Nadal no tiene piedad

En la Suzanne Lenglen afronta una batalla contra un tenista con mayor proyección que los anteriores, pues Mónaco es el 15 del mundo y viene haciéndolo muy bien en lo que va de año. El argentino, íntimo del balear, hace todo lo que tiene que hacer un jugador para vencer a Nadal , pero ni aun así le basta para hacerle cosquillas. Su puesta en escena es inmejorable, rompiendo la bola en cada golpe, buscando las líneas y moviendo a su oponente de lado a lado. Propone pelea con todas sus armas, pero pronto sucumbe porque enfrente tiene a una bestia .

Nadal llega a todo y destaca especialmente en los momentos decisivos, finiquitada la primera manga a partir de dos puntos muy concretos. Cuando Nadal tiene pelota de break a favor, afila las garras y resuelve, tan sencilla la receta sin que Mónaco encuentre una explicación. La única, la más reconfortante, es que su enemigo era Nadal en versión 2012. No falla.

En esos 43 minutos de parcial, se consume lo que puede pasar luego. El 6-2 es demasiado duro de asimiliar para el argentino, que renuncia a seguir luchando. Lo hace por amor propio durante un ratito, pero se hunde al comprobar que ha perdido diecisiete juegos consecutivos desde el 2-1 inicial . Con 6-2, 6-0 y 6-0, la historia ya está escrita.

El rosco del segundo set acaba por desquiciar a Mónaco, que se enfada y maldice su desgracia, abatido en su silla y con ganas de que acabe la película porque el castigo está siendo sonrojante. Nadal, por contra, va mejorando sus estadísticas y las engorda para que nadie llegue a ellas. Es su victoria 49 en Roland Garros, la 251 en tierra batida y la 152 en un torneo grande. Nadie le para y ahora se mide a Nicolás Almagro, a quien siempre ha derrotado .

Y remata a su amigo con otro 6-0, tremendo el partido . A Nadal le da pena consolar a Mónaco, pero se trataba de acceder a cuartos de final de su torneo favorito, del torneo que le prepara una página de leyenda. El séptimo mordisco está más cerca.