Mutua Madrid Open
Alcaraz bate a Ruusuvuori en el estreno tras sobrevivir a sus propias dudas
El español se levanta de un inicio desordenado y dubitativo para llevar la euforia a la grada, resuelta la papeleta del estreno ante el finlandés, por 2-6, 6-4 y 6-2
Entrevista a Cameron Norrie: «Más que por sus títulos, admiro a Alcaraz por su humildad»
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Iniciar sesiónHa acostumbrado Carlos Alcaraz (19 años, 2 del mundo) a ser tan superior, que costó entender lo que pasaba en el Estadio Manolo Santana en la primera hora y media de juego. Pero el murciano dio la respuesta tras dos horas y 16 minutos: ... a veces hay que sufrir, mucho, pero nunca perder la actitud. Fue despacio, desentrañándose a sí mismo hasta encontrarse, y ya convertido en el Alcaraz de siempre, la victoria de casi siempre, ante un bravo Emil Ruusuvuori (24 años, 41 del mundo) por 2-6, 6-4 y 6-2. Son ya 26 en el curso, por 2 derrotas, y la primera, de las más difíciles siempre, en el Mutua Madrid Open. Dedicada esta vez: «Feliz cumple, papá».
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«Gracias por hacer realidad el sueño de mi madre», rezaba un cartel en la completa grada del Estadio Manolo Santana. Es Carlitos ya para todo el mundo. El hijo, el nieto de todos. La Caja Mágica, por fin en su esplendor para ver al héroe del momento. Un Carlos Alcaraz al que la afición lo ha visto 'nacer' como la estrella que es en estas mismas pistas, donde se ha celebrado con él su 18 y su 19 cumpleaños. De ahí la ovación, las ganas de seguir viéndolo crecer en la pista.
Pero durante la primera hora no era el Carlitos aquel. Gesticulaba, negaba, miraba al palco, levantaba los brazos, preguntaba al aire, manos sobre las caderas. El lenguaje gestual era claro: no salía nada. Los saques se los leía a la perfección el finlandés, rápido y seco en la contestación que siempre botaba demasiado cerca de los pies del español, incapaz de despegarse de la pelota para contraargumentar. Ni siquiera los saques liftados, que botan altísimo y obligan al rival a desplazarse casi a la valla le hacían daño, veloz en la subida y mordaz para cazarle las intenciones. Y las dudas seguían. Porque si superaba ese primer escollo del resto, llegaba el problema de la derecha, demasiado desafinada la puntería a las esquinas, demasiado ímpetu para el juego profundo.
La grada celebró como una fiesta la primera dejada del murciano, e intentó este apelar a ese toque tan especial, tan suyo y que tan buen resultado le ha dado en su carrera. Pero no parecía el día. Si la cabeza no funciona, es difícil que lo haga la mano, y el murciano parecía haberse contagiado del cielo madrileño, plomizo y gris.
El turno de saque no funcionaba, y no había ni opción en los turnos de resto. Ruusuvuori, sin títulos en el palmarés pero con una victoria ante Alcaraz cuando todavía no era este Alcaraz (primera ronda del Masters 1.000 de Miami de 2021), luce un misil por mano en la bochornosa sobremesa en Madrid. Si Alcaraz disparaba a 218 kilómetros por hora, el finlandés marcaba registros de 221 y 222. Así, al español le fue imposible respirar en ese primer set, solo dos puntos a su favor al resto, y siempre con segundo servicio del finlandés.
Alterado el personal, le dio todo el cariño que pudo con vítores, aplausos y «vamos, Carlitos», y algún que otro «Vamos, Rafa», como manda la tradición en esta pista. Habían sido 36 minutos de primer set, atrapado Alcaraz en dudas, errores y falta de ligereza. Cabeza gacha y sin la sonrisa que se esperaba y que lo lleva en volandas. Porque el sufrimiento continuó en el inicio del segundo set. 0-30 para empezar, superado el peligro con más corazón que mano. Apretó los dientes al saque e hizo lo posible en los restos, lo poco que lo dejaba Ruusuvuori. El resumen de esa parte del partido en una imagen: Carlos Alcaraz estampa la raqueta en el suelo al sumar el tercer juego a su favor. Sí, a su favor.
Al límite tuvo que jugarse evitar el break en el sexto juego. Un bote pronto sorprendente, un revés a la línea, una derecha de corazón, la valentía en las voleas... Hasta cinco bolas de rotura salvó. Grito al cielo madrileño para soltar toda la tensión. Y ahí, un partido que ya se ha visto muchas veces. Porque ante las oportunidades perdidas de uno y las salvadas del otro comenzó a voltear el encuentro.
«Mi juego es alegre, y cuando disfruto es cuando sale mi mejor tenis», admitía en la previa. Tardó en llegar la alegría, pero llegó. Curiosamente, gracias a una doble falta del finlandés, que permitió la primera bola de rotura para el español en todo el partido. Ahí estaba el germen. Porque Alcaraz no logró el break en esa, pero ya había abierto una pequeña grieta. Se ganó una segunda que sí convirtió y el grito de rabia se escuchó en Murcia.
Y asomó la sonrisa. Todavía a medias porque el finlandés seguía ahí, pero se confirmó el break y fue otro Alcaraz. Esas cinco opciones de rotura salvadas en la cabeza de uno y de otro. En blanco ganado el juego para atrapar el segundo set, para alivio del murciano y su palco, para alegría de la grada.
Y se desplegó la sonrisa. El Alcaraz convencido por fin, los «vamos» reiterados de su palco, el dedo derecho a la sien que le regaló su entrenador, Juan Carlos Ferrero, las negaciones que pasaron a afirmaciones, los puños al aire, los saques ya eran efectivos; los restos ya hacían daño. Ruusuvuori empieza a notar quién está al otro lado de la red, y no es el Alcaraz del inicio, es el Alcaraz número 2 del mundo.
Y si está alegre, su juego se contagia: saques, globos, dejadas, mano a la oreja para pedir más aplausos. El Carlitos que celebró su 19 cumpleaños aquí, atropellando por el camino a Nadal, a Djokovic, a Zverev, terminó por aplastar las esperanzas y el juego del finlandés. Porque ante este Alcaraz, ni los servicios a 220 kilómetros por hora surten efecto.
Ya lo dijo en la previa: «Fracaso será por tener una mala actitud o no darlo todo, pero no por no defender la corona». Para empezar en Madrid, lección de humildad, perseverancia y superación, sobre sí mismo primero, sobre el rival después.
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