Mirra Andreeva, una adolescente se abre paso en la WTA

Aquí dio el salto a la visibilidad, octavos el año pasado (perdió con Sabalenka, campeona) y desde ahí, tercera ronda en Roland Garros, octavos en Wimbledon, 39 victorias en 48 partidos, y en 2024: octavos en el Abierto de Australia, con triunfo ante Ons Jabeur, 6 del mundo, por 6-0 y 6-2) antes de caer con Krejcikova. Cumple la ley de la WTA que solo le permite jugar doce torneos hasta que cumpla los 17, que serán 16, y con libertad absoluta a partir de los 18, y los aprovecha a tope. Desde hace un par de semanas, ha unido su progresión a la experiencia de Conchita Martínez y asimila todo lo que ve con la madurez a marchas forzadas que da el tenis.

Idolatra a Federer, pero van muy cerca Nadal y Djokovic, y tiene hambre para asegurar que quiere superar el récord de 24 Grand Slams del serbio. Pero va paso a paso. «Aprendo de todos los resultados, pero creo que aprendo más de las derrotas, de lo que he podido hacer mal en pista o de cómo he manejado la presión en algunos momentos, si he hecho algún golpe de mierda, bueno, mejor no digo esa palabra, ¿no?, algún golpe malo, o he fallado en la táctica. Tengo más conclusiones con las que mejorar que si gano», acepta la rusa, a la que le encanta que los torneos sean mixtos para poder empaparse del ambiente. «Todo el mundo se conoce bastante bien y yo no, así que intento ver quién es más amigable y quién es más cerrado».

Lleva desde los seis años de torneo en torneo, con residencia en Cannes (Francia) pero por poco no fue Madrid, con títulos en competiciones todavía de un escalón por debajo de la WTA, y está aprendiendo a convivir con la presión, para ella, lo más duro de este deporte: «Disfruto mucho de lo que hago y de cómo lo hago, pero la gente pone mucha presión a mi alrededor. No jugué mal el año pasado y también estoy jugando bien este, y noto que la gente espera muchas cosas de mí por las expectativas. Eso es difícil; lo hablo mucho con mis padres, mis entrenadores y los psicólogos y lo tengo que aprender a manejar, pero creo que he aprendido desde el año pasado».

Por ahora, su relación con la campeona de Wimbledon 1995 y extutora de Garbiñe Muguruza, está en pruebas. «Estoy muy a gusto con ella y hemos creado un gran ambiente de trabajo. Ojalá vaya bien y espero que a ella le guste trabajar conmigo. Ya veremos cómo funciona y decidiremos a largo plazo». El objetivo es global: ranking, títulos y, sobre todo, el proceso: «Intentar ganar los máximos partidos posibles, y ganar la experiencia de todo».

No ha decidido lo que quiere para su cumpleaños. «A veces mi madre me dice que si quiero unos pendientes o un colgante, pero eso lo puedo comprar cualquier día. Quiero algo especial. No sé todavía el qué». No le importaría celebrarlo en la pista de la Caja Mágica con otra victoria.