África teme el neocolonialismo chino

Pekín intenta despejar las acusaciones de explotación contra sus inversiones en este continente

África teme el neocolonialismo chino reuters

pablo m. díez

En su primer viaje internacional, el nuevo presidente chino, Xi Jinping, visitó a finales del mes pasado Rusia, como suele ser habitual entre los dirigentes de ambas naciones, vecinas y antiguos aliados comunistas, cuando toman el cargo. Pero luego se desplazó a Tanzania, Sudáfrica y ... la República del Congo, lo que demuestra la cada vez mayor importancia del continente africano, rico en recursos naturales, para el gigante asiático. Desde 2009, China es el primer socio comercial de África, por donde se ha expandido en busca de materias primas para alimentar su extraordinario crecimiento económico a cambio de préstamos multimillonarios para construir carreteras, escuelas, estadios y polígonos industriales.

Sin contar las expediciones del almirante Zheng He, el insigne marino del siglo XV que exploró las costas de Kenia y Tanzania y a su regreso asombró a la corte imperial trayendo una jirafa, los lazos entre China y África se remontan a los años 50. En plena Guerra Fría, Mao Zedong envió ayuda militar, médica y técnica para apoyar los procesos de descolonización de Occidente. Pero hasta el 2000 no se creó un foro de cooperación que ha celebrado ya cinco cumbres y cimentado las relaciones económicas entre ambas partes. Entonces, los intercambios comerciales superaban los 10.000 millones de dólares (7.731 millones de euros) pero, tras crecer a un ritmo anual del 30%, rozaron los 200.000 millones de dólares (154.620 millones de euros) el año pasado. Con una inversión directa acumulada de casi 20.000 millones de dólares (15.462 millones de euros) en África, China está copando sectores como las finanzas, las materias primas, las manufacturas, los servicios comerciales, la agricultura y los transportes. Más de 2.000 empresas chinas están presentes en 50 países del continente africano, donde se calcula que hay entre uno y dos millones de trabajadores procedentes del coloso oriental. En la última cumbre del Foro de Cooperación entre China y África, celebrada en Pekín en julio del año pasado, el presidente Hu Jintao ofreció préstamos por valor de 20.000 millones de dólares (15.462 millones de euros) hasta 2015.

A cambio de esta lluvia de millones en el continente más pobre del planeta, el gigante asiático se asegura el acceso a valiosos yacimientos de recursos naturales imprescindibles para alimentar su imparable desarrollo económico, como petróleo, gas natural, minerales y madera. Pero, según denuncian EE. UU. y la Unión Europea, esta diplomacia del yuan contribuye a afianzar regímenes totalitarios acusados de violar los derechos humanos, como el de Sudán, y fomentan la corrupción.

Basándose en el mismo principio de no injerencia que Pekín reclama para sus asuntos internos, el régimen chino ha extendido sus tentáculos por África no sólo en busca de materias primas, sino también abriendo mercado para los baratísimos productos que salen de la «fábrica global». «China insiste en la igualdad entre todos los países con independencia de su tamaño, fuerza y riqueza. China apoya la justicia, y se opone a la práctica del grande abusando del pequeño, del fuerte avasallando al pobre y del rico oprimiendo al pobre», prometió Xi Jinping en Dar Es Salam, la capital económica de Tanzania, primera escala de su periplo africano.

Su elección estaba llena de simbolismo porque, tras su independencia en 1961, más de 50.000 ingenieros y trabajadores chinos llegaron a este país para construir una línea férrea de 1.860 kilómetros entre Tanzania y Zambia, el célebre tren «Tazara» que es uno de los hitos de la cooperación entre ambas partes. Para recordar aquella gesta, el presidente chino visitó el cementerio donde están enterrados los 60 operarios que murieron durante las obras. Además de firmar con el presidente Jakaya Kikwete 16 acuerdos, entre los que destacan la construcción de un puerto, un complejo industrial y un préstamo para infraestructuras, Xi Jinping adaptó a su manera la famosa «doctrina Monroe» al proclamar que «África pertenece a los africanos».

Después de Tanzania, participó en una cumbre que los países englobados bajo el acrónimo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebraron en la ciudad sudafricana de Durban. Tras su reciente nombramiento en la Asamblea Nacional Popular, el Parlamento orgánico del autoritario régimen chino, era la primera vez que el presidente Xi se reunía con los principales dirigentes de las naciones emergentes, a excepción de su homólogo ruso, Vladimir Putin, con quien se había entrevistado en Moscú.

Acompañado de su rutilante esposa, la cantante Peng Liyuan , Xi Jinping concluía su gira africana en la República del Congo, que el año pasado exportó a China 5.400 millones de toneladas de petróleo.

«África quiere ser tratada como igual, y eso es lo que muchos países occidentales no entienden», comparó el enviado de China en África, Zhong Jianhua, en una reciente entrevista a Reuters. A pesar de esta supuesta solidaridad anticolonial, China se ha encontrado con numerosas críticas por parte no sólo de Occidente, sino de algunos países africanos, que se quejan de que sus inversiones se dedican a expoliar sus recursos naturales y no crean ningún valor añadido a la industria local. En una tribuna en el «Financial Times», el gobernador del Banco Central de Nigeria, Lamido Sanusi, advertía de que «África se expone a una nueva forma de imperialismo» porque «China toma nuestras materias primas y nos las devuelve manufacturadas, lo que es la esencia del colonialismo».

Así lo describen también en su libro «La silenciosa conquista china» los periodistas españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, que han recorrido 25 países de África, Asia y Latinoamérica investigando la expansión del coloso oriental. «Las relaciones son óptimas entre las élites. Cuestión distinta es si la gente, las poblaciones locales, se benefician, cosa más discutible según vimos nosotros sobre el terreno», explica a ABC Juan Pablo Cardenal. En su opinión, «ello se debe a las malas condiciones laborales y al mínimo valor añadido que las empresas chinas dejan en las economías africanas, aunque eso es más achacable a los países receptores. En cualquier caso, hay una gran diferencia entre la retórica oficial china y lo que China hace sobre el terreno». Una diferencia que Xi Jinping quiere eliminar para despejar el miedo africano al neocolonialismo chino.

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