Tenis
Carla Suárez: «Nunca he tenido miedo ni he pensado en la muerte»
La canaria cuenta a ABC su día a día en la lucha contra el cáncer mientras sueña, sin perder la sonrisa, con poder volver para despedirse del tenis en las pistas
Carla Suárez, esta semana en el puerto de Barcelona
Carla Suárez (32 años) tenía perfectamente organizado 2020, tan absurdos los planes entonces. La pandemia alteró la temporada del adiós, pero lo que realmente le golpeó fue el crudo diagnóstico después de acudir al médico: linfoma de hodgkin, le comunicaron en septiembre ... , un cáncer cuando pensaba que quizá era coronavirus. Acaba de terminar con las sesiones de quimioterapia y ahora le esperan las de radio, pletórica en una larga charla que contagia optimismo. Es una tenista con sello propio, genial el revés a una mano del que tanto se ha escrito, que siempre ha desprendido paz desde ese deje canario del que tanto presume. Otro motivo de orgullo es la unanimidad que despierta en el tenis, pues le llegaron mensajes de todas partes. Carla Suárez habla sin tapujos de su enfermedad y sueña, por qué no hacerlo, con dejar el tenis compitiendo en una pista. De momento, se consuela con haber vuelto a entrenar.
—¿Qué hace en los entrenamientos ahora?
—Hacer deporte me viene muy bien y nada mejor que el tenis. Los doctores me dijeron que me iba a ir bien y así ha sido. Cuando podía ir al gimnasio, iba un ratito, y ahora sí que ya estoy un poco más con el tenis. Pero nada que ver, ¿eh? El cuerpo es totalmente distinto, estoy jugando media horita y empecé con bolas de niño. Ahora ya juego con bolas normales, pero no paso de la media hora.
—¿Se cansa mucho?
—Sí, sí, se nota.
–Seguro que hará más de lo que le dejan.
—Pues no lo sé porque, por si acaso, nunca les pregunto a los médicos... Pero ellos me dijeron que escuchara al cuerpo y que si me sentía bien, que lo hiciera.
—¿Y qué dice el cuerpo?
—De momento, está bien. Ya hace unos días terminé la última sesión de quimio y el cuerpo se está recuperando. Con cuidado, claro, pero de esa última sesión ya estoy prácticamente recuperada.
«Ahora disfruto más del día a día, pero no valoro más las cosas. Lo aprendí al viajar y ver la pobreza»
—Ahora tiene que hacer radioterapia.
—Sí, pero no me han dicho cuándo empiezo ni las sesiones que tengo.
—¿Qué ha sido lo peor de las sesiones de quimio?
—Sobre todo el inicio, saber que me quedaban muchas sesiones por delante, volver al hospital cada vez... Y los días posteriores a las sesiones, el malestar, las náuseas... Sinceramente, pensaba que lo iba a llevar peor y el cuerpo ha respondido muy bien.
—¿Cuántas sesiones ha necesitado?
—Ocho. La primera fue el 21 de septiembre y la última fue el lunes 25 de enero. Cuatro meses de quimio.
—¿Y en qué pensaba cuando le tocaba ir al hospital?
—Ya la noche antes, duermes peor, no descansas igual. Y luego está el malestar propio de tener que estar ahí, la analítica, la visita, la sesión, la incertidumbre de si la analítica ha salido bien, que las defensas no salgan bajas... La sesión duraba unas tres horas. Y luego está lo que ves, la gente que está ahí contigo... Es un poco crudo porque ves que algunos empeoran, otros mejoran, llega gente nueva... Son cosas desagradables. Al final, deseas estar tú sola ahí para que no aparezca nadie, eso querría decir que nadie más está pasando por cosas similares, pero por desgracia no es así.
Carla Suárez, de paseo por Barcelona
—¿Le daba miedo ir al hospital?
—No, no, eso sí que no. En ningún momento.
—Leí que principalmente le dio rabia cuando le diagnostican la enfermedad. ¿Tardó mucho en asimilarlo?
—Yo soy positiva. Cuando el médico me da el diagnóstico, yo ya había mantenido con él una conversación diez días antes y se habló de la posibilidad del linfoma. Obviamente es algo que no quieres escuchar, es desagradable, pero al estar en preaviso lo asimilé bastante rápido. Enseguida encaré la recuperación con ganas.
—Siempre se dice que estos golpes sirven para darse cuenta de las cosas.
—Bueno, sobre todo te enseña a disfrutar del día a día. Con todo lo que está pasando en el mundo, con el tema de la pandemia... Pero yo ya era consciente de muchas cosas. Yo vivo el día a día, sé lo que hay. Uno va haciendo planes y cuando te pasa algo así te frenas, miras el día a día y lo intentas disfrutar mucho más porque uno nunca sabe si se va a curar o no. Hay que ir con calma.
—Dice que uno nunca sabe si se va a curar. ¿Tuvo dudas? ¿Llegó a pensar en la muerte?
—No. La evolución siempre fue buena. Al término de la cuarta sesión me hicieron un pet-tac y me recortaron las sesiones de quimio, todo iba sobre ruedas. En ningún momento he tenido miedo, nunca he pensado en la muerte. Pero, claro, yo no sé cómo responde el cuerpo por dentro, no sé si el siguiente tac va a ser igual de bueno. Lo peor es la incertidumbre, no saber si te vas a curar.
«Todo va bien, no sé si el siguiente tac va a ser igual de bueno. Lo peor es la incertidumbre, no saber si te vas a curar»
—¿Se vive demasiado rápido?
—Creo que sí, vivimos muy rápido. Y creo que el confinamiento de marzo y abril a mucha gente le abrió los ojos. Es una desgracia y no es lo mejor que sea por algo así, pero mucha gente recapacitó y se ha dado cuenta de las cosas importantes que a lo mejor no se tenían en cuenta.
—¿Qué es la vida ahora para usted?
—Lo mismo, no me ha cambiado. Lo digo muchas veces porque me lo suelen preguntar ahora. Yo ya era muy consciente de todo. En 2019 estuve en África, en el confinamiento estuve en el banco de alimentos y he vivido situaciones que me han ayudado a valorar ciertas cosas. He viajado mucho, he visto mucho mundo, muchas culturas... Sé el dinero que hay y, sobre todo, sé la pobreza que hay. En ese sentido, no me ha cambiado tanto la perspectiva.
—¿Ha pedido ayuda? ¿Ha hablado con alguien?
—Sí, he hablado con un chico que se llama Rubén Merchán, que jugaba al tenis. Fui a comer con él, hemos estado en contacto durante el tratamiento. Yo quería saber un poquito cómo era vivirlo en primera persona, que me aconsejara, que me hablara de los procesos. Me fue muy bien.
—¿Le sirve hablar del tema?
—No he hablado tanto. Hablé con Rubén y con los médicos, pero en el día a día no es algo de lo que yo haya hablado mucho. Obviamente, me preguntaba la gente.
—¿Le incomodaba eso, ser el centro de atención o que se le viera como a una enferma?
—No, eso no. La gente se interesaba, sobre todo al principio. En algunos momentos me veía desbordada, pero se agradece mucho el cariño y la atención, te da energía.
—¿Ha tenido algún momento de bajón?
—No, ningún bajón, no, no. Es una suerte porque prácticamente no he tenido ninguna sesión mala. La sexta la pasé mal, estuve casi tres días sin moverme de la cama, pero las otras fueron bien. No lo pasé realmente mal como para tener un bajón.
—Y en los peores días, ¿con qué se animaba?
—Bueno, estaba con mi madre, era un día a día muy tranquilo. No me ponía alarma, me despertaba cuando el cuerpo me lo pedía. Estaba en el sofá, charlaba con mi madre, leía, veía series, noticias, mucho deporte... Tampoco nada especial.
—¿Se ha aficionado a algo?
—Nada diferente de lo que hacía. Me gusta el ajedrez y he jugado bastante por internet. He hecho puzles... Cosas muy mundanas, no me he puesto a investigar, no he tenido inquietudes. He estado relajada, ha salido la Carla que soy más que nunca.
—Muy canaria, ¿no?
—Mucho. El estar en casa a mí no me agobia. Por eso lo he llevado tan bien. Estar en casa tranquila en el sofá además no es habitual en nuestras carreras.
—Lo que sí que ayudaría es el escenario del coronavirus.
—A ver, a mí me pillaron la enfermedad a tiempo. He respondido muy bien, he tenido mucho cuidado. Y con el coronavirus lo mejor era quedarse en casa y eso es lo que hacía. Cuando he salido ha sido para ir al gimnasio o para ir a desconectar un poco. Tenía mucha tranquilidad en casa. Me lo he tomado de una manera que ni tan mal. Y más viendo a gente que sufría mucho, con tantas muertes...
«Los doctores me dijeron que volver al deporte me iba a ir bien y así ha sido, pero el cuerpo es totalmente distinto»
—Le aumentarían las ganas de vivir y de hacer cosas.
—Sobre todo tenía ganas de recuperarme.
—¿Sirve de algo ahora hacer planes?
—Tengo la ilusión de poder volver, poder despedirme en la pista, y esa ilusión me ha servido para estar activa. Pero no sé cuándo voy a terminar el tratamiento, no sé cómo responderá el cuerpo después y todo lo que diga es hablar por hablar. Pero haré todos los esfuerzos por volver. Me motiva pensar en el tenis, en los Juegos de Tokio...
—Se ha volcado el circuito con usted.
—Ha sido algo muy grande. Lo agradecí bastante, te da mucha fuerza, mucha energía. La gente se ha interesado siempre por mí.
—¿Algún mensaje le emocionó más que otro?
—Me sabría mal decir uno con todos los que he recibido. Muchos te sorprenden, pero todos son especiales. Saber que esa persona ha estado un minuto pensando en ti es muy bonito.
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