Carlos Pich Martínez - Tomar por la Lúa
El futuro de François Gabart
Mal que pueda pesarme, que lo hace, no le arriendo a Gabart las ganancias
Carlos Pich Martínez
El navegante bretón se coronó tras vencer la Vendée Globe en 2013 en su segunda tentativa con su Foncia. Luego saltó a los Ultime 32/23 en 2015 de la mano de MACIF y dos años después lograba el récord de la vuelta al mundo ... en solitario con una marca de 42 días. El pasado mes de julio botó su actual SVR-Lazartigue y desde entonces está enzarzado en los tribunales contra el organismo que regula estos barcos.
La Clase Ultim 32/23 no le concedió el certificado de medición por unas diferencias en la concepción de la bañera, relacionadas con la posición/protección de winches y pedestales. Tras meses tratando de deshacer entuertos, las dos partes extremaron sus diferencias. La Clase le negaba el pan y la sal impidiéndole competir, llevando Gabart el caso a los tribunales. Una causa compleja para la Justicia ordinaria, que a falta de sentencia definitiva dictaminó de manera preventiva que el SVR-Lazartigue podría competir en la Ruta del Ron.
Pese al continuo acoso y persecución del Gitana 17, patroneado por Charles Caudrelier, Gabart tuvo que conformarse con la segunda posición. Idéntica a la de la edición de 2018, aunque entonces una encalmada en la llegada le hizo perder.
Gabart tiene un talento innegable, tanto que al iniciar su andadura en los IMOCA fue apadrinado por Michel Desajoyeaux, una institución en la navegación oceánica que le valió el mote de “El Profesor”. No en vano se consideró que estaba llamado a ser su sucesor.
En el entorno oceánico francés no agrada la situación, acaso porque los argumentos donde la clase fue involucrando a estamento deportivos superiores no parecían tan contundentes. Primero fue la Federación Francesa, y más tarde la World Sailing. Ambos informes no convencieron a los jueces, donde los defensores de Gabart alegaron entre defectos de forma en los planos empleados para intentar hacer la luz.
Hay mucho en juego, y no solo temas deportivos. Muchos millones en juego, tanto como el coste de estos enormes catamaranes de hasta 32 metros de eslora y 23 de manga o el coste anual de su funcionamiento. Pero además súmenle el impacto publicitario de los patrocinadores, con su importante retorno mediático. Y en esa competición paralela a las regatas, dejar fuera de escena al proyecto como el de Gabart son palabras mayores. Su palmarés, su imagen de marca en la población francesa forjada durante muchos años y su condición de serio aspirante a cualquier regata que se proponga, pueden hacer sospechar de la acaso exagerada decisión sobre un tema algo subjetivo.
Mal que pueda pesarme, que lo hace, no le arriendo a Gabart las ganancias a su barco para competir en pruebas oficiales Ultim 32/23. Un lujo que la vela no puede permitirse.
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