Tenis

Djokovic gana su tercer Roland Garros y se instala en la exclusividad: 23 Grand Slam

El serbio supera a Ruud y logra su tercer título en Roland Garros, el 'grande' con el que deshace el empate por la eternidad con Rafael Nadal (7-6 (1), 6-3 y 7-5)

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Novak Djokovic celebra el triunfo ante Ruud, en la final de Roland Garros AFP

Pisa Novak Djokovic donde nunca ningún otro tenista había pisado. La luna del tenis. Un título de Grand Slam 23 con el que toma la cabeza de esta carrera por la eternidad en la que lleva inmerso desde hace casi dos décadas con Rafael ... Nadal y Roger Federer. Ya es Djokovic único, exclusivo, en el circuito masculino. Empatado con Serena Williams y a uno del límite de lo real: los 24 de Margaret Court. Logra, ante Casper Ruud, (7-6 (1), 6-3 y 7-5 en tres horas y 13 minutos) el tercer título de su carrera en Roland Garros y ese número 23, con la mejor muestra de su poderío en una pista de tenis, con todos los elementos que se ponen en acción en un partido, y que ni mucho menos es solo golpear la pelota con una raqueta.

Roland Garros

Final

  • Novak Djokovic
  • 7 6 7
  • Casper Ruud
  • 6 3 5

    Juega el serbio la final de Roland Garros desde que Nadal anunció que no podría participar en esta edición. Se ha ido quitando del camino a Kovacevic, Fucsovics, Davidovich, Varillas, Khachanov y Alcaraz, el partido de los partidos en este 2023, y ante Ruud, el último domingo de torneo, tiene más rival en sí mismo que en el noruego.

    Sabe Djokovic esta situación. Porque, como todos, incluso él, se pone nervioso. Hay tanto en juego, ha hecho tanto por llegar aquí, hay una oportunidad tan clara de sentenciar al español y al suizo, que solo tenía que controlarse a sí mismo. Que serán 22 Grand Slams pero siguen siendo humanos, y hay pocos deportes más mentales que el tenis. Tiene el serbio una buena lección aprendida en 2015; después de culminar el Everest, ganar a Nadal en la Philippe Chatrier, se topó con un buen Stan Wawrinka y demasiadas expectativas y acabó por quedarse sin premio. Pero este Djokovic, claro, ya no es aquel.

    Sabe que en esta final todo pasa por él, su juego, su estrategia y su planificación. Era suficiente ante Ruud, voluntarioso, cuatro finales de Grand Slam, pero sin mordiente ni golpe definitivo; una derecha fina, más errores con el revés y tembleque en los momentos que diferencian a los muy buenos de los mejores. Djokovic, que mide los partidos como nadie, atiende a un espectador: «Esto no ha acabado todavía», le grita en el primer juego; lo sabe bien el de Belgrado, que intentó frenar las ilusiones tras ganar a Carlos Alcaraz con un «aún queda un partido».

    Pero no puede evitar entrar a la final con más temblores de la cuenta. Atrapado, a medio gas, con errores de bulto en los golpes que calibran el estado mental: dos remates cerca de la red de apariencia sencilla que envía demasiado largos. En su cabeza, las expectativas, la oportunidad, la superioridad, la precipitación... Todo se mezcla en su mano, y va a trompicones en un primer set en el que no acaba de ser él. Más allá de los diez minutos dura su primer turno de saque.

    Al contrario que Alcaraz, a Djokovic sabe lo que le está pasando y tiene bagaje para controlarlo. Es mucha experiencia en la mochila: 70 Grand Slams, 34 finales, 22 ganadas antes que esta. Lo asume, lo acepta y sigue adelante con lo que tiene, que no es mucho. Lo aprovecha Ruud, tenista completo al que le falta un poco más de convicción para creerse que puede, que logra el primer break del encuentro y se encamina hacia el 4-1. Pero es una ilusión. Porque uno no se lo cree y el otro comienza a creérselo.

    Hay algún puño, un enfado con el juez de silla, una caída para darle épica, un grito hacia el palco y un punto más en el acelerador. Solo un punto más. Sin ser demasiado, es suficiente. Del 1-4 al 5-5 y Djokovic ya es Djokovic.

    Porque en el 'tie break', que, como los penaltis, no es una lotería, es un 7-1 aplastante. Sin miramientos. Sin errores. Sin fantasmas. Sin dudas. El Djokovic de las grandes citas.

    Por el momento, solo los tres más grandes pueden hacer estas cosas. Por eso lo son. Lo demostraron cuando los tres estaban en su máximo esplendor, lo demuestran ahora cuando ya tienen muy cerca la puerta de salida. Los intangibles. Sin ponerse al cien por cien, sin revolucionarse, eligiendo el punto exacto para subir el nivel, para ahorrar energía, para lanzar a los ángulos, para disparar con potencia, para ganar por presencia, por estrategia.

    De la lentitud de los paseos y las caras largas, a la velocidad para ir a la silla y el pecho henchido. Del 1-4 al 7-6 en una hora y 20 minutos, 18 errores. Y al 6-2 en 48 a la tercera bola de set, pues ya tiene el resto listo y se va ganando terreno, 7 errores. Y aplaude Tom Brady en el palco del serbio; y Mbappé, en un palco más abajo.

    Todo lo que se erraba por nervios en el primer set, sale en el segundo y es letal en el tercero, aunque Ruud sigue ahí, mostrando un tenis de academia, la de Nadal, para seguir aprendiendo. Pero no está Djokovic para más parones ni dudas. Los servicios se aceleran, la derecha dirige de lado a lado y el revés, ese revés inapelable, remata.

    Y la puntilla mental, la última lección del estratega, en el undécimo juego del tercer set. Restos, presión, y multiplicar las debilidades de Ruud para hacerse con un 6-5 en blanco y saque. Brazos en alto, sonrisa enorme, y un minuto arrodillado en la Chatrier, 21 triunfos consecutivos de Grand Slam (Wimbledon 2022, Australia 2023 y París 2023), campeón en Roland Garros, Grand Slam número 23, instalado en la exclusividad.

    «Estoy muy feliz de seguir haciendo historia en mi carrera aquí con vosotros, muchas gracias -comenzó en francés-. Es una coincidencia que gane en 2023 mi 23 Grand Slams aquí en París, porque este torneo ha sido de siempre el más difícil de ganar de mi carrera. Así que hay mucha emoción, muchas cosas», comentó el serbio, exultante con el micrófono en la mano.

    «Eres uno de los más amables tenistas del circuito. Todo el mundo te respeta y te quiere por la mejor de las razones. Es muy importante en esta sociedad que haya personas con tantos valores humanos como tú y tu familia. Os respeto muchísimo por eso. Has hecho dos finales aquí y has sido de lo más consistente en los últimos años en los Grand Slams, habla muy bien de ti. Espero que ganes mucho, excepto cuando juegues contra mí», bromeó después, halagando al noruego.

    «A mi equipo, mi familia. Mis dos hermanos no están aquí pero los quiero muchísimo. No sé qué decir, sabéis lo difícil que ha sido el día a día. Gracias por la paciencia y la tolerancia, a puerta cerrada la gente no lo sabe pero sé que os torturo. Gracias por el apoyo, por ser mi piedra de toque y creer en mí», zanjó.

    El serbio comenzó tarde la carrera por los Grand Slams: con el Abierto de Australia en 2008 cuando Federer ya sumaba 12 y Nadal, 3. En 2016, con su primer título en Roland Garros, ya se pensó que lo había conseguido todo. Hasta que miró hacia arriba, hacia todo lo que habían logrado Federer y Nadal. Y se lo puso como objetivo. Ya lo tiene. Todo. El que más Grand Slams (en el circuito masculino), el que más Masters 1.000 (38), el que más semanas en el número 1 (387). El único hombre en conseguir al menos tres títulos en cada gran torneo. Da igual pista rápida que hierba que tierra batida. Da igual la edad del rival, o la potencia. Da igual la época.

    Aún le quedan retos. Y aún le queda gasolina, tenis y una maestría en el juego sin raqueta que lo ha hecho único. Es Djokovic, hoy por hoy, el mejor tenis. De 2008 a 2023, y lo que todavía le queda.

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