¿Y si la austeridad funcionase?
En España, el rigor intransigente del actual Gobierno, de tendencia liberal, imperturbable frente a las protestas, da sus primeros resultados positivos
por guay sorman
La economía es una ciencia impopular y cruel, pero es relativamente exacta y más bien eficaz. Así, frente al enorme déficit de las finanzas públicas en Europa, la mayoría de los economistas clásicos coinciden en el análisis de la crisis y las soluciones. El déficit ... se debía a un exceso de generosidad del Estado consigo mismo y en beneficio de los más necesitados; a esta tendencia bien intencionada se le sumó, a partir de 2008, una política llamada de reactivación. Esta aumentó aún más el gasto público, sin influir lo más mínimo en el crecimiento y el empleo. Semejante déficit de las finanzas asustó a los ahorradores, también llamados mercados financieros para identificarlos mejor. Estos ahorradores, entre los que se encuentran muchos jubilados, exigen unos tipos de interés cada vez más elevados para los préstamos a los Estados por temor a que estos quiebren, como Argentina, y no hagan frente a sus obligaciones.
Teóricamente, habría sido posible acabar con estos déficits mediante el crecimiento que hace que se generen ingresos con los impuestos. Fue la norma durante las crisis anteriores de las finanzas públicas en la década de los ochenta. Por desgracia, esta vez no ha habido crecimiento porque los costes salariales de la producción han hecho que numerosos productos y servicios europeos, especialmente en el sur, sean más caros que su equivalente exacto fabricado en países con costes salariales inferiores. Por tanto, la solución económica clásica exige que se reduzcan el gasto público y los salarios para, a la larga, volver al crecimiento y al pleno empleo. Estas políticas llamadas de austeridad no son populares porque nadie puede garantizar con certeza su resultado, ni en cuánto tiempo se producirá.
Mientras esperamos un hipotético éxito, los asalariados y los beneficiarios de los servicios públicos deben apretarse el cinturón, no deben protestar mucho y deben mostrarse pacientes . Algunos activistas, que a veces son economistas, por rabia, convicción, ignorancia o demagogia han planteado alternativas como la salida del euro: por fortuna, no les han escuchado, porque salir del euro cuando se está endeudado en euros no tendría ningún sentido. Pero a pesar de este trasfondo crepuscular, resulta que aparecen unas noticias alentadoras.
En España, el rigor intransigente del Gobierno de tendencia liberal, imperturbable frente a las protestas, da sus primeros resultados positivos. La bajada de los sueldos españoles, una especie de devaluación interna sin salir del euro, ha hecho que los costes del trabajo estén muy por debajo de la media de la eurozona (un 30% menos según el banco Arcano), mientras que la productividad es apenas inferior a la media europea (-10%).
La economía española, por lo tanto, vuelve a recuperarse: desde 2008, las exportaciones españolas han aumentado un 17%, frente al 12% en Alemania y al 5% en Francia. Renault, que elimina puestos de trabajo en Francia, y que suprimiría más todavía si el Gobierno no se opusiese a ello, anuncia la creación de 1.300 nuevos empleos en España, al mismo tiempo que Ford y PSA aumentan allí su producción. Pimco, el gestor de obligaciones de deuda pública más importante del mundo, se desprende de sus obligaciones alemanas ya que no le aportan beneficios, e invierte nuevamente en obligaciones españolas, consideradas ahora rentables y sin riesgos importantes. ¿Debemos extraer de ello la conclusión de que la austeridad salva a España?
Francia, por otra parte, preocupa cada vez más a causa de la incapacidad del anterior Gobierno socialista para reducir verdaderamente el gasto público, mientras aumenta considerablemente los impuestos y, por tanto, los costes de producción. Solo el tiempo nos dará la respuesta: si los españoles aceptan su empobrecimiento durante dos o tres años más, en gran parte gracias a su notable solidaridad familiar, recuperarán su prosperidad anterior e incluso la mejorarán. Recordemos que estas políticas rigurosas ya habían demostrado su eficacia en el norte de Europa, en Suecia, en los países bálticos y en Alemania. Pero nunca en el sur. Por consiguiente, el éxito español demostraría que la ciencia económica no depende del clima ni de la cultura social, sino de la coherencia y de la continuidad con las que se aplican las medidas. Como decía Raymond Barre, la única buena política económica es la que se desarrolla a largo plazo.
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