Medvedev obra su propio milagro en Australia y remonta ante Zverev para jugar la final

Si alguien tenía dudas de en qué manos se iba a quedar el tenis cuando Djokovic, Nadal y Federer se retiraran, solo tiene que ver el partido entre Zverev y Medvedev para comprender que a los jóvenes solo les faltaba un poco de edad y algo más de experiencia para llevar a este deporte a otra dimensión. Sirven el alemán y el ruso un encuentro de los que ya se han visto muchos pero se verán más, y se alegra el personal porque hay dos tenistas conformados y convencidos en que pueden ganarlo todo: tenis, físico y mentalidad.

Medvedev, atípico su estilo de juego, comienza lento, sin encontrar el juego que lo había llevado hasta aquí, renqueante como el alemán porque se ha dado una paliza tras otra en este torneo, pero ahí estaba, resolutivo para jugarse el pase a la final. Es Zverev el que muestra de nuevo, como había hecho contra Alcaraz, que está en un punto magnífico de físico, tenis y confianza, después de haber pasado por el que el de Hamburgo cataloga como el más duro de su carrera, con aquella lesión en la semifinal de Roland Garros de 2022 contra Rafael Nadal.

Recuperado y con un nivel más de confianza, preparado para grandes cotas, maneja un encuentro espectacular ante el ruso, adrenalina en cada lanzamiento, exigidas las pelotas porque hay intercambios de 40, 45, 51 golpes llenos de furia y potencia, que son dos pegadores, pero también dos buenos defensores. Y aunque empieza fácil para el alemán, no esconde el ruso sus armas y su determinación por alcanzar otra final en Melbourne. Es un 4-1 en el primer set, muy rápido, pero que se alarga en una batalla de aplauso y ovación hasta un 7-5 de una hora de juego en la que Zverev confirma esa capacidad de mantener la cabeza fría durante el tiempo que haga falta. Y la muñeca viva para que los saques y las derechas vayan desequilibrando a Medvedev.

Férreo, resolutivo, un guion llevado a la práctica con confianza y fe, Zverev no cede, incluso pone un poco más de intensidad a su juego y se lleva el segundo set por la vía rápida. Nada parece prever que vaya a bajar el nivel, pero, a pesar del resultado, se espera y se intuye que Medvedev tiene todavía un poco más en la chistera.

El ruso, finalista en esta pista en 2021 y 2022, empezó a encontrar su juego, el que más daño hacía al alemán, a mitad de ese primer set y sobre todo en el tercero, más dentro de la pista, con más variedad en su juego. Y también empezó a encontrar la puerta en la mente del alemán, que había estado impoluto en las dos primeras horas, pero se veía ante un muro de contención a partir de la tercera.

Más ágil y como si no le pesaran las piernas después del maratón recorrido hasta el momento, varía las alturas y mueve más a Zverev, que empieza a perder su sitio y el foco, aunque mantiene el tipo y la buena cara. Pero en el tie break, es el ruso el que aporta un grado más de solidez mental y Zverev el que falla dos remates fáciles cerca de la red. Medvedev se lleva una mano a la oreja, tiene más hambre, más ganas y ha encontrado el camino para forzar al alemán a otro ejercicio de prestidigitación mental si quiere mantenerse en el partido.

Parece que Zverev lo tiene, exquisitos los dos en los modelos y soberbios en la frialdad, cada punto se juega al límite. Pero está más despierto el ruso, que ya ha ganado un Grand Slam y quiere otro y hay mentalidad para eso, en ambos la hay, pero es la de Medvedev la que tiene ese punto más de mordiente y fe, contenido como nunca este jugador que en ningún momento pierde el sentido con la grada sino que lo pone en función de su objetivo.

Incluso cuando en el tie break falla un remate fácil y tiene dos saques de Zverev en contra para dejarlo fuera del torneo. Ahí, un resto-dejada que no sabe ni él cómo sale y una derecha paralela que supera a Zverev y lo acaba por desmontar. Porque en el quinto, aunque sin un gesto de abatimiento, el de Hamburgo encuentra su límite físico y mental, se deshace en el séptimo juego y Medvedev no perdona. Sentencia después con su servicio y es su milagro el que lo lleva a la final de Australia, contra Sinner.