El secreto de Austria para ser uno de los países con menos paro juvenil de Europa

A un día de que los dirigentes europeos se reúnan en Bruselas para combatir el desempleo entre los jóvenes, Austria presume, con solo un 8% de parados menores de 25 años en abril pasado, de tener un modelo a seguir.

Viena promueve desde hace décadas el aprendizaje alternativo e incluso introdujo en 2001 la «garantía de aprendizaje»: cualquier joven que quiera debe poder encontrar una plaza de aprendiz y si fracasa, el Estado le proporciona una en un centro de formación como Jugend am Werk. Austria cuenta con cerca de cincuenta actualmente.

Cada año, alrededor de 10.000 de los casi 125.000 aprendices acuden a este tipo de estructuras, que cuestan al Estado durante este curso 2012/2013 la suma de 123 millones de euros.

Como el 40% de los jóvenes de 15 años en Austria, Mahir Eren optó por este aprendizaje alternativo. Él termina su primer año de formación en electricidad en Jugend am Werk: «Tuve la oportunidad de ver en la escuela qué era una formación en electricidad y me gustó por la parte práctica», cuenta el joven, que monta un interruptor.

Sus resultados escolares no eran particularmente malos, pero Mahir tuvo problemas en encontrar una plaza en una empresa, donde la competencia es feroz.

La «garantía de aprendizaje» proporciona una red de seguridad para los jóvenes, a menudo venidos de la inmigración, que no encuentrar su lugar en la enseñanza pero aún no están preparados para trabajar en una empresa.

«Enseñamos muchas competencias sociales: puntualidad, cortesía. Muchos jóvenes no saben ni cómo se debe saludar a alguien», explica Arthur Fürnkranz, convertido en profesor tras 20 años en la industria eléctrica.

La estrategia austríaca supone una entrada precoz de los jóvenes en el mundo de la empresa, que desemboca a menudo en un empleo al final de la capacitación. Durante los tres años de formación se realizan varias estancias cortas en una empresa.

Con sus labios y sus uñas rojas, Kristina Vasic está impaciente por comenzar en septiembre su trabajo en una tienda de ropa, donde pasó un mes el invierno pasado: «Aquí, aprendo sobre todo costura. Allá, contacto con los clientes, les aconsejo», explica la joven de 19 años, que termina su formación en costura y venta al por menor.

Las jóvenes tienen también la posibilidad de abandonar los centros de aprendizaje al cabo de uno o dos años para terminar su formación en la empresa. Alrededor de la mitad tiene éxito tras el primer año, según la Agencia austríaca para el empleo (AMS).

Los jóvenes en centros de aprendizaje están peor remunerados que los aprendices en empresas. Durante el tercer año, los primeros reciben 555 euros al mes, frente a los 700 a 1.300 euros, según el oficio, para los que se forman en una empresa.

Sin embargo, no todos ceden a estas incitaciones económicas. Mikdat Süzgen, de 18 años, ha preferido terminar su formación en ingeniería mecánica en Jugend am Werk tras una experiencia como aprendiz en una empresa que no le gustó: «Cuando uno es obrero cualificado puede decir que sabe hacer algo. Cuando es aprendiz no puede, tiene que hacer lo que otros le dicen», asegura.

«Si tienen una pregunta, yo estoy ahí para responderla», confirma su formador Johann Edinger. «En la empresa, el formador tiene que cumplir con su trabajo. Si el aprendiz no entiende, se lo muestra una, dos, tres veces y después le dice que se desenvuelva solo», prosigue Johann Edinger, que compara la lógica de la pedagogía de un servicio público al objetivo de la productividad de la empresa privada.