La CEOE pierde peso como actor económico
El «caso Díaz Ferrán» primero, la indefinición de Juan Rosell sobre la deriva soberanista de Artur Mas, después, y ahora, el escándalo por los supuestos pagos en B realizados por Arturo Fernández
La CEOE pierde peso como actor económico
Cuando el 14 de febrero de 2007 José María Cuevas cerraba una etapa de 23 años al frente de la CEOE, acababa con él la historia de una gestión y comenzaba otra forma de hacer las cosas, una nueva etapa trufada de sobresaltos y desgastes ... que no han dejado levantar cabeza a una organización con 36 años de historia, que aceleradamente ha ido perdiendo peso como actor económico mientras lo han ido ganando otros lobbies empresariales como el Consejo Económico para la Competitividad, el Instituto de la Empresa Familiar o el Círculo de Empresarios. Hasta las Cámaras de Comercio, que parecían hundidas tras la supresión que el gobierno de Zapatero hizo de las cuotas obligatorias, recuperarán el aliento y un nuevo sistema de financiación con el PP a través de las llamadas encomiendas de gestión.
El «caso Díaz Ferrán» primero, la indefinición de Juan Rosell sobre la deriva soberanista de Artur Mas, después, y ahora, el escándalo por los supuestos pagos en B realizados por Arturo Fernández, número dos de la organización, a sus trabajadores han hecho temblar las estructuras de la madrileña sede de Diego de León, 50.
Circunstancias todas que han sido caldo de cultivo del descontento en una organización que asiste atónita a las siempre noticiables reflexiones de su presidente sobre muy variados y no menos polémicos temas. La idoneidad de que los sindicatos estén en los consejos de administración, la escasa credibilidad de la EPA y sus seis millones de parados, la necesidad de mandar a casa a los funcionarios... Sin pasar por alto recientes declaraciones de Rosell en una cadena privada de televisión justificando los paraísos fiscales o asegurando tajante que la burocracia que paraliza el sistema es culpa de los funcionarios de alto nivel. El empresario catalán se empeña en no salir del debate en los corrillos empresariales de postín.
O por unas cosas o por otras la organización no termina de levantar cabeza cuando aún están recientes los episodios que dieron con los huesos de Gerardo Díaz Ferrán en prisión acusado de insolvencia punible, alzamiento de bienes y estafa fruto de una irregular gestión en el grupo Marsans, del que eran los principales propietarios él y su ya fallecido socio Gonzalo Pascual. Tras meses de mirar para otro lado, y cuando el ambiente era ya irrespirable en la CEOE, los vicepresidentes dieron un paso al frente y decidieron promover una revuelta para indicar la puerta de salida al ahora inquilino de la prisión de Soto del Real con la convocatoria de elecciones anticipadas. El episodio se cerraba con Juan Rosell como nuevo presidente, aunque el irreparable daño a la imagen de la patronal ya estaba hecho.
Los casi dos años que el empresario catalán lleva en la dirección de la patronal no han sido un camino de rosas, más bien un camino empedrado de división interna y descontento, que ha tenido un último episodio, un nuevo escándalo, ahora ligado a su número dos, el empresario Arturo Fernández, hombre afín a Esperanza Aguirre y báculo en el que se apoyó Rosell para acceder a la presidencia. El respaldo de la todopoderosa patronal madrileña fue premiada con una vicepresidencia, la que ejerce el empresario madrileño, aunque las diferencias de criterio entre ambos son un secreto a voces.
Una tregua...
El pasado 13 de febrero el vicepresidente primero de CEOE y presidente de la patronal madrileña (CEIM), Arturo Fernández, pedía «un periodo de reflexión» a los órganos de dirección de la organización después de que la Fiscalía de Madrid abriera diligencias contra él por supuestos pagos en B a sus trabajadores en el grupo de restauración Arturo Cantoblanco, los que en estos momentos analiza la Inspección de Trabajo. Arturo Fernández está también imputado en el «caso Bankia»; era miembro del consejo de administración de la entidad cuando este órgano aprobó en marzo las cuentas de la entidad para 2011, que arrojaban unos beneficios de 305 millones de euros, y cuando las reformuló en mayo, con unas pérdidas de 2.979 millones. Una situación que motivó la nacionalización de la entidad.
Ahora, la patronal española ultima su plan estratégico para reparar el daño derivado de los últimos escándalos, en un momento en el que las bases siguen reclamando al presidente un papel protagonista en la crisis. Son muchos los que consideran que habría que relanzar una patronal que pierde influencia y protagonismo en favor de otras organizaciones y son también mayoría los empresarios que recriminan a la actual dirección que no haya sido capaz de definir una estrategia que «ponga a la CEOE en el mapa» y atenuado la situación financiera interna, lastrada por el recorte de subvenciones y por las medidas de ajuste (recorte de deducciones fiscales y de bonificaciones en la contratación, subida del IVA o la no rebaja de cotizaciones sociales comprometida).
... Y un momento crítico
Pero, sin duda, uno de los momentos más críticos en la gestión del presidente de la CEOE se vivía el pasado 19 de septiembre. Tras una etapa de calma, las tensiones internas se reproducían en una convulsa junta directiva después de que la deriva catalana provocara diferencias internas de peso en la junta directiva de la patronal por la indefinición del presidente. De allí salió un pronunciamiento exprés de Juan Rosell en contra de la independencia de Cataluña y a favor de la unidad de mercado.
Entonces, los representantes de la patronal andaluza y madrileña reclamaron al gran patrón y al de la catalana Fomento del Trabajo, Joaquim Gay de Montella, más defensa de la unidad de mercado y la cohesión del país. «Echamos en falta estos días una manifestación de nuestro presidente en defensa de la unidad del mercado y del país», llegó a decir ante el foro empresarial, José Antonio Segurado, que dijo hablar en nombre de la patronal madrileña CEIM, al estar ausente su presidente, Arturo Fernández.
Un complicado equilibrio
Y es que el dirigente empresarial debe realizar el más difícil todavía, un complicado equilibrio de fuerzas: defender CEOE, que preside tras vencer en las votaciones al andaluz Santiago Herrero, y no desairar a sus ex compañeros de Fomento del Trabajo (fue presidente entre 1995 y 2011), miembros de pleno derecho de la patronal española aunque defensores a ultranza del pacto.
«La comisión de fomento empresarial tan solo se reunió una vez en 2012. En lugar de reclamar medidas para las empresas, Juan Rosell, está centrado en un cambio de estatutos muy presidencialista», asegura una destacada fuente empresarial.
Rosell ha planteado una revolución organizativa para lavar la cara a la patronal e intentar relanzarla. En este intento, el presidente quiere discutir con el Gobierno una ley de representación institucional con el objetivo de «racionalizar los interlocutores en el mundo empresarial». En plata, una norma específica que consagre su papel ante los gobiernos de turno y el resto de interlocutores en España».
Una estrategia que incluye también lograr una sola voz. La idea de Rosell, según sus más cercanos, es reforzar sus lazos con la élite directiva, con el «lobby» que preside Alierta. El CEC se creó ya con Rosell al frente de la patronal, a principios de 2011, y su nacimiento se interpretó como un intento de 17 de las grandes compañías españolas por canalizar su opinión fuera de los cauces de CEOE.
El presidente cuenta entre los suyos que anhela «unificar el discurso empresarial», y abanderar él «la voz de los grandes y los pequeños». Está convencido Rosell de que hay que dar pasos en esa dirección. Igual es el camino.
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