¿Qué pasó con... Javier Álvarez?

No remo, pero antes de la pandemia, en 2019, celebró el Círculo Mercantil, del que soy socio de honor, el 50º aniversario de sus instalaciones. Organizó un acto precioso junto al Náutico y el Labradores, con pruebas del K4 por décadas, desde los setenta. Yo participé y podría haberlo hecho en cualquier década porque empecé en el 79 en el Mercantil y me retiré en los noventa.

¿Cómo llega al piragüismo?

Nací en Badajoz, mis padres son extremeños y se mudaron a Sevilla cuando yo tenía ocho o nueve años. El piso donde vivíamos estaba al lado de la portada de la Feria, se hicieron socios del Mercantil y en un cursillo de verano me llamó la atención el piragüismo y me apunté para pasar el verano. Con once años empecé la temporada de infantiles y poco a poco fueron llegando los resultados.

¿Cuáles fueron los entrenadores que más le influyeron?

Los que han marcado mi vida deportiva son Pedro Ruiz Ruda, la persona que estaba en el Mercantil cuando yo empecé; después, Antonio Rodríguez, que me marcó mucho y con quien pude volver a contactar en 2019; y también tuve la suerte de encontrarme con Álvaro López, olímpico en Múnich.

¿Qué recuerdos tiene de Seúl'88?

Con el tiempo, mejores. Recuerdo que cuando competí me quedé con una sensación muy agridulce porque porque por un lado estar ahí es lo máximo a lo que puede aspirar un deportista, pero sí es verdad que el K4 era el barco más fuerte que llevaba España y se esperaba por lo menos el diploma olímpico. Llegamos muy pasados porque el barco se formó en junio y Seúl no fue hasta principios de octubre. Con el paso de los años te queda lo bueno: la experiencia de haber sido olímpico.

En aquel barco estaba Fernando Fuentes.

Sí, estaban Fernando, el zamorano Juan José Román y el vallisoletano Juan Manuel Sánchez.

Con quien compitió más veces fue con el también sevillano Paco Leal.

Exactamente. Ha sido mi compañero de club y vida deportiva. Con él he ganado todos los Campeonatos de España en K2 en todas las edades, hemos competido a nivel internacional varias veces y es con el que mejor me he sentido navegando.

¿Cuándo y por qué lo deja?

En el 90 había un entrenador nacional que era de Hungría y con quien nunca terminé de entenderme. Y entre lo agotado que estaba, que no veía ya más recorrido y que las concentraciones no me gustaban, porque lo pasaba mal, decidí que no me merecía la pena. No me vi con fuerza mental ni con el entorno adecuado. Me costó mucho decidirme. Y aunque muchas veces me he planteado si hice bien o no en dejarlo, pienso que sí.

Pero no lo dejó totalmente.

Dejé la alta competición, pero seguí cuatro o cinco años más en el Mercantil ganando todas las regatas de por aquí que no había podido disfrutar antes al estar con el equipo nacional. Lo disfruté mucho y me hice entrenador del Mercantil, logrando buenos resultados. En el 96 me ofrecieron ser director técnico de la incipiente Federación Andaluza. Y ahí creamos junto a Paco Leal los centros de tecnificación deportiva a nivel autonómico para niños con menos recursos. Estuve hasta 2004, después fui colaborador organizador para los Juegos Mediterráneos de 2005 y di por concluida mi vida en la piragua.

¿Con qué se queda de todos aquellos años?

Con la experiencia y la recompensa tras el sacrificio. Con los amigos y los viajes. Ahora cualquier chaval coge un avión y se va a cualquier sitio, pero en los ochenta era difícil. Y nosotros pudimos conocer prácticamente toda Europa. Me sentía un privilegiado.