecimiento no se reduce por debajo de los límites del Gobierno, lo que podría detener o revertir el proceso».

En juego está la continuidad del «milagro económico chino» , que, tras crecer a un ritmo medio del 10% anual entre 1978 y 2008, se ha ralentizado durante el último trimestre hasta el 7,8% y necesita crecer al menos al 7,2% para crear diez millones de empleos al año y atajar el miedo a la inestabilidad social.

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