Emma Peña Tojo - Firma invitada
Doscientos azules sobre blanco
Sobre el mar se dibujó una estela azul marino entre las olas de papel
El yate real Britannia se convirtió en la gran pasión de la Reina Isabel II de Inglaterra ─—tal y como refleja el primer capítulo de la quinta temporada de la serie ‘The Crown’—, cuya botadura fue presidida por la monarca en el astillero de ... Clydebank, en abril de 1953. «El único lugar donde realmente me puedo relajar y desconectar», declaró la soberana sobre su palacio flotante.
Navegar es la ilusión de cualquier niño. No hace falta poseer un gran barco, con fantasía todo es posible: un charco, una cáscara de nuez con un palillo pegado con una bolita de plastilina en su interior para sujetar la tímida vela de papel y, de pronto, la pequeña embarcación se desliza por el agua arrastrada por la leve corriente que producen las gotas de lluvia sobre el asfalto.
El suplemento ABC de la Náutica levó su ancla hace doscientos números, igual que una minúscula cáscara de nuez. Partió del puerto bajo el mando del capitán Pedro Sardina. A bordo, los grumetes (redactores, diseñadores, publicistas…) y baúles repletos de sueños. Sobre el mar se dibujó una estela azul marino —el color que unifica todas sus páginas, la marca de identidad— entre las olas de papel. Azul sobre blanco.
Sin apenas percibirlo, el navío se convirtió en el buque insignia periodístico del mundo náutico. En el cuaderno de bitácora de cada viaje mensual han tenido cabida todas las disciplinas vinculadas con el mar: bodyboard, windsurf, kitesurf... Grandes destinos: Mallorca, Nueva York, Marsella, Valencia… Y varias vueltas al mundo.
Desde la cubierta de este suplemento que surca los océanos se han vivido competiciones, mundiales, Juegos Olímpicos y se han batido distintos récords. Sin sabor a salitre, pero con olor a tinta y rugidos de rotativas, se han descrito sorprendentes hazañas, alguna que otra pequeña derrota, y han desfilado por sus páginas salpicadas de azul marino personalidades, deportistas y profesionales amantes de los barcos, motores y velas. Un inmenso valor humano que se ha asomado a los ojos de buey para que el lector disfrutara con sus logros, miedos y proezas deportivas.
Al observar desde la cofa, con un gintonic en la mano al estilo pirata, el transcurso del tiempo —que ha marcado con bellas arrugas a la tripulación sin mermar su atractiva adoración por el mar—, una sonrisa se asoma entre los navegantes y pasajeros al surcar las aguas turbulentas o pacíficas, como la vida, rumbo a la felicidad. Porque, ¿existe mayor calma que el sonido de las olas? ¿Acaso no nos merecemos relajarnos y disfrutar como la Reina Isabel II en su yate Britannia? Pues claro que sí, así que espero que todos nos veamos en el próximo puerto listos para zarpar, como mínimo, en un crucero de otros doscientos números más. ¡Felicidades, ABC de la Náutica!