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Opend e Australia

Muguruza, el regreso de la tenista de las cualidades increíbles

E. Y.

Desde que en 2012 se presentó al planeta tenis bordándolo en Miami, Garbiñe Muguruza ha sido la encargada de alimentar las ilusiones del tenis femenino. De repente, brillaba una española atípica que sube hasta los 182 centímetros, un cuerpo poderoso y un estilo que se sale del prototipo nacional. Única y encantada de serlo, pues estamos ante una persona coqueta y complacida cuando es protagonista de las noticias buenas.

Muguruza nació en Caracas, Venezuela, el 8 de octubre de 1993. Es de padre vasco y tuvo sus momentos de duda a la hora de elegir nacionalidad, una decisión complicada que resolvió a finales de 2014 decantándose por España, a quien ha defendido en la Cpa Federación y en los Juegos de Río.

Empezó a jugar a los tres años con sus hermanos en Venezuela y le dio continuidad a su formación al llegar a España con seis años. Le apasiona el deporte, pero también se divierte en la cocina, una golosa confesa que tiene que frenarse ante los dulces para no cometer excesos. Además, es melómana y dicen desde su entorno que sabe una barbaridad de música sin que se decante por un estilo concreto.

Aunque también hay algún que otro tópico en su manual de respuestas, perdonable porque a veces el deporte no ofrece respuestas muy originales, Muguruza busca siempre dejar alguna frase, ir más allá de las normas establecidas ante los micrófonos. «Yo quiero romper un poco con ese concepto, con el querer quedar bien. El tenis tiene demasiado de eso, hay muchos perfiles. Soy un poco rebelde, aunque va con la edad», admitía en 2015, justo después de alcanzar en Wimbledon su primera final de un Grand Slam. Aquel título se le escapó ante Serena Williams, inalcanzable en aquellos días, pero la experiencia le sirvió para darse cuenta de que podía llegar a lo más alto.

Al año siguiente no fallaba y lograba la corona en Roland Garros , de nuevo ante Serena. Era la primera española en ganar en París en 18 años, desde que lo lograse Arantxa Sánchez Vicario.

Ascendió al número 2 mundial y entró en la siempre difusa élite del tenis femenino. Un año más tarde, repetía final en Wimbledon , confirmando que es una tenista de múltiples superficies. Su vicoria ante Venus Williams por 7-5, 6-0 la llevó a lo más alto, el número uno.

A partir de ahí, sin embargo, la mente comenzó a poner demasiada presión en la jugadora. Llegaron los malos resultados, el descenso en el ranking y una espiral cde enfados en la pista ada vez más peligrosa. Muguruza estaba obligada a rectificar.

Después de un 2019 en blanco , en el que llegó a pasar más de 100 días sin ganar un solo partido, se hacía oficial el regreso de Conchita Martínez al banquillo de Muguruza. La campeona de Wimbledon 1992 ya había trabajado con la vasca de forma puntual en el Grand Slam de hierba de 2017 y en algunos torneos de 2018. Ahora regresaba como coach principal para tratar de llevar calma a una tenista caída hasta el número 35 del mundo.

«Necesitaba un nuevo punto de vista, empezar un nuevo ciclo. Se cerró uno muy exitoso y en este espero volver a estar donde estuve», reconocía la propia Muguruza este diciembre en una entrevista en ABC. El comienzo no puede ser más esperanzador. Finalista en el primer Grand Slam del año, una de las grandes metas que tenía cuando decidió resetear.

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