Djokovic sube otra marcha ante Khachanov y se planta firme en semifinales

Al ralentí ya jugó Djokovic contra Alejandro Davidovich, enrarecido el ambiente por el viendo, la incomodidad del español y ciertos desajuste mental propio. Otro tanto amaneció en los cuartos de final, menos viento que otras jornadas, pero cierta apatía en sus andares.

Y al otro lado no estaba Davidovich, sino un Khachanov de vuelta a las alturas que ya mostró poderoso brazo y firme cabeza ante Alcaraz en Madrid. Un poco más aún lo fue al inicio del choque con el serbio, muy atento a los saques del rival y, sobre todo, agudizando el agujero que el número 3 del mundo tuvo en el revés.

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L. M.

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Khachanov percutió ahí con saña, veloz en los restos para que Djokovic no pudiera quitarse a tiempo, muy hábil. Fino con las dejadas y seguro con servicio, 88 por ciento de acierto con el primero, y varios turnos con 40-0 de inicio. Suficiente para asegurar el primer set ante esta versión de Djokovic.

Pero el tenis, en manos de Nadal, Federer y Djokovic especialmente, es un deporte de maratón, no un sprint como han puesto de moda la generación posterior. Y a Djokovic, que calibra como nadie el nivel de energía, calidad y motivación que necesita en cada momento, se aplicó en los siguientes sets con una velocidad más.

Le costó más de lo que pensaba, porque este Khachanov no es el de antaño. Hay una mano dura para los restos y las derechas y finísima para las dejadas, un golpe que no solía entrar en su repertorio y del que salió bien parado en muchas ocasiones. Ante los primeros más potentes y los reveses más medidos, el ruso se mantuvo firme atrás, incluso cuando el serbio intentaba cambiar ritmo y alturas con bolas altas que no conseguían alejarlo de la línea.

Segurísimo se mostró el ruso también al servicio, y así, el mejor restador del circuito no tuvo ni una bola de break durante los dos primeros sets, dos horas y cuarto de partido.

Khachanov, estupendo en todos los aspectos, solo se equivocó una vez, ya en el tie break del segundo parcial. Después de un buen saque, trató de confundir al serbio y cogerlo a contrapié, pero Djokovic se mantuvo firme en ese lado y supo responder con seguridad y tino. Ahí cambió todo. Era un minibreak, un 2-0, en el que se quedó atrapado Khachanov, que no pudo sumar ni un punto más en el resto de la muerte súbita.

Ahí cambió todo. Porque a Djokovic, que había cometido 15 errores con el revés y 10 con la derecha, le cambió la cara. De la aparente apatía de esas dos primeras horas de juego, a la lentitud en sus andares ya por superioridad. El revés, que calibra cómo está, empezó a ser un estilete. Paralelos a las líneas, cruzados inalcanzables. Había ganado, hasta el momento, 44 partidos de Grand Slam remontando el primer set en contra, empatado en la lista con Andre Agassi, y con dos de ventaja sobre Roger Federer. Y no es por casualidad.

«Fueron como dos partidos diferentes en uno. Los dos primeros sets han sido quizá los peores que he jugado. Y el tercero y el cuarto los mejores. Jugué un tie break perfecto. Me volvió la confianza para pegar bien, y estuve muy cómodo hasta el final», analizaba después el serbio.

Aun con arrebatos hacia su palco, encontró por fin la primera bola de break, a las dos horas y cuarto de partido. Y una segunda y una tercera hasta que logró la rotura. Un 2-0 en el tercer parcial. Y con su saque encadenó quince puntos consecutivos, con tres turnos ganados en blanco para acelerar hacia la victoria.

Conforme pasaban los minutos y los juegos, los reveses del serbio eran más medidos y letales, las derechas más definitivas; y el ruso vio cómo tenía que irse más lejos de la línea de fondo, más de lejos del camino de los dos primeros sets y más lejos de Djokovic, que puso un 6-2 en el tercero.

Más ligero de piernas a las tres horas de encuentro que al inicio, el ruso aún intentó volver al camino en el cuarto parcial, incluso recuperó un break en el octavo juego después de levantar dos bolas de break para el 2-5. Pero esto es Djokovic ya con la mirada puesta en las semifinales y más allá, y no pudo aguantar la rotura ni el último estirón el ruso, que claudica por novena vez ante el serbio, por solo una victoria. Esto es un maratón.

Espera el serbio a Carlos Alcaraz o a Stefanos Tsitsipas. Tendrá que ajustar el estilo y el ritmo al español o al griego, pero el nivel ya está ahí, casi en su máximo esplendor. Porque empieza a brillarle la mirada a Djokovic. Son dos pasos hacia la exclusividad.