Nueva York deja en Alcaraz mal sabor a un año grande

Es quizá una reflexión dura en exceso consigo mismo. Desde septiembre del año pasado ha ganado dos Grand Slam –la última edición en Nueva York, contra Casper Ruud; y Wimbledon, en una final histórica frente a Novak Djokovic–, se ha ausentado de Australia por lesión y ha llegado a semifinales en los otros dos disputados: Roland Garros, aquejado de calambres musculares por tensión ante Djokovic; y esta derrota con Medvedev, que estuvo excelso. Es decir, Alcaraz ha demostrado que está siempre en lo más alto y que puede ganar a cualquiera. Que es 'grande'.

Pero su pensamiento es propio de quien se exige el máximo y que reconoce que la crítica es la única vía hacia la mejora. En la rueda de prensa previa al torneo, y en alguna otra ocasión mientras avanzaba rondas, Alcaraz defendió que era un jugador «distinto», «mejor», «más maduro» que cuando ganó aquí el año pasado su primer 'grande'.

«He cambiado de opinión», dijo tras su derrota con el ruso, en la que tuvo mucho que ver, como él mismo reconoció, su «pérdida de control» en el 'tie break' del primer set y su «desconexión» en el segundo set, que le obligó a buscar una remontada muy difícil, que no logró. «No tengo madurez suficiente para manejar este tipo de partidos», se recriminó. «Tengo que aprender de ello».

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Por delante, lo inmediato es recuperarse de la derrota –«tardaré días, semanas»– y analizar qué ha pasado. «Siempre se aprende más de las derrotas que de las victorias», dijo. «Es un partido que tengo que analizar bien, hablarlo con Juan Carlos (Ferrero, su entrenador), qué se puede hacer mejor, qué he hecho mal de cara a lo que venga».

En el análisis estará la estrategia de volcarse en el saque y subida a la red para volear. Durante el torneo, el español siempre se mostraba satisfecho de esa agresividad, de jugar tan cerca de la malla. Con Medvedev, sin embargo, pudo volverse en su contra. El ruso tiene un resto impecable, de los mejores –en rivalidad con Djokovic– del circuito. Le mandaba devoluciones bajas, envenenadas, que inhabilitaban las subidas de Alcaraz. El murciano quizá se cebó en exceso en esas acciones.

Más determinante fue, como él mismo reconoció, su incapacidad para aprovechar las pocas oportunidades que le dejó Medvedev, y la factura anímica que eso supuso para su juego.

El primer set fue muy igualado, pero injusto con Alcaraz. Cometió menos errores no forzados que Medvedev (9 y 12). Metió más golpes ganadores que el ruso (16 y 12). Colocó el 83% de sus primeros servicios, por un 57% del rival. No cayó en la doble falta, que el ruso cometió en seis ocasiones. Medvedev no tuvo ninguna bola de 'break', mientras que Alcaraz dispuso de dos. Ocurrieron en el mismo juego, con 2-1 en el marcador para el español. La primera bola se quedó en la red, la segunda se escapó al fondo.

El momento crítico fue en la muerte súbita de ese set inaugural. Con 3-3 en el marcador, Alcaraz encadenó una dejada fallida –uno de sus golpes maestros no tuvo la finura de otras noches–, un nuevo saque-volea que desbarató Medvedev y una derecha –menos dominadora de lo que acostumbra– perdida.

Ahí llegó la «desconexión» de la que habló después Alcaraz, que permitió tres saques en blanco del ruso seguidos en el arranque del segundo set y apenas atisbos de reacción por parte del español. «Son cosas que tengo que mejorar si quiero ganar más Grand Slam, si quiero ser uno de los mejores», reconoció. «Eso no puede suceder si quiero pelear por grandes cosas, esa es la principal lección de hoy».

La autocrítica es necesaria, pero la derrota fue también mérito de Medvedev. No es un tenista que pasaba por ahí. Es un especialista de la superficie rápida, donde este año es quien ha conseguido más títulos (Miami, Dubái, Doha, Róterdam). Y el cemento azul neoyorquino es su superficie fetiche, la que más alegrías le ha dado. Aquí se llevó su primer y único grande en 2021, ante el rival más complicado posible, Djokovic. Y, de las últimas cinco ediciones, se ha colado en tres finales (en una de ellas, 2019, sucumbió ante Rafael Nadal en una batalla épica).

El ruso ejecutó un juego de fondo de pista asombroso, era una pared que llegaba a todo y devolvía todo, con piernas para recoger las dejadas de Alcaraz y con cabeza para aprovechar sus debilidades en los momentos clave.

La intención de Alcaraz de aprender de los errores tendrá una consecuencia inmediata: no comparecerá esta semana en la Copa Davis, que se disputa en Valencia a partir del martes. «Me hacía mucha ilusión jugar por España la Davis en Valencia, pero tengo que escuchar a mi cuerpo después de una gira muy larga», anunció ayer en sus redes sociales. «Necesito parar y descansar, físicamente y mentalmente», añadió el tenista, que ha tenido una temporada de pista dura en Norteamérica muy severa. Desde agosto, ha jugado 14 partidos de máximo nivel en Toronto (llegó a cuartos de final), Cincinnati (perdió una final espectacular contra Djokovic) y Nueva York.

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«El calendario es muy exigente, todavía queda mucha temporada y ahora me toca recargar fuerzas», dijo sobre su decisión, que cuesta separar de lo ocurrido el año pasado. Al día siguiente de ganar en Nueva York, Alcaraz voló a Valencia para unirse al equipo español. Poco después, sufrió un desgarro abdominal en París-Bercy que le dejó sin las ATP Finals. A esos problemas físicos les siguió la lesión que sufrió durante la pretemporada y que le dejó sin acudir al Abierto de Australia.

Alcaraz no quiere que se repita ni lo que ocurrió el año pasado ni lo que ocurrió la noche del viernes: ni castigar en exceso su cuerpo y condicionar la temporada, ni quedarse sin la final soñada contra Djokovic por un bajón mental.