¿Qué pasó con... Justino de Anca?

¿Qué ha significado el balonmano en su vida?

Lo ha sido todo: el crecimiento como persona, el conocimiento de mucha gente, de muchos amigos. Empecé con diez años, en el 70, estando en el Martínez Montañés. Cuando nos asignaron a los profesores de Educación Física, cada uno era de una especialidad y a mí me tocó el de balonmano. Nos hacían una prueba en el salón de actos para ver quién le daba más fuerte a la pared con la pelota. Y así empezó todo. Cuando pasé al grado de juvenil fue cuando me fichó, con 16 años, el Club Balonmano San José.

¿Quién lo capta para el San José?

En esa época y en todas, el entrenador del San José era Rafael Díaz, y el del juvenil, Cipriano González. El año que yo fiché se estaban jugando el ascenso a Primera división.

¿De qué jugaba?

En primera línea. De lateral izquierdo, central o lateral derecho. Siempre me ha gustado ser la extensión del entrenador en el campo. Yo era el que lanzaba los penaltis. Metía goles. En el 81 tuve la posibilidad de pasar al profesionalismo, jugando en Las Palmas, pero yo estaba ya en cuarto de Medicina y aceptarlo hubiera significado estudiar en Tenerife y jugar en Las Palmas. Decidí seguir con lo prioritario, mi carrera.

Hábleme de Rafael Díaz.

Es nuestro segundo padre. Ha sido la persona que nos ha educado, que nos ha sacado muchas veces de muchos problemas y nos ha dado una formación humana que dura hasta hoy. Tenemos un grupo de whatsapp en el que nos damos los buenos días quince personas treinta años después. Eso lo ha conseguido Rafael Díaz Sánchez.

¿Cómo eran los viajes?

Hacíamos muchos en bus y otros en nuestros vehículos particulares. Cuando íbamos al Levante, llegábamos a las ocho de la mañana y nos decían al llegar, sorprendidos, qué cuánta gente venía a apoyarnos. Les respondíamos que no, que éramos nosotros los que jugábamos. Teníamos que viajar a Madrid, Levante y Canarias, lo cual significaba salir a veces un jueves, regresar el lunes y casi tres días de alojamiento.

Sevilla siempre tuvo una gran cantera de balonmano.

Totalmente. Rafael Díaz Sánchez mantenía una buena relación con Juan de Dios Román, que nos tenía en mente por ese valor balonmanístico, pero no había apoyo financiero para dar el salto hacia arriba. Ése era el déficit del balonmano y de otros deportes amateurs en Sevilla.

Juan Andreu lo está intentando ahora con el Prointegrada.

Está ahí peleando. Me consta que tiene conversaciones con el Sevilla para la posibilidad de un cierto patrocinio. Cubrir el presupuesto supondría para el Sevilla una parte minúscula del suyo y sería un paso importante. Ojalá fructifique y el trabajo de muchos años se refleje por fin en un equipo en Asobal. Si se unieran los dos equipos de la Primera división nacional, el Prointegrada y el Montequinto, sólo habría que darle el empujón a nivel financiero.

¿El recuerdo más bonito que guarda de su carrera?

Hay muchos. Me quedo con la composición de aquel grupo humano con gente de muchos sitios y que perdura hoy, 35 años después. Eso es lo más importante.