Tenis
Bucsa descubre un nuevo nivel: en sus primeros octavos del US Open
La cántabra acepta el reto de Sabalenka para celebrar su incursión en la cuarta ronda de un Grand Slam
Sin brillo pero con solvencia, Alcaraz vuela hasta octavos en Nueva York
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Iniciar sesiónUn paso, otro y otro más y Cristina Bucsa está en octavos de final del US Open, su máximo en un Grand Slam, por ahora. En este deporte que parece aplaudir más las explosiones, la cántabra, 27 años y 95 del mundo, prosigue su ... escalera hacia las alturas con la filosofía del trabajo diario, sin estridencias ni extremos, que hace construir las estructuras desde la base y afianzarse en ellas para seguir creciendo. Y completar remontadas como ante Elise Mertens (3-6, 7-5 y 6-3 en dos horas y 41 minutos).
Nacida en Moldavia, pero desde los tres años en Torrelavega, Bucsa tiene en su padre, Ion, la guía sobre la pista y fuera de ella. Biatleta olímpico en Nagano 1998 y Salt Lake City 2002 colocaba diferentes objetos delante de su hija pequeña: un piano de juguete, zapatillas de ballet, una raqueta de tenis de mesa y una pelota de tenis. Siempre elegía la pelota. Y desde entonces, este deporte ha centrado toda su atención. Aun con formas de aprendizaje algo distintas. «Mi padre me enseña a seguir, a seguir, tener resistencia, pero sin perder la concentración, que es lo que él hacía en biatlón: esquías y luego tienes que bajar tu ritmo cardíaco para apuntar», explicaba en una entrevista a WTA. Sin acceso a demasiadas pistas de tierra batida en Cantabria, Bucsa aprendió a deslizar en esa superficie en pistas de superficie rápida mojadas.
Tan concentrada y extraordinaria que vive alejada de las redes sociales. Entre entrenamientos, preparación física y mental, Bucsa elude pasar tiempo delante de las pantallas. Prefiere utilizarlo en añadir el coreano a los idiomas que habla (inglés, español, francés y rumano), y en estudiar filosofía, psicología, biología, y «todo lo que no se ve» del deporte. Del tenis y de cualquiera, pues también es cinturón azul en kárate y con el objetivo de llegar a negro.
Una estructura mental muy sólida fuera de la pista que también le ha ido llevando a superar ciertos retos dentro de esta vorágine del tenis de élite. En 2019, Bucsa se encontró en Wimbledon, de sopetón, sin patrocinador y sin zapatillas de clavos para jugar en hierba. Por si acaso accedía a la previa, se había comprado unos zapatos de golf, pero no funcionaron en una pista. En Londres tuvo que activar el modo urgencia y adquirir las únicas zapatillas de clavos que había en la tienda del torneo: dos tallas más grandes que las suyas, pero que apañó con calcetines para firmar su primera victoria en el All England Tennis Club. Hasta este pasado julio, ningún patrocinador se ilustraba de forma permanente en su ropa. Ahora Country Club by Dasha ha firmado con la cántabra. «Me gusta mucho la confianza tranquila de Cristina, su autenticidad y lo trabajadora que es», dijo de ella Dasha Berezhnaya, la extenista dueña de la marca.
En pista, pasos firmes hacia las estrellas. En París 2024 tachó uno de sus mayores hitos, con ese bronce a medias con Sara Sorribes que era una promesa. «Soñaba con ser medallista desde pequeña. Mi padre fue dos veces a los Juegos y quería cumplir ese sueño porque él porque no ganó ninguna medalla». En este US Open, sus primeros octavos de un Grand Slam. Y contra Aryna Sabalenka, nada menos. Pero para Bucsa, solo es otro nivel descubierto, una oportunidad para superarlo.
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