Alcaraz, inmenso campeón en Indian Wells

Y es de campeón porque vuelve a descifrar al rival antes de caer en sus redes. E incluso muestra esa capacidad de sacar réditos aunque no sea el día para brillar. Lo que había hecho ante Jannik Sinner en la semifinal, le sale también ante el ruso. Porque no empieza nada bien, pero se anima conforme entiende la táctica del rival y encuentra la solución en su propio raquetero.

Se queda parado Alcaraz, otro error en su mano. Un cortado que se queda en la red. Son doce errores en los cuatro primeros juegos (26 al final), break concedido (0-3), porque no ha entrado fino ni controla el viento. Algo estático, sin la velocidad revolucionada que impuso en su choque contra Sinner, le sorprende la puesta en escena del ruso, más lento, apaciguado que de costumbre. El tenis se juega con la mano, pero se mueve con la estrategia. Y son los dos buenos jugadores de ajedrez.

A Alcaraz le van bien los peloteos directos y largos, pero se atasca con el viento, bien frenado en la red, bien largo o descentrado. Se pega Alcaraz en el muslo. Lo intenta por tercera vez para recuperar el break, pero no es posible. El ruso reacciona en dos de ellas y en la tercera el fallo es suyo. No sale. Pero Alcaraz insiste.

Aunque le gusta más jugar alegre, creativo, con ese puntito de locura que encandila al personal, está aprendiendo Alcaraz que no siempre puede ser él. Que a veces tiene que camuflarse en estilos más propios de otros para que el resultado sea el que quiere, aunque no sea el cómo. Ante Sinner se echó para atrás, envió bolas altas, profundas, buscó los intercambios largos. Se 'desalcarizó', pero acabó por enredar al italiano, incapaz, como sí había hecho él, de cambiar la estrategia cuando era necesario.

Ante el ruso, al que había frito a dejadas en la final del año pasado, lo intenta mover, consciente de que por la derecha no puede entrar, demasiado predecible, por lo que Medvedev está respondiendo con mucha más potencia. Activa el modo corto, dentro de la pista para poder contestar antes y sorprender y quitar tiempo de reacción al ruso. Encuentra así, por fin, el break, y el partido se iguala, aunque sea a la baja porque ni uno ni otro está logrando sentirse cómodo en esta final.

«Juégale hasta que lo tengas muy convencido», le indica Juan Carlos Ferrero. Y aunque siguen los desacuerdos porque las palabras de uno no acaban de convertirse en certezas en la mano del otro, avanza Alcaraz en la mente de Medvedev. No juega de lujo el murciano, tampoco el moscovita está fino.

Pero es el español, más suelto conforme pasan los minutos, el que logra meter más dudas en el rival. Sus movimientos en el resto, ahora pegado a la línea, ahora a tres metros de ella, descentran a Medvedev, que sufre más en sus turnos de saque aunque aguanta hasta el tie break. Y en esa partida de ajedrez, mete más calma, más peloteos, más 'cocina' hasta morder con la derecha. Al resto, es Alcaraz quien consigue el primer set. Grito al cielo soltando toda la tensión acumulada porque son 69 minutos de juego trabado, de pico y pala, de descifrarse uno mismo para descifrar después al rival.

El ruso, que decía haber aprendido de la final del año pasado, en la que lo superó en potencia y estrategia y lo acabó por hundir con dejadas imposibles, no pudo hacer mucho más a partir de entonces.

Alcaraz ya ha encontrado la senda, se ha encontrado cómodo en el disfraz que ha tenido que ponerse y comienza a acumular ganadores (24). Incluso ejecuta con efectividad las dejadas y los cortados con los que engatusa al ruso, cada vez más desconcentrado y desconcertado. «A por este», le señala Ferrero en el primer turno de saque del ruso. Y aprovecha Alcaraz el ánimo y el desánimo del rival, que empieza a molestarse por lo tarde que canta el fuera la máquina y las reacciones del público. Un restazo de derecha, a lo Alcaraz, el original, acaba de sentenciar el choque, aunque apenas sea un 2-0 a su favor.

No son los números, sino las sensaciones. Uno, activo y sonriendo; otro, obnubilado y contrariado. Uno, libre por fin; el otro, atascado incluso con su servicio. No hay más Medvedev y es un inmenso Alcaraz, que ha crecido en esta semana, aprendiendo a ser otro Alcaraz cuando lo requería el rival.

Con 21 años, suma su primer título en 2024 (quinto Masters 1.000), el número 13 en su carrera, que empezó con Umag (2021), encadenó cinco en 2022 (Río, Miami, Conde de Godó, Madrid y US Open), y otros seis en 2023 (Bueno Aires, Indian Wells, Conde de Godó, Madrid , Queen's y Wimbledon).

Cuando Iga Swiatek entra en esa racha dominadora, hay pocas raquetas que la saquen de ahí. No fue Maria Sakkari, voluntariosa, pero sin ninguna opción de arrebatarle el título de Indian Wells a esta Swiatek robótica, impenetrable e implacable. La polaca, 22 años y 1 del mundo, se ha dejado solo 21 juegos en seis partidos, y ha repartido 'roscos' (6-0) en cuatro de ellos. A Collins en primera ronda, a Noskova, en segunda, a Wozniacki en cuartos y a Sakkari en la final. Un rodillo que espera mantener en este 2024 en el que comenzó con un resbalón en el Abierto de Australia –perdió en tercera ronda–, logró su primer WTA 1.000 en Doha, fue semifinalista en el de Dubái y suma en Indian Wells el segundo (de 19 títulos en total). En finales, son 19 triunfos por solo cuatro derrotas; en WTA 1.000, su registro es de 8-2. Swiatek, en modo apisonadora.