Tenis

Alcaraz y Djokovic aceptan el reto: Wimbledon ya tiene su final soñada

Tras arrollar a Medvedev, el español se enfrentará al serbio y disputan la final de Wimbledon que todo el mundo esperaba

Alcaraz: «Siento que pertenezco a estos momentos»

Djokovic y Alcaraz se saludan antes de un entrenamiento AFP

Tiene Wimbledon la final que quería y que esperaba el planeta tenis. También los protagonistas: Carlos Alcaraz y Novak Djokovic. El casi nada todavía contra el casi todo. El dueño del futuro contra el guardián del pasado. No hay mejor duelo hoy. Por ... todo lo que han demostrado en estos dos años el español y toda la vida el serbio. Encaramados ambos en los puestos más altos de la ATP, el español luchará por su segundo Grand Slam en la segunda final de su carrera y el serbio, por su vigesimocuarto, y el octavo título en la Catedral.

Son dos estilos que convergen en esta época de cambio de guardia. Djokovic plantea un tenis de estrategia, contención, frialdad, efectividad milimétrica; Alcaraz, más potencia, más contundencia, más emoción. Así despliegan sus armas en sus respectivas semifinales. El serbio es implacable en su comparecencia ante Jannik Sinner, que ya le ganó dos sets el año pasado en esta pista, pero se llevó el mismo resultado. Sigue blandito el italiano, capaz de un tenis sublime, un revés excepcional, pero falta de mordiente en los momentos claves. En esos donde Djokovic es maestro.

Es un partido pulcro, soberbio en lo mental y efectivísimo en la ejecución. Propio de quien ya tiene por aquí 92 victorias en 102 partidos, y de las que 34 son consecutivas, 45 si se cuentan solo las de pista central. No pierde el serbio desde los cuartos de final de 2017, cuando tuvo que retirarse contra Tomas Berdych y se nota en sus desplazamientos por la pista. Resbala, se desliza, corre, se apoya, golpea, se equilibra, recupera el espacio, no cede un milímetro ni concede un respiro.

Para todo tiene una respuesta mejor, y ni siquiera juega al desgaste, pues juega el partido de ayer y el de mañana a la vez. Porque Djokovic en Wimbledon juega a otro deporte: seguro con su servicio (solo ha perdido tres veces su servicio en todo el campeonato, ninguna ayer), aséptico y sin desgaste, un robot mental (seis opciones de rotura en contra -dos bolas de set-, salvadas), y elástico en los movimientos. Con la derecha larga amordaza a Sinner al fondo, con la cruzada lo deja sin resuello; la volea lo desactiva y el saque lo salva de todos los peligros.

Son 35 finales de Grand Slam, líder absoluto por delante de Chris Evert (34), Serena Williams (33), Martina Navratilova (32), Roger Federer y Steffi Graf (31) y Rafael Nadal (30); cuarta por encima de los 35 años. «Intento no mirar la edad como un factor determinante dentro de la pista. Al contrario, tengo 36 años y me siento muy bien; me motiva y me inspira», dice.

La primera para Alcaraz, segunda en total, que son 20 años y ha pisado la hierba en 17 ocasiones. Pero son once victorias consecutivas en esta superficie en este 2023 por lo que ya muestra maneras de veterano como le hace saber a Medvedev. Dos estilos del ahora, pero con cierto aire de antaño. Para delicia del espectador, que celebra disfrutar de estos dos genios del tenis, estas cuatro manos llenas de magia. No hubo nervios ni calambres en este Alcaraz de tercera gran semifinal, lección aprendida de la de Roland Garros. Hay artificios, dejadas por aquí de Alcaraz, reveses contundentes por allá de Medvedev. Hay, sobre todo, valentía en la puesta en escena, un pulso lleno de viveza.

Lo que se desequilibra es la templanza mental, donde Alcaraz ha ganado muchísimos enteros en apenas unos meses y donde naufragan la mayoría de sus compañeros de promoción. Si el español va contra el marcador, se levanta, ruge, lo intenta. Ahí es donde ha crecido más. «Es que esa es la diferencia entre los buenos y los muy buenos. En momentos en los que estás en tensión, con 4-4 o los tie break, es cuando uno tiene que sacar la valentía. Nosotros lo intentamos, por eso doy un plus de nivel. Otros no lo dan», admitía en la previa. Y ahí está Medvedev como prueba.

El ruso concede y cede dos veces en los dos primeros sets, también en el tercero, pero intenta revolverse. Lo consigue, dos veces, pero dos veces vuelve a resbalar de inmediato. Donde unos ladran, otros muerden. Ahí van igualados Alcaraz y Djokovic. También en esa manera única que tienen de amordazar, desesperar y desequilibrar a los rivales hasta anularlos. Mañana se decide qué estrategia es mejor.

Se gana su segunda final de Grand Slam, tras la jugada y ganada en el US Open 2022 con 20 años y 72, el cuarto más joven en conseguir un billete para el último domingo de Wimbledon, después de Bjorn Borg (ganó en 1976 con 20 años y 27 días), Boris Becker (ganó en 1985 con 17 años y 227 días y en 1986 con 18 años y 226 días), y Rafael Nadal (fue finalista en 2006, perdió con Federer, con 20 años y 36 días). Séptimo español, tras Lilí Álvarez (1926, 1927 y 1928), Manolo Santana (1966), Conchita Martínez (1994), Arantxa Sánchez Vicario (1995 y 1996), Rafa Nadal (2006, 2007, 2008, 2010 y 2011) y Garbiñe Muguruza (2015 y 2017). «Voy a disfrutar de este increíble momento para mí y a continuar soñando», acepta.

Sabe que será difícil. Primero, por el serbio: «Sinceramente le veo muy pocos puntos débiles y más jugando una final de Grand Slam. Es la segunda para mí y la 35 para él. Tiene presión pero ha demostrado en su carrera lo bien que lo gestiona y lo poco que le afecta. Puede que más que en París, pero demostrará, a mí y a todo el mundo, que no le afecta, que está tranquilo, sin nervios. Así es como se ve a Djokovic en la pista».

Pero también por él: «La final del domingo es una revancha conmigo mismo, de afrontar lo que pasó en las semifinales de Roland Garros, de intentar ser mejor, aprender de ello. Va a ser una lucha personal, no querer que me pase lo mismo». Intentará ejercicios mentales, aunque afirma que no es mucho de música relajante y cerrar los ojos.

Sí es más de creer en sí mismo: «Estoy jugando a un nivel brutal, con mucha confianza, moviéndome muy bien. Me definiría como brillante. Creo que pertenezco, siento que pertenezco a este tipo de situaciones y vamos a demostrarlo. No tengo miedo».

Quiere más, pero ya ha conseguido mucho: «Jugar una final en Wimbledon es algo con lo que sueñas de siempre, e incluso mejor contra Novak. Puede que para él sea un día más, pero para mí es el mejor día de mi vida». Y aún puede ser mejor mañana.

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