Open de Australia
Medvedev-Sinner: una final de Australia del nuevo tenis
Tras seis años invicto, Djokovic sucumbe en la Rod Laver Arena ante Sinner, que se jugará el título con Medvedev, que remontó dos sets a Zverev
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Iniciar sesiónEn la final del Abierto de Australia de 2022, Rafael Nadal mira el marcador y ve que pierde 6-2, 7-6, 3-2 y 0-40, además, contra Daniil Medvedev. Dos horas más tarde, el balear deja caer la raqueta y se ... lleva las manos al rostro. Ha ganado ese partido, (2-6, 6-7 (5), 6-4, 6-4 y 7-5). Es lo que el mismo español calificó como de milagro en una Rod Laver Arena que este viernes vivió otros dos. Pasada la media noche en Australia, Medvedev se cobró esa pequeña revancha consigo mismo por aquella final de 2022. Es un marcador de 7-5, 6-3, 6-6 (4), 6-6 y 5-3, con saque del rival, además, que, dos horas más tarde, ha convertido en un 5-7, 3-6, 7-6 (4), 7-6 (5) y 6-3. Horas antes es Jannik Sinner quien consigue lo que nadie había logrado en 2.195 días: inclinar en esta pista al todopoderoso Novak Djokovic, que nunca había perdido una semifinal australiana y que enfilaba con hambre hacia su undécima corona en Melbourne y coronarse con 25 Grand Slams.
Se habla de milagros, pero no porque haya habido una fuerza divina que los haya hecho realidad. Se habla de milagros, pero son en realidad dos resultados propios de la fe, de la fe que tanto Medvedev como Sinner han tenido en sí mismos. Medvedev lo confiesa después: «Mentalmente soy más fuerte que antes». Lo demuestra después de casi cuatro horas y media en las que supera un mal inicio propio y a un sólido Zverev, que muestra una recuperación completa de su lesión en el tobillo (en semifinales de Roland Garros 2022 ante Nadal) y un nivel más de convicción, como había expuesto ante Alcaraz. Pero Medvedev exhibe una defensa rocosa, varias genialidades y una pizca más de ambición.
También lo expone Sinner: «Alcaraz, Rune y yo tenemos en común la fe en nosotros mismos. En el tenis, creer es un paso muy importante». En su caso ha sido clave para que mañana (9.30 horas, Eurosport) juegue la primera final de un Grand Slam en su carrera, porque al italiano, bien por el físico, bien por la cabeza, le faltaba precisamente un estirón en los torneos a cinco sets. Lo ha dado, a lo grande: impecable en el ejercicio de presión para asfixiar a Djokovic en tres horas y 22 minutos. «No hice muchas cosas bien en los dos primeros sets. Supongo que es uno de los peores partidos de Grand Slam que he jugado, al menos que yo recuerdo. No me sentí yo mismo», admitía el serbio antes de aplaudir al rival: «Merece estar en la final. Me ha superado por completo».
El serbio se marcha de Australia con la cabeza gacha y un objetivo incumplido. Sin perder desde los cuartos de final de 2018, aspiraba a completar otra actuación que lo alzara un poco más en los altares del tenis: esa undécima corona en Melbourne con lo que ampliaría su número de Grand Slams a 25, uno más que Margaret Court, pisar otra galaxia. Pero tuvo un día gris en la semifinal, diez sin tacha hasta esta. «Sinceramente, no he jugado a mi mejor nivel en todo el torneo. Quizás el partido contra Mannarino fue bien, pero en la mayoría de partidos no he jugado a mi nivel, es decir, de la manera en la que suelo jugar aquí. Uno puede decir que las semifinales son un gran resultado, pero siempre espero lo máximo de mí mismo y hoy no ha sido así».
No jugó bien y al otro lado había un jugador excelente, que tomaba apuntes cada vez que se enfrentaba con él y que, al final, lo ha ganado en tres de las últimas cuatro citas. Una formación progresiva aunque admita el italiano que tiene que seguir aprendiendo: «Somos afortunados por tener cerca a Novak, así podemos ver sus rutinas, cómo se prepara. Ojalá Rafa también pueda volver para que podamos aprender. Siempre he tratado de aprender de ellos, sumar algunos detalles. Esto siempre ha formado parte del proceso, un camino que no está terminado. Siento que todavía tengo muchas cosas por mejorar», augura el italiano, un robot en la pista. Ni un despiste en su plan, ni un gesto de más o de menos, ni cuando desperdicia una bola de partido en el tercer set, ni una opción de rotura en contra; los golpes justos, uno detrás de otro, de derecha, de revés, casi sin que se vean venir, sin pausa ni prisa, acertados todos para asfixiar al campeón, que se desdibuja en errores y resoplidos. Pero que se levantará: «La racha se iba a terminar algún día. Esto solo es el inicio de la temporada y tengo grandes esperanzas en el resto de Grand Slams y en los Juegos Olímpicos. Suelo empezar otros cursos con victoria aquí, y esta vez no es así, no he estado a mi nivel, pero esto no significa que sea el principio del fin». Es Djokovic, número 1 del mundo todavía, y son 410 semanas las que cumplirá el lunes, y aunque rompe en este 2024 su idilio con Australia, nadie duda, ahí están sus datos, que encontrará en la herida las ganas por recuperar el trono perdido, y de seguir en su lucha por el Grand Slam 25.
No habrá un Djokovic, Federer o Nadal en la final de Australia desde 2005. Se dibuja ese otro tenis post-Big 3, pero hay manos y mentalidades que lo sujetan con fuerza para llevarlo a otro nivel, como las de Sinner y Medvedev.
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