Hay momentos que cambian a uno en la vida y a Murray le llegó en los pasados Juegos Olímpicos, catapultado en su jardín de Wimbledon después de colgarse la medalla de oro. Remó tanto hasta entonces que los británicos lo dieron casi por perdido ya que nunca había alegrías, demasiada alargada la sombra del fantasma de Fred Perry. Desde 1936 que ninguno de los suyos lograba un grande y, justos después de bañarse en oro en los Juegos, Murray se llevó el US Open.
El escocés ya no tiene miedo, Murray no se asusta. No se sabe muy bien por qué antes no podía ganar un grande, pero su entorno apunta que se ha liberado desde el pasado verano. Su evolución merece un aplauso porque ha sido capaz de perfeccionar el gran tenista que ya era, sobre todo a partir del aspecto mental que tanto le minimizaba. Sigue regalando mil gestos y gritos en la pista, protestas sin consuelo cada vez que falla un punto, pero se olvida de inmediato. Ivan Lendl le impone con su mirada desde la grada.
Ha estado dos veces en la final de Australia y en ninguna ha sido capaz de lograr un solo set. Pero eso era antes. «Espero que el domingo pueda jugar un buen encuentro, y desde luego haberle ganado antes en una final de un grande, ayuda mentalmente», resume con el pasado US Open en la cabeza.
Enfrente está Djokovic, que después de pasarlo muy mal ante Stanislas Wawrinka en octavos se ha vuelto intratable. Le reconforta su espectacular actuación en las semifinales ante David Ferrer, al que sólo dejó ganar cinco juegos, y tiene la oportunidad histórica de ganar por tercera vez consecutiva en Australia. Desde que existe la Era Open, nadie ha enlazado tres triunfos en este grande.
Australia se le da de maravilla, adaptado su tenis a este cemento de forma natural. Pase lo que pase, saldrá como número uno del mundo y en cada tarde defiende esa condición, muy merecida en lo que ha resultados y nivel se refiere.
Sobre el papel, se espera una final de largo recorrido porque ambos jugadores aceptan el sufrimiento. «Teniendo en cuenta que cada vez que hemos jugado en las últimos seis o siete veces, han sido partidos con mucha exigencia física, incluso a tres y cinco sets, tenemos que esperar algo similar ahora, largos intercambios, pero estoy preparado para ello», sostiene Djokovic. Acepta el desafío que le propone el nuevo Murray.
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