Tenis
Nadal, una década venciendo el dolor
El baelar multiplica el valor de sus triunfos al conseguirlos después de levantarse de graves lesiones
Nadal, una década venciendo el dolor
Levantó la novena Copa de los Mosqueteros para que la foto le igualara en altura y presencia a la Torre Eiffel, pero para la sesión maratoniana de fotos a pie de pista decidió dejarla en el escenario y tumbarse a su lado para dedicar el ... noveno mordisco. La final ante Novak Djokovic lo había dejado tan exhausto que no pudo con sus catorce kilos de plata. Pocos segundos antes había estado estirando el brazo, agarrotado desde principios del tercer set por calambres que le condicionaron el juego en un remate fácil que envió a la red. Ayer, recuperado de la exigencia que le provocó el serbio, abrazó el trofeo el tiempo necesario para que el mundo entero diera fe de su hazaña.
Es Rafa Nadal un genio del tenis, pero todavía es más sorprendente su capacidad mental. La que el domingo le llevó a pegar más fuerte que su rival cuando el calor y la humedad les privaron de la frescura en sus piernas. La que le ha llevado a alargar una carrera de ensueño con 14 Grand Slam cuando las lesiones le han dicho más de una vez que su camino con la raqueta es muy corto. «Llevamos muchos años de prórroga. Tuvimos que escuchar durante mucho tiempo que Rafa tendría que retirarse enseguida, sobre todo en 2005. Estamos en 2014 y acabamos de ganar el noveno Roland Garros», afirmaba Toni Nadal, tío y entrenador del prodigio tenístico, pocos minutos después de que el sobrino llorara como un niño con la Copa en la mano mientras escuchaba el himno español.
Nunca ha sido fácil el camino de Nadal en el tenis. Desde que comenzó ha tenido que abrillantar la senda y arrancar las espinas a machetazos de amor propio. «Cuando sientes que te apoya tanta gente sabes que en un momento complicado te van a dar ese plus para superar el bache», admitía el campeón, todavía mareado por el esfuerzo. Así, a cabezazos de pundonor, el balear ha alargado su trayectoria desde la adversidad, o precisamente por ella. El único Roland Garros que no ha tenido en sus manos fue en 2009. Perdió ante Robin Soderling en octavos (2-6, 7-6 (2), 4-6 y 6-7 (2)). El único 1 en su casillero de partidos perdidos en París. Bajo la amargura de la derrota, el dolor de una tendinitis crónica en ambas rodillas que le impidió ser él mismo en su feudo. A partir de entonces: cinco Copas de los Mosqueteros consecutivas para hacerse único. Un ejemplo de su eterna capacidad de levantarse del suelo en cada caída.
Una constante superación
Porque su carrera se ha visto marcada por la cruz de las lesiones desde el inicio. Una fisura en el codo derecho en 2003, que le privó de debutar en Roland Garros; otra fisura, esta vez en el escafoides del pie izquierdo, le apartó de nuevo de estrenarse en París, y también de Wimbledon y los Juegos Olímpicos de Atenas .
El año 2005 marcó un antes y un después en el devenir del deportista, que escuchó los primeros rumores de que su carrera podría estar pronta a acabarse, casi antes de empezar. «A nivel de lesión el peor momento fue la lesión del pie en 2005», recuerda siempre el de Manacor. Los médicos le aconsejaron que lo dejara, que no podría aguantar los entrenamientos y la tensión de los partidos. Casi una década después -y muchas pruebas para cambiar los apoyos de los pies-, solo en las pesadillas recuerda aquel momento. Lo cubrió de confianza y coraje y lo ha envuelto en oro, en la piedra de toque que le recuerda que puede superar lo que quiera: inflamación en el pie izquierdo en 2006, las rodillas en 2007, tendinitis en el cuádriceps en 2008, otra vez las rodillas en 2009, 2010 y siete meses de parón en 2012 , la espalda en 2014. Por la que perdió la final del Abierto de Australia ante Stanislas Wawrinka, la que le creó dudas en Roland Garros, la que apartó de un plumazo con su drive, su saque, su revés y una cabeza prodigiosa que le dirige hacia el triunfo convirtiendo en títulos las espinas del camino.
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