Sergio W. Smit - Poniendo la proa
Ibiza tiene que pasar una travesía por el desierto
La realidad que se está viviendo en los últimos tiempos es una Ibiza mucho más cara con una calidad de servicio muy mediocre
Ibiza ha perdido el norte y no ha sabido prepararse para esa dura singladura. El destino turístico más importante de España, con permiso de Benidorm -aunque con otros derroteros-, lleva unas cuantas temporadas intentando buscar su sitio.
Desde la explosión hippie de finales de los ... sesenta, Ibiza ha ido viviendo diversos momentos que la han ido impulsando al estrellato mundial del turismo. Pero de aquellos polvos, estos lodos. Las drogas y el amor libre atrajeron a la industria de la noche, muy divertida, estrafalaria y complementaria a la Ibiza diurna, en sus inicios...
La noche ibicenca, poco a poco, fue fagocitando a la Ibiza "de día", llegando el momento que muchos no queríamos que llegara. Una Ibiza "Trendsetter" con efecto llamada a nuevos ricos, fanfarrones y juglares. El mercado, inconscientemente, fue fabricando una burbuja y adaptándose a este tipo de turismo, retroalimentado por las megadiscotecas, en busca del dinero fácil y pensando en la vida eterna.
Y cuando se han querido dar cuenta, han sido necesarias soluciones drásticas que acarreaban inherentes daños colaterales que nadie ha deseado asumir y con consecuencias que ya son palpables en la isla blanca.
La idea de los pensantes de turno, pese a que no es mala, no ha estado ni meditada ni medida.
Los ibicencos no quieren que su isla se asiente internacionalmente como meca del desparrame, trazando una estrategia en la que una subida de precios hiciese de filtro para que parte de esos turistas nocturnos dejaran de visitarlos al no poder asumir los costes. Es verdad que se consiguió el objetivo pero arrasando con mercados fundamentales. La gran parte del turista medio "de día" ya no puede disfrutar de Ibiza, con lo que la isla se ha encontrado proporcionalmente más vacía que en años anteriores. Taxis en sus paradas, hoteles con plazas y restaurantes a medio llenar.
A más, a esa falta de ponderación en la subida de precios no se le ha vinculado un aumento de calidad. Esa calidad que busca el turista de alto standing, al que no le importa gastarse el dinero si lo que recibe a cambio está a la altura de sus expectativas.
En resultado, la realidad que se está viviendo potencialmente en las dos últimas temporadas, es una Ibiza mucho más cara con una mediocre calidad del servicio. Y sus consecuencias son que el visitante de alto nivel y la base del turismo que siempre ha llenado esta isla están empezando a buscar nuevos destinos, con lo que se están quedando con esa plaga de langostas de alto poder adquisitivo que ni dan caché, ni son fieles, ni atraen más riqueza.
Cualquier cambio de estrategia requiere aceptar y prepararse para una travesía por el desierto.
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