Voluntarios por una gorra y un bocadillo

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Miguel Ángel Barbero

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Para explicar cómo se cae en esta afición, ABC reunió a cinco de los 220 voluntarios que durante esta semana colaboran en el Acciona Open de España en el Club de Campo Villa de Madrid. Y todos ellos mostraban con orgullo sus galones en los torneos. «Llevo dieciséis años viajando por todas partes para cumplir mi gran deseo, que es estar presente en los torneos de golf», explica Jesús Alía, un matemático prejubilado de banca que aprovecha que ahora tiene más tiempo para hacerlo. «Suelo estar presente en siete u ocho torneos al año, entre ellos la Ryder Cup, la Solheim Cup, el LIV Golf o los torneos masculinos y femeninos del Circuito Europeo que vienen a España», prosigue mientras no quita ojo al juego que se desarrolla en el hoyo más cercano. «Tienes que pagarte los viajes, los alojamientos y las cenas allá donde vas, pero todo se compensa por estar cerca de los jugadores y por poder ayudar al público a moverse por el campo y a entender un poco más este deporte. En el fondo, somos un poco frikis de esto», bromea quien por una semana de golf lo deja todo.

Una equipación, un bono de comida y la posibilidad de tener a mano a los profesionales es lo que motiva a su esposa, Yolanda Rodríguez, a haberse incorporado a este 'hobby'. «Aunque no juego muy bien, estar tan cerca de estas figuras es muy entretenido y se aprende mucho viendo cómo se manejan en el campo, como actúan o como hablan. Tanto ellos como los 'caddies' son bastante agradables y valoran mucho nuestra labor», reconoce quien también es matemática y no tiene reparo para viajar desde Toledo para ver a sus ídolos.

Sus funciones en una prueba son diversas y van desde acompañar a un partido los 18 hoyos con la tabla de puntuación a estar pendiente de los cruces, pedir silencio al público o estar atentos para marcar las bolas que caen en lugares comprometidos. Por ello es importante tener un buen conocimiento del recorrido, como le sucede a Marta Vázquez, abonada del club, que es una fija en este torneo. «Sólo hago de voluntaria aquí y siempre hacía de anotadora de los golpes, pero ahora eso lo hace directamente el personal del European Tour. Ahora me dedico a ser 'moving marshall', voy en paralelo al jugador y me recorro el campo de arriba abajo, para que cuando lleguen los golfistas ya no haya aficionados en el camino y ellos puedan llevar su ritmo de juego».

Para colaborar no hace falta ser mayor, pues a Laura Pastor le entró el gusanillo con 16 años «cuando debuté en el Centro Nacional en el primer triunfo de Rahm. Recuerdo toda la gente que acudió y el corro que hicimos en el hoyo 18 en un día histórico para el golf nacional». Su padre, César, es funcionario y también disfruta mucho «con las amistades que hacemos en los torneos. Yo, de hecho, no piso el verde, estoy todo el día en un 'buggy' llevando a mis compañeros de un sitio a otro. Sin nosotros no saldrían adelante los torneos», reconoce.

La jornada no fue buena para el vizcaíno, que sólo firmó un 'birdie' en todo el día para una vuelta sobre par (72). «Es de los pocos días en mi carrera que de tantos buenos 'putts' que he tirado no haya entrado ninguno», comentó resignado al acabar, aunque con la mentalidad de un campeón. «Sigo pensando en ganar, aunque esté a ocho golpes del líder», amenaza. Que tiemble el francés Pavon (-11).