La tragedia francesa

La estrategia económica de Hollande está marcada solo por la subida de impuestos y la reducción del gasto público

por guy sorman

Francia va a la deriva. François Hollande, que fue elegido hace un año, sigue siendo incapaz de definir una estrategia económica ya que lo único que ha hecho ha sido aumentar los impuestos, sin reducir el gasto público, algo que ni siquiera ha permitido contener ... un déficit que alcanza el 4,51% del PIB. Esta deserción del capitán es especialmente desastrosa en Francia, donde la economía, más que en ningún otro lugar de Europa, gira alrededor del Estado.

Mientras la clase política se divide, a la derecha y a la izquierda, a propósito del «matrimonio para todos» y de la publicación del patrimonio de los ministros, la sociedad civil se hunde. Para una persona joven, titulada o no, se ha vuelto casi imposible encontrar un empleo; solo la función pública contrata todavía.

El mercado laboral ha desaparecido, y en los meses y años venideros encogerá. Podemos presagiarlo porque las inversiones privadas que crean empleo están paralizadas desde hace un año y porque el número de concursos de acreedores y de quiebras se ha duplicado en un año (las pequeñas empresas que desaparecen, que proporcionan el 80% del empleo privado en Francia, no encuentran a nadie que las retome, lo que es una situación totalmente nueva).

También es arriesgado revender una empresa saneada porque el estancamiento de los mercados financiero e inmobiliario no permite reinvertir los fondos tras una venta. Y la Administración se empeña en desanimar a las empresas que resisten frente a este desastre. Desde hace un año, los inspectores de Hacienda, de la Seguridad Social y de Trabajo, estimulados por un clima de lucha de clases, acosan a los empresarios y los inspeccionan interpretando las normativas de una forma sistemáticamente desfavorable a las empresas.

Este acoso es todavía más disuasorio que los tipos impositivos y los seguros sociales (que en cualquier caso se comen la mitad del volumen de negocio). Los empresarios pueden adaptarse a los impuestos y a los reglamentos, pero siempre que sean estables y previsibles, lo cual ya no es el caso.

No contratan porque no hay crecimiento y, con mayor razón, porque el despido es jurídicamente imposible, a menos que se paguen unas indemnizaciones desorbitadas a los asalariados sobrantes o improductivos. Los sectores tradicionales del lujo y del armamento, destinados a la exportación, resisten pero fabrican cada vez más fuera de Francia. Y también es fuera de Francia donde los empresarios más dinámicos se plantean su futuro: actualmente hay tres millones de franceses activos en Norteamérica, Asia y Europa central. Las asesorías especializadas en las transferencias de actividades a EE.UU. han visto su clientela multiplicarse por 10 desde hace un año.

¿Son conscientes de esto los dirigentes franceses, ya sean de la mayoría o de la oposición? Los dos bandos tienen en común la ignorancia de la economía y la falta de experiencia en el mundo empresarial. Algunas iniciativas del Gobierno parecen una farsa: la creación de una comisión encargada de reflexionar sobre la innovación, compuesta por un filósofo y un astronauta, no generará, está claro, ninguna innovación; y la creación de un banco público de inversión financiado por un impuesto suplementario solo podrá mantener a los sectores arcaicos y frenará un poco más la «destrucción creadora» que sería el verdadero motor del crecimiento.

No recuerdo que la sociedad francesa estuviese en una situación tan mala desde 1981. Ese año resultó elegido el único presidente socialista antes que Hollande que impuso a Francia nacionalizaciones y a unos ministros comunistas, y que trató de abandonar Europa. Pero Mitterrand era lo bastante sutil como para cambiar de rumbo, y en aquella época, un tal Jacques Delors tenía en la recámara una política alternativa más liberal. Con François Hollande, no atisbamos ningún relevo, ni a la izquierda, ni a la derecha. ¿Y qué hay de la extrema derecha que representa el Frente Nacional? Su proyecto económico es todavía más descabellado porque prevé nacionalizarlo todo y cerrar las fronteras.

¿Qué hacer entonces? Sabemos la teoría: autorizar los despidos; reducir un gasto militar adaptado a la guerra contra la URSS y el de la enseñanza nacional (de un millón de funcionarios, 500.000 no son docentes); vender el patrimonio inmobiliario e industrial del Estado; introducir el impuesto sobre la renta de tipo único; reducir de tres a dos años el periodo de inspección de las empresas; y proceder a una amnistía fiscal. ¿Quién lo hará? ¿Cómo acabará todo esto? No se sabe.

La tragedia francesa

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios