Tenis

Los calambres echan a Alcaraz de Roland Garros

El español sufre un problema físico en el inicio del tercer set que lo deja sin poder moverse y es Djokovic quien jugará la final de Roland Garros, séptima para él y a un paso del Grand Slam 23

Así hemos contado el directo

Carlos Alcaraz, dolorido EFE

Se queda la Philippe Chatrier muda, Carlos Alcaraz se queda clavado al intentar golpear un saque de Novak Djokovic. Hay preguntas por parte del serbio, y tratamiento para el español, que decide pedir la asistencia del fisio para mirar esa pierna derecha que ... se ha quedado agarrotada y perder, por tanto, un juego. Una fatalidad que le provoca la desconcentración en ese inicio del tercer set y desequilibra el resto de la semifinal de Roland Garros, tan igualada en todo lo demás, tan espectacular como pocas. Terminada de forma abrupta, en un giro, tras dos sets excelentes y tres horas y 23 minutos.

Roland Garros

Semifinales

  • Novak Djokovic
  • 6 5 6 6
  • Carlos Alcaraz
  • 3 7 1 1

    «Es increíble. No puede ser, no puede ser», se lamenta el jugador mirando a su palco. Dos horas y media en las piernas y todo por decidir. Aunque con un punto más de soltura en el español después de conseguir el segundo set al resto.

    Pero se juega todo a partir de ese momento porque no tiene más de dónde sacar. Un Alcaraz sin correr no es. Van pasando los minutos, los juegos, Djokovic lo obliga a correr, claro, pero no puede. Lanza la derecha, que algún punto atrapa. Se juega todo sin nada que perder. Y la Chatrier, enamorada del chaval, ovaciona el esfuerzo y lanza silbidos al serbio, que lanza puños que ya no tocan.

    «Me voy a dar una oportunidad», explica al fisio cuando vuelve a tratarlo. Ya no es solo la pierna derecha. «Es que el problema no es solo aquí, es aquí y aquí y aquí», señala el murciano, cariacontecido porque este no es el partido que esperaba. El que nadie se esperaba.

    Deja otra muestra de quién es y quién será con una clase de pundonor, 6-1 perdido el tercero, aún se mantiene en pie en el cuarto. «Lo sé, Juanki. Pero es muy pronto para retirarme», le espeta a su banco, preocupado por hoy, y por mañana.

    No es la primera lesión que deja fuera de juego a Alcaraz en este curso. Ya a finales de 2022, tras ganar el US Open, no hizo las cosas correctamente en cuanto a descanso, físico y recuperación, y se perdió todo el inicio de curso, Abierto de Australia incluido. Regresó en febrero y después de encadenar ocho partidos, con el título de Buenos Aires en sus manos, volvió a caer en la final de Río. Otro tiempo en barbecho.

    En la siguiente, otra vez a trompicones: campeón en el Masters 1.000 de Indian Wells, cedió en semifinales de Miami ante Jannik Sinner y otro problema muscular. En su equipo lo saben, y es otra de las lecciones que todavía tiene que depurar. Va a siempre al límite, tanto en entrenamientos como en partidos. Quizá por eso aguardar en el hotel sin entrenarse entre rondas, precavidos ante la posibilidad de algún problema así.

    Dos sets de palomitas

    Porque colisionaban en esta semifinal dos épocas, 16 años de distancia; en el mundo del tenis, dos planetas y dos tenis. El que defendía Djokovic, el último bastión del Big 3 ante la jubilación de Roger Federer y la baja de Rafael Nadal; el que tiene como héroe ya en todo el planeta a Alcaraz, puro músculo y juegos de artificio.

    No habrá recorrido en esta rivalidad, 20 años uno, 36 el otro, despegando el primero, aterrizando el segundo. Es el choque del hoy, y ahí es donde se jugaba todo: el pase a la final, la historia por completar de uno, la historia por casi empezar del otro, y hasta el número 1 del mundo. Y no hubo recorrido en este partido, terminado en parte en ese gesto de Alcaraz al intentar devolver un saque.

    Hasta aquí, el partido es de palomitas. Estrategias y épocas expuestas en el primer minuto de juego. Mesura y colocación, estrategia y paciencia en el serbio, que son 45 semifinales y muchas de ellas contra otras bestias de parecido rango. Frescura, potencial, velocidad y fuerza en el español, que tiene 20 años y el futuro de este deporte en su derecha.

    Le interesa al español un partido rápido, fuerte; a Djokovic, la lentitud, a la que apela en cualquier ejecución: botes antes del servicio, ir a por la toalla, pasearse de lado a lado. Henchido, líder, el último rey, confiando en ese plus que todavía no había sacado. Hay potencia en Alcaraz, bolas altas en el serbio, que incluso da muestras de ese tenis que desaparece con un servicio casi directo a solo 135 kilómetros por hora. Pero también devuelve Djokovic son saña, aprovechando, precisamente, la fuerza con la que llega la pelota. Son muchos recursos de un viejo tenis que ha tenido que adaptarse, a marchas forzadas, al nuevo que impone Alcaraz.

    Con ese cuerpo, compacto, crecido, se olvida a veces el personal de que el español tiene 20 años, y que son sus segundas semifinales de Grand Slam, y ante Djokovic, es mucho historial. En el tercer juego, la sutileza del serbio, que también de físico va bien aun con sus 36 años, para atrapar una dejada y cumplir con una mejor. Es el primer break y es el primer puño hacia el cielo. Marcando territorio, que aquí se juega con todo porque está todo en juego.

    Niega Alcaraz, en conversaciones con su palco, «No, no, no», repite. Ferrero sabía esto, y hubo consejos en la previa: cómo comportarse en estos momentos ante un serbio superior. Ninguno confiado, en el séptimo juego tuvo Alcaraz tres bolas de break, atrapado y tenso con su derecha y el viento el serbio, doce minutos de juego, dos dobles faltas, catorce errores no forzados al final de ese primer set: nueve de derecha. Es el revés el que falla en Alcaraz, que cumple con los pronósticos, 15 golpes ganadores, pero no hay premio.

    La estrategia gana, impecable el serbio en este aspecto en el primer set. Faltaba saber si aguantaría, si Alcaraz no haría una marcha más a lo Alcaraz.

    La tenía. Y también con batalla moral con la grada de partícipe. Hay más seguridad en el servicio y también en las derechas, que responde el serbio a pelotazo limpio, que también sabe. Pero es el español el que se lleva al público en el bolsillo con otro de esos puntos para el recuerdo y que lo anima a acelerar. Lo ve Djokovic. El partido era de largo aliento, conscientes ambos. Tiempo de fisio a mitad del segundo para tratar el antebrazo derecho de Djokovic.

    Más seguro con el primer servicio, se atreve al resto, favorecido por ese lado en el que Djokovic se mueve incómodo porque aparece el viento a traición. Es una bola de break y es otra, que consigue para júbilo de París, que adora al chaval y para él mismo, puño en alto, él también está aquí. Y tan aquí que concede su siguiente servicio, impecable Djokovic sin un atisbo de grietas físicas ni mentales, y se revuelve en el siguiente. Al resto, con revés, derecha y dejada. Set, puño y el partido vuelve a empezar. Pero el español ya ha impuesto su seña de identidad: no se va a arrugar y se ha ganado al personal.

    Y ahí el partido se acaba. La resolución de qué época prevalece queda inconclusa porque ninguno de los dos quiere esto. Alcaraz se queda clavado, algo falla en la pierna. Pide el fisio en ese momento, sin esperar al cambio de lado por lo que, como dice el reglamento, pierde todos los puntos. Vuelve, pero sin poder moverse, cede el tercer set por 6-1. Pundonor en el murciano, continúa en pie, por respeto, porque no hay piernas y el brazo le da para sumar algunos puntos por potencia, pero no para aguantar. Se lleva, eso sí, el aplauso y el amor de la grada, de Roland Garros y de París, celebrado el juego que consigue en el cuarto set como si se hubiera llevado el título. Ese que tendrá que esperar, porque una lesión lo baja de París en semifinales.

    Es Djokovic quien jugará su séptima final en Roland Garros, en busca y captura de su tercer título, de su Grand Slam 23, de ser el líder de los líderes de la ATP. Por el momento, lesión fortuita al otro lado, defiende a la vieja guardia.

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