La Copa del Rey comienza a ver la luz

¡Ya era hora! de que a alguien se le encendiera la bombilla de las buenas ideas e hiciera comprender la necesidad de darle un giro de 180 grados a lo que fue la regata más importante del Mediterráneo y que durante los últimos diez años se ha ido muriendo poco a poco en su afán de intentar agradar más con la cantidad que con la calidad.

Ya lo escribió Nicolás Terry en estas mismas páginas a modo de crítica constructiva y los fiesteros ignorantes que rodeaban al Comité Organizador de la Copa del Rey le tacharon de loco e incompetente. Fue claro Coli cuando dijo que al Náutico de Palma le hacía falta alinearse en la política de la ORC (Offshore Racing Congress) para que los barcos de esta división no huyeran de Palma, como estaba pasando ante la cantidad de innovaciones absurdas que se les ocurrían a los mandatarios en la sombra de la regata.

Está muy claro que la Copa del Rey tiene que ser exclusiva de una o dos divisiones, pero la ORC es imprescindible para que los barcos de calidad de la flota europea recalen en los pantalanes de Palma año tras año. Hay que volver a esa Copa del Rey prestigiosa y difícil de ganar y dejarse de incluir clases absurdas, aburridas y que a nadie le interesan.

Ahora hay que ponerse a trabajar para lograr que la flota de ORC europea acuda a la llamada de la Copa del Rey 2024 para que comprueben las magníficas instalaciones que tiene el club y las impresionantes condiciones de la bahía de Palma. Para ello, la nueva Junta Directiva tendría que hacer una limpia de continente y contenido y empezar prácticamente de cero. Si es verdad que para el europeo de ORC se puede conseguir más del centenar de barcos en competición, se debería de ir abriendo puertas a esta división y cerrándoselas a otras que no aportan nada a la Copa del Rey.

Es de extrema necesidad para España, para la vela española y para Palma, que la Copa del Rey vuelva a mandar en el Mediterráneo. Su prestigio estuvo muy alto y todos los grandes armadores, patrones y regatistas querían regatear en Palma porque el que conseguía ganar tenía en su poder un verdadero trofeo de prestigio.