Tenis / Los 14 mordiscos de Nadal

2017, el décimo Roland Garros de Nadal: El torneo perfecto como homenaje a tío Toni

Después de caer de forma amarga contra Djokovic en las semifinales de 2015 el día de su cumpleaños, y tener que renunciar a la edición de 016 por la lesión en la muñeca antes de jugar la segunda ronda, Nadal roza la perfección

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Nadal, con su décima Copa de los Mosqueteros, en 2017 Reuters

El 3 de junio de 2015, Rafael Nadal cumplía 29 años. Pero su regalo por el aniversario fue muy amargo: cae ante Novak Djokovic en cuartos de final. Segunda derrota de su vida en Roland Garros después de 70 victorias y un trago ... amargo porque es ante el serbio y porque se frena otra racha magnífica de triunfos en la Philippe Chatrier. Y aún sería más amargo el pastel porque en la edición siguiente no hubo rival al otro lado de la red, pero sí hubo una derrota: contra su cuerpo, lesión en la muñeca izquierda por la que tiene que renunciar a seguir en el torneo en segunda ronda, justo antes de enfrentarse con Marcel Granollers.

Con estos precedentes, se entiende que para la edición de 2017, Nadal entrara en la Chatrier como un ciclón. Ni siquiera enfrentarse a un francés en primera ronda, Benoit Paire, lo alteró lo más mínimo (6-1, 6-4 y 6-1), aprendida la lección de la presión en sus primeros años y con un público local que, aunque quisiera que ganara su chico, no sentía especialmente que perdiera contra el rey Nadal, que era también un poco suyo.

Tampoco lo inquietó Robin Haase (6-1, 6-4 y 6-3) y mucho menos lo haría Nikoloz Basilashvili (6-0, 6-1 y 6-0), antes de encontrarse con dos amigos y compañeros de Copa Davis en las siguientes rondas. Compartían risas en los torneos por equipos y muchos entrenamientos, pero no tuvo piedad con ellos en Roland Garros: 6-1, 6-2 y 6-2 a Roberto Bautista, y 6-2 y 2-0 antes de que Pablo Carreño tuviera que retirarse por lesión.

Aquel Dominic Thiem que se presentó ante Nadal por primera vez en París con 20 años ha crecido tanto que se ha plantado en semifinales. A priori, el austriaco tenía mucha más mano y menos edad para plantarle más cara que en el precedente, pero duró lo mismo que el resto de rivales del balear: un suspiro.

Y si se esperaba más dificultad en la final, se evaporó en el tercer juego, rotura y sin mirar atrás, hacia la Décima. Porque Nadal en aquel partido contra Stan Wawrinka, rozó la perfección: el mejor en los peloteos largos y a la hora de defender, solo 12 errores no forzados y apenas seis juegos concedidos. En total, si 2008 había sido hasta ese momento el título más aplastante (solo 41 juegos perdidos), una década después el balear se superaba: 35, solo tres por encima del récord que impuso Bjorn Borg en 1978.

«No hay mucho que decir del partido de hoy. Creo que fue un partido duro, una derrota dura. Jugué contra el mejor tenista en tierra batida de la historia. Él ha ganado su décimo Roland Garros hoy, así que eso es algo enorme», aceptaba Wawrinka, que no había perdido ninguna final de Grand Slam que había disputado (3). «Él crea dudas que no tienes que tener si quieres batirle. Y, especialmente, en tierra batida, por la manera en la que se mueve. Si cuando juegas contra Rafa no tienes completamente claro lo que debes hacer, no tienes ninguna opción. Si dudas medio segundo, ya es demasiado tarde», analizaba con el trofeo de finalista en las manos después de haberse vuelto loco con la férrea defensa del español, con sus tiros imposibles y haberse dejado llevar por la rabia rompiendo una raqueta en mitad del juego por puar desesperación.

Wawrinka Reuters

Porque la Copa de los Mosqueteros fue a las manos de su dueño original, que la había cedido en los dos últimos cursos pero la recuperaba en ese 2017 con ambición. El balear la recibió de manos de Lars Emerson, pero sería su tío Toni quien le entregar la réplica que se le ofreció por haber llegado al décimo mordisco.

Nadal y su tío Toni AFP

Momento para el recuerdo porque era un homenaje tanto al tenista como a su tío, que dejaría de ser su entrenador al final de esa temporada.

«Lo que siento aquí, la adrenalina que tengo, no lo siento en otro lado. Solo puedo dar gracias a todos por el apoyo. Yo voy a ganar en todos los torneos pero aquí en París es algo distinto», concedía el balear que ya había sumado diez mordiscos tanto en Montecarlo como en Barcelona, pero este, en su Roland Garros, era mucho más.

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