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Australia ya no está en las antípodas de la crisis

La inestabilidad política ha venido a sumarse a la incertidumbre provocada por la caída del precio de los recursos minerales, el filón económico del país, y la desaceleración de China, el principal cliente de sus exportaciones

Australia ya no está en las antípodas de la crisis efe

F. P. M.

Si se comparan las previsiones macroeconómicas de Australia con los negros heraldos de desilusión que sobrevuelan la Vieja Europa , hablar de crisis en las Antípodas puede sonar como un ejercicio de forzada sobreactuación o de alarmismo rebuscado. Pero lo cierto es que algunas señales de alarma se han disparado con tal virulencia que es imposible no convenir en que comienzan a advertirse fisuras en el hasta ahora sólido, al menos en apariencia, modelo económico oceánico. El pasado viernes, el Gobierno de Australia rebajaba sus previsiones de crecimiento económico, revisaba al alza l os pronósticos de la tasa de desempleo y anunciaba recortes al prever un aumento del déficit presupuestario. Dos días después, el primer ministro, Kevin Rudd, que apenas lleva cinco semanas en el cargo, anunciaba elecciones para el 7 de septiembre. Visto así, la historia parece el guión recurrente que ha interpretado en los úlitmos cualquiera de los actores principales de la gran crisis de deuda europea.

Las cifras macro revisadas hablan de un crecimiento del PIB que será del 2,5% en el año fiscal 2013-14, por debajo del 2,75% previsto anteriormente, y aumentará a un 3% en el siguiente ejercicio. La tasa de desempleo será del 6,25%. Y, según los nuevos cálculos del Ejecutivo, el déficit para el año fiscal 2013-14 será de 26.676 millones de dólares (20.311 millones de euros), unos 10.670 millones de dólares (8.124 millones de euros) más que lo proyectado en el presupuesto presentado en mayo pasado. También se prevé que el déficit pase en 2014-15 de 9.781 millones de dólares (7.447 millones de euros) a 21.340 millones (16.248 millones de euros) y que en 2015-16, cuando se preveía equilibrio presupuestario, sea de 4.179 millones (3.182 millones de euros). Ya les gustaría a muchos tener números así a este lado del hemisferio, pensarán algunos, pero lo cierto es que la economía australiana parece enfrentarse a una encrucijada cuyo impacto va más allá de lo que revelan las cifras.

Y como en cualquier crisis de menor o mayor grado, siempre hay una burbuja que explota . Y la de Australia es minera. Durante dos décadas, el país ha crecido, e incluso ha conseguido esquivar el impacto de la crisis global, con una explotación intensiva de sus recursos minerales. En este periodo, las «commodities» minerales no han hecho sino disparar y disparar su precio , al mismo tiempo que la demanda de la insaciable China absorbía buena parte de esa producción de metales. Pero cuando la economía del gigante asiático ha comenzado a estornudar, a la australiana le ha entrado un buen resfriado. Y el precio de las «commodities minerales» sigue cayendo en el mercado... El filón se agota y, como también suele suceder en estos casos, nadie parece haber pensado en un «plan b» plausible. Que la explotación y exportación de recursos minerales suponga en torno al 20% del PIB confirma que la de Australia es una economía basada en el sector primario que se olvidó de diversificar.

La amarga receta de la austeridad

Y mientras se construyen o no alternativas de futuro para intentar generar riqueza, el Gobierno australiano ya había comenzado a aplicar la vieja receta de austeridad con la que se autocastigan las economías mundiales en cuanto advierten el menor síntoma de enfriamiento. Antes de presentar su dimisión, Rudd había anunciado medidas ahorro de 15.116 millones de dólares (11.509 de euros), a través de recortes y subidas de impuestos, para lograr el objetivo de superávit para 2016-17.

El Ejecutivo había decidido aumentar el impuesto al tabaco un 12,5 por ciento cada año hasta 2016, con lo que preveía recaudar 4.712 millones de dólares (3.588 millones de euros), y gravar los depósitos bancarios con un 0,05 por ciento a partir de 2016, entre otras medidas. Mientras, y sumándose a las políticas coordinadas de la mayor parte de los bancos centrales del mundo, el consejo de política monetaria del Banco de la Reserva de Australia (RBA) aprobaba ayer reducir en un cuarto de punto porcentual los tipos de interés, hasta un mínimo histórico del 2,50%, «con el fin de reactivar la economía»

Y para terminar de dibujar un panaroma incierto, la inestabilidad política se ha sumado al cuadro clínico de la incertidumbre australiana. El conservador Tony Abbot se perfila como favorito con mensajes de mayor contención del gasto público y de refuerzo de la política de inmigración. Además promete eliminar el polémico impuesto ecológico que grava las emisiones de dióxido de carbono procedente de las industrias de minería del carbón y del hierro. Una tasa de un 30% a la que Abbot acusa de disparar los precios de la electricidad, mermar la competitividad del país y disparar el desempleo. Pero puede que la solución a todos esos problemas no sea tan sencilla.

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