Miguel Blesa, el inspector cegado por los dioses
El expresidente de Caja Madrid ingresa en prisión por un perjuicio de 500 millones a Caja Madrid
El caso Miguel Blesa entra en el repertorio de la actual crisis con nombre propio y capítulo específico. Va a ser uno de los malos de la historia. Y no le faltan méritos. Es protagonista principal del mayor fiasco financiero de la historia de España: el derrumbe de Caja Madrid que cuando Miguel Blesa ocupó su presidencia ejecutiva (1996) era una de las entidades más sanas y mejor gestionadas (austera y serena) de Europa.
Catorce años más tarde entregó (a la fuerza) una entidad desnaturalizada, politizada y con riesgo de ruina. Sus últimos años en la caja son los de la reyerta interna en el PP madrileño entre la Comunidad (Esperanza Aguirre) , el Ayuntamiento (Gallardón), Blesa; también los del PSOE, IU, CC.OO., UGT, CEIM... para colocar un presidente sensible a cada interés. La caja se desangraba y los políticos ejercían de «élites extractivas». Finalmente Rajoy impuso a Rato, que ahora maldice aquel paso.
Miguel Blesa, 66 años, nació en Martos (Jaén), se licenció en Derecho en la universidad de Granada y opositó con éxito al cuerpo de inspectores de Finanzas del Estado a finales de 1976. Por azar coincidió con otro opositor más joven, José María Aznar , que iba por el mismo camino. Ambos tuvieron su primer destino en Logroño, vivían al lado, compartieron aventura. Poco después Aznar se fue a la política y Blesa al Ministerio de Hacienda en Madrid, primero, y al despacho privado de asesoría fiscal a partir de 1986.
La amistad con Aznar se convirtió en pasaporte para hacer otra carrera, sin necesidad de que el amigo influyera o pidiera favores. Bastaba con que se supiera que cenaban con frecuencia e intimidad. El año 1993 Blesa se incorporó al consejo de Caja Madrid en la cuota PP y en 1996, con Aznar en la Moncloa, el grupo popular de Caja Madrid decidió ocupar la presidencia de la caja. Pactaron con IU y Comisiones Obreras, que contaban con cuotas de poder en la caja, acentuando el deslizamiento a favor de la politización extractiva.
Blesa asumió una presidencia ejecutiva que no estaba en los hábitos de la casa fundada por el Padre Piquer hace 300 años, y fue desplazando a los directivos tradicionales sustituidos por otros más audaces y dóciles , bien incentivados para ello. Caja Madrid entró en la falsa modernidad, en los grandes negocios. Su presidente, seducido por los dioses, entró en el gran mundo de la ostentación, los consejos, las cacerías, las operaciones… con la caja detrás. Y se fueron deteriorando los márgenes y el estilo.
Tras décadas de ganar (y bien) a base de sumar «perrillas», en operaciones comerciales, banca de particulares, austeridad,… Caja Madrid entró en lo grande para ganar (y perder) a millones. Beneficios de miles de millones especulando con Endesa y Telefónica, con deuda y derivados; y pérdidas superiores prestando a quien no lo merecía, y comprando cosas poco recomendables. Y por el camino retribuciones galácticas y gastos suntuosos … y tráfico de influencias, y conflictos de intereses. Como resultado final un desastre. Los dioses ciegan con sueños peligrosos a mortales de poco fuste.
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